Carta abierta a don Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno
de España.
Espero que al recibo de ésta se
encuentre usted bien de salud; yo bien gracias a dios. Excelentísimo señor
presidente. Discúlpeme si mi estilo epistolar, incluso mi ortografía, deja
bastante que desear. No trato de ponerme a la altura, o a la bajura, de la carta
que usted ha enviado al sátrapa de Marruecos, Mohamed VI, lacayo del Imperio yanki, en la que su servilismo cortesano alcanza
cotas inenarrables; eso, en mi aldea de Torre de los Molinos, provincia
de Palencia, pedanía de Carrión de los Condes, la gente del común lo
llamaría lameculos. Además, excelentísimo señor presidente del Gobierno, usted
redacta malamente, su redacción es tan descuidada, como profunda su deslealtad
al pueblo saharaui, al cual muchos
guardamos admiración y afecto. Y gratitud por mantener vivo el recuerdo
y la cultura española.
Haga usted, señor presidente del gobierno, lo
que quiera, pero no en mi nombre. Yo no le he votado, pero es usted el
presidente de mi país llamado España. En tiempos, cuando los de su ralea empezaron a dar la espalda al
pueblo saharaui, unos pocos románticos hicimos un viaje a Tinduf, los
campamentos de refugiados. Los más osados, o los más irresponsables, con la
experta guía de Keltun, la bella guerrillera y de Emboiric, ideólogo
y combatiente, atravesamos las líneas
marroquíes por sitios estratégicos, sin que estos se enterasen, y llegamos
hasta el mar. Aprendí a manejar el kalasnikov, pequeño y eficaz fusil
cuyo nombre explica muchas cosas, que en mis manos perdía toda su eficacia. De aquella aventura conservo la carcasa de un
obús, que sirve de paragüero en el vestíbulo de mi casa los días de lluvia.
Haga usted, señor presidente excelentísimo Pedro Sánchez, lo que quiera,
incluso el ridículo, pero no en mi nombre ni en el nombre de muchos otros
españoles.
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