Luis Espada, el legendario
presidente de Las VENTAS
Ha muerto hace algunas
semanas, a los 90 años de edad, por Covid y otras dolencias añadidas, Luis
Espada, el mejor presidente de las
Ventas que yo he visto. Ni un minuto de silencio ha guardado la que dice ser y
llamarse primera plaza del mundo in memoriam de Luis Espada, me cuentan. Me
llega la noticia de su muerte con retraso a través de Emilio Martínez.
Ambos, cuando ejercíamos la crónica taurina, éramos seguidores del polémico
presidente que un dia de San Isidro llegó a devolver siete toros por manifiesta
invalidez. Siete toros en la primera plaza del mundo, mientras los Chopera,
empresarios, se llevaban aterrorizados,
las manos a la cabeza en el callejón y anunciaban por megafonía que no había
más sobreros. Si no había más toros era evidente que la corrida habría de
suspenderse y devolver el importe de las entradas. Hubo más toros No sé si fue
en esta ocasión cuando yo llegué a
llamarle el EMPERADOR del Palco, calificativo que recibió con su habitual
estoicismo y sentido del humor.
Luis Espada, además de comisario de
policía, como era preceptivo para presidir las corridas, era pintor y poeta; yo escribo versos y por
entonces hacía crítica de pintura lo cual, según Espada, da una visión plástica
del toreo enriquecedora, opinión que yo compartía y sobre la que he escrito con
frecuencia. Con todo, su seña de
identidad era la defensa del toro íntegro y con su trapío correspondiente. Le
gustaba el flamenco y era mejor palmero, lo cual no es fácil, que cantaor. A mi
también me gusta el flamenco, y me atrevía a cantiñear, hoy no me atrevo, con
grandes dosis de audacia. Recibía yo por ello el reconocimiento de los
flamencos y la gitanería, en especial de Fernando Terremoto, que me
decía ¨´tienes conocimiento, pero no tienes poé¨. Yo elogiaba siempre a Luis
Espada en mis críticas, salvo raras y extremas ocasiones, su labor en el
palco presidencial, lo cual tenía un
doble efecto; ganarme las simpatía del gentío y excitar la cólera del señor Lamarca,
el peor presidente, después de Pangua que otorgó el rabo a Palomo
Linares, recompensado, según el perverso Alfonso Navalón, con 500.000 pesetas por los Lozano, apoderados
de Palomo. Donde estés, amigo mio, y eras cristiano practicante, creo recordar,
¡!va por ti!!. Vaya por ti esta laudatio laica en sustitución de ese
minuto de silencio que los aficionados de pro y de bien dedican a los difuntos
ilustres.
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