viernes, 1 de mayo de 2015

GONZÁLEZ-RUANO NO ERA UN MALDITO; ERA UN CANALLA.

Catálogo de gestos; la estética como ética.
César González-Ruano no era un maldito ni un bohemio; era un canalla dentro de una estética nicotínica y cadavérica. A Ruano lo admiraban y querían Manolo Alcántara, Paco Umbral y Raúl del Pozo, mejores escritores que él cualquiera de los tres. Era un canalla que trapicheaba en París con pasaportes para judíos que acababan en los campos de concentración. Hasta a los nazis les pareció deleznable y repulsivo.

Evocación 2 de mayo.
Pienso que a España le hubiera ido mejor con las ideas ilustradas de Napoleón que con los curas trabucaires de la Guerra de la Independencia. Pero al hombre ibérico se le tocó la fibra patriótica y ahí está el quid. Evoco versos reflejo de aquel día 2 de mayo heroico: “oigo patria tu aflicción/ y escucho el triste concierto/que forman tocando a muerto/ la campana y el cañón./ Sobre tu invicto pendón/ miro flotantes crespones,/ de la Iglesia las plegarias/ y del arte las canciones/ lloras porque…” etc. etc. etc. Ahí queda Bernardo López García. Y ahí queda, sobre todo, GOYA y Los fusilamientos. Y la invención de la guerrilla urbana.

Alforjas para la poesía.
Raúl del Pozo ha llamado a la lista del poeta Luis García Montero, de Izquierda Unida para la Cam, Alforjas para la Poesía. Alforjas era una sesión de versos de poetas, afines a Conrado Blanco, los domingos en el Lara después de la misa de 12 y los pasteles para la mamá. Lo que sea,  el viejo agitprop se ha puesto en marcha en torno a García Montero con la inmediatez instintiva de los viejos conspiradores: Miguel Ríos, Juan Diego, Sabina, los rockeros que nunca mueren; estética de los melancólicos. Votaré a Izquierda Unida, si es que voto, costumbre que he perdido. Descarrilado Podemos, es el momento de IU. La poesía al poder; que callen los políticos y hablen los poetas. Maiakowski era más radical: “que callen los oradores; camarada máuser, tiene usted la palabra”.

Manuel Hidalgo, estética del estreno.
Coincido con Manuel Hidalgo en el estreno de Pingüinas, en la butaca de al lado, codo con codo. Hidalgo, con Paco Umbral, fue quien más confió en mí en El Mundo. Esa confianza me ha llevado a escribir unos 5.500 artículos y los que vienen. Practica la estética del estreno, es decir la cortesía del aplauso. Yo no. Yo últimamente reivindico el pateo en asociación con José Pedro Carrión y Peris Mencheta. Además el espectáculo de las Pingüinas me parece lamentable: ni vanguardia ni provocación. Me pregunta solícito por mi salud y le contesto que bien, que un día me reparan un hueso, otro día me lo tuercen, otro violentan mi esqueleto. Responde: “tú siempre has practicado la estética del desguace”. Vicente Aleixandre practicaba la estética de la eterna mala salud de hierro. Mi cojera no acaba de definirse con gran disgusto de Pepe Lucas: Quevedo, Byron o el Cojo de Cádiz. Lucas prefiere Quevedo y hubo un tiempo que empezamos ensayar. La salud le ha pegado un arreón, me cuenta Antonio Lucas que como articulista, su feroz mordacidad, va más allá de sus tres maestros: Umbral, Alcántara, Raúl.
Le mando un abrazo al gran patriarca de Murcia y de la pintura mediterránea. A la chica de Antonio, Lara como la heroína de Pasternak, presentadora del fin de Semana de la Tele, la acosan en las redes; ya los han trincado y al trullo. Bieeen.

Eduardo Galán, Silvia Marsó y el pelotazo del Zoo de Cristal.
Por esas antenas de productor, que se le afilaron cuando fue Subdirector General de Teatro, Eduardo Galán detecta que el espectáculo de Las Pingüinas no me ha gustado. Lo lamenta. Él no se pronuncia. La estética de Galán ha sido siempre una estética llorona que nada tiene que ver con la estética del perdedor, tan cara a mi generación. Pero ahora, desde que ha pegado un pelotazo con Silvia Marsó y El zoo de Cristal, no llora, se previene. Como el judío aquel que se lamentaba “qué sed tengo, que sed tengo”. Y cuando le aplacaron la sed con un vaso de agua cristalina y fría siguió lamentándose “qué sed tenía, qué sed tenía”.

Laudatio de Arturo Fernández.
Arturo Fernández me decía el otro día que en España no hay izquierda desde que murió su padre. Su padre era un sindicalista asturiano que estuvo exiliado treinta años. Arturo practica en política la estética del escepticismo y en teatro la estética del glamour, el eterno galán de 86 años que encandila a las señoras maduras y fascina a las hijas y las nietas de las señoras maduras. Bien podría decir como Campoamor, con la melancolía de los seductores crepusculares; “las hijas de las madres que amé tanto/ me miran ya como se mira a un santo”. Está en un momento de actor importante como se demostró la noche del Valle Inclán. De haber vivido Paco Umbral y Paco Rabal, sus grandes amigos, lo hubiesen sacado a hombros del Teatro Real. Yo, que practico la estética de la cojera quevedesca y del desguace, como dice Hidalgo, me limité a felicitarlo y a aceptar que me invite en Támara, el restaurante de Lorenzo y Mariángeles. En Támara le ponen alfombra roja y apenas come; se pasa el tiempo firmando autógrafos y haciéndose fotos con los clientes.

P/S: A la entrada de Pingüinas, alguien me dice, "Casimiro está en el corredor de la muerte". 15 meses le ha durado el cargo de Director de El Mundo. No me lo creo. A la salida busco a Lucía Méndez, puntal de Opinión del Mundo. No la hallo; estará felicitando a Juan Carlos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario