Revolución socialdemócrata.
El Coletas, nombre que ha desplazado el genuino de Pablo Iglesias, es un hombre
carismático, pero está cansado y eso reduce su carisma. Es el icono de Podemos;
apenas conocemos a los candidatos electorales de esta formación emergente, pero
sabemos que detrás de un rostro anónimo o de un nombre desconocido está Pablo
Iglesias. Ese es el carisma, ese el liderazgo. Ante él empalidecen sus
brillantes compañeros de aventura: Monedero,
Errejón, Echenique.
Entró en la política activa española como un caballo en una
cacharrería. Y en, unión de Errejón y Monedero, fue aclamado como la Santísima
Trinidad depuradora del fangal: el bipartidismo
corrupto, la casta, los establos de Augías. Era la Revolución, con mayúsculas.
Y este país llamado España reaccionó como reacciona siempre, demonizando a
quienes le han engañado; luego las cosas se calman y volvemos a lo mismo. El
cabreo que la gente tenía contra la
casta, afortunada acuñación política de Podemos, lo vimos traducido en votos y le abrió a Pablo Iglesias
un horizonte de turbas descontentas.
Podemos, o sea Pablo Iglesias, ha moderado su discurso
incendiario y ha perdido seguidores. Reproduce un poco el esquema del PSOE de
la transición: el pragmatismo transformista; pero con la moderación dialéctica
ha perdido más seguidores de los que ha ganado. Casi todo el mundo percibe que
Pablo Iglesias se ha instalado en una socialdemocracia cauta y conservadora y
que eso no lo va a llevar a ninguna parte.
Para los confusos,
añade más confusión y se mete en un
jardín ideológico y “socialdemócrata al
estilo de Marx, Engels, Rosa Luxemburgo
y Vladimir Illich…” (Sic) Pare el
carro. En una campaña electoral eso no lleva a ninguna parte…Y la asimilación
de Rosa Luxemburg a Lenin es, sencillamente, un contradiós. Cuando en estos
tiempos, y desde hace muchos tiempos, hablamos de socialdemocracia todos sabemos
a qué nos estamos refiriendo: un simulacro de Izquierda; una suplantación.
Puede que con Manuela
Carmena rinda las almenas de Madrid; sería una hazaña. Es lo único que
inquieta al PP; de Antonio Miguel
Carmona ni caso. El difuso candidato del Psoe a la alcaldía de Madrid se ha
perdido en la palabrería aprendida en las tertulias televisivas de las que era
una estrella; Carmona procede de la nada y probablemente va a la nada.
Hay algo que me preocupa de Pablo Iglesias si en unión de
Manuel Carmena llega a tener influencia en el ayuntamiento de Madrid y, por lo
tanto en sus teatros, municipales o no: aquella estupidez de “las mariconadas
del teatro”. Puede que sus enemigos lo sacaran de contexto y aquello fuera una
broma entre coleguis pasados de copas. Pero las chorradas siguen siendo
chorradas independientemente del contexto y del descontexto.
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