ARS MORIENDI
Salto cualitativo
desde la excelencia
Pablo Jiménez ha publicado un
nuevo libro de poemas, Ars Moriendi. Oportuno
para las horas de estos sombríos días
semanosanteros. Un libro heterodoxo al que en tiempos más obscuros aún
que los actuales, le hubieran negado el nihil
obstat y hubiera ido a parar al Index
librorum prohibitorum. Pablo Jiménez es un gran poeta que ya había
publicado, me parece, sus Obras Completas, pero ahora con este texto las
completa más. En los lejanos tiempos del
Aquelarre transgresor de Alberto Alvarez de Cienfuegos, que había sido capitán jovencísimo del
Ejercito Republicano y amnistiado tras años de cárcel, Pablo Jiménez era ya un poeta tendente
al clasicismo, un sonetista de excepción. Fue seminarista y parece que en todos
los Seminarios, para los cuales eran reclutados los muchachos listos y pobres de
los pueblos, nos enseñaran a pensar en
endecasílabos. Por lo que a mí respecta, Sonetos
de la impostura, edit Akal, es un libro por el cual a punto estuve de tenerme que
exiliar, pues el PSOE lo tomó como ofensa y ataque personal a los sociatas. Sonetos de fuego y nieve, es un libro
más templado sin otra consecuencia que una novia que me dejó por otro.
La colección de sonetos de este Ars Moriendi es modelo de perfección
inalcanzable para la mayor parte de los mortales. Resalto con orgullo estas confluencias sin
pretender compararme con Pablo Jiménez, lo cual sería vanidad suicida por mi
parte. Pablo siempre fue persona de orden, fiel cumplidor de sus obligaciones, enamorado
fiel de su novia, que sigue siendo su
mujer, Pilar, después de cincuenta y dos
años bien contados. Por lo que puedo deducir de Ars moriendi, Pablo llevaba escondido entonces un insurgente desesperado,
sin límites ni lindes, como otros
llevaban la clandestinidad política. Ars moriendi no es un libro sin
esperanza, es un libro desesperado al que pone prólogo un trabajo ejemplar, por
su lucidez, su poética y su profundidad, Javier Magano. No es un prólogo
explicativo, que suele ser lo normal; es un prólogo iluminador, lleno de
revelaciones.
El título Ars moriendi evoca el Ars amandi, del romano Ovidio, pero no
hay que dejarse engañar por las apariencias. Hay que tener más oficio, mas
dedicación para morir que a para amar, a
no ser que el amor sea la nada que quema, la nada imposible que se niega y se
reconoce a sí misma en cada aliento. La negación del amor y, a la vez, la
negación de ese esa negación; una forma del absurdo existencial. La poesía de Pablo Jiménez ha dado un salto cualitativo
desde la excelencia que lo caracterizó siempre. En este nuevo libro se reconoce
y se niega a sí mismo, es el ser y el no ser shakesperiano, es el todo y a la
vez la nada; no le es aplicable la norma
latina “dos negaciones afirman” que sería en último caso una norma gramatical y
Jiménez niega también la gramática como anécdota efímera y a la vez esencialidad
fundante. Podría también haberlo titulado morituri
te salutant, pero eso sería limitar el alcance de sus múltiples desdoblamientos.
Un caos que en el orden muere y en el desorden vive, o viceversa. Particularmente inquietante es la versión que ofrece del mito fratricida de
Caín y Abel, o de la pasión y muerte de
Cristo, víctima lejana y legendaria éste, del resentimiento de Abraham que,
airado, sacrifica a su hijo Isaac pese a tener suficientemente contento a Dios por su
disposición a la obediencia. Ars
moriendi, un libro que debiera sacudir los cimientos del desértico panorama
de la actual poesía española y no pasar inadvertido.
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