sábado, 6 de abril de 2024

 

Teresa Urquijo y Martinez Almeida; Bodorrio de postin

Durante  unas horas,  a causa de una boda de alta alcurnia, la tranquilidad serrana de Colmenar Viejo ha sido minuciosamente alterada. Se han casado doña Teresa Urquijo, de noble estirpe  borbónica, y don José Luis Martínez Almeida, alcalde de Madrid  y Abogado del Estado, que es la nobleza de platino y oro de la abogacía. Doña Teresa es 22 años más joven que Almeida, pero el amor no repara en esas minucias. A mi dacha de Colmenar llega el sonido de   fanfarrias, trompetas, campanas   y esquilones;  y el olor de las viandas servidas por  Lhardi garantía de clasicismo gastronómico y certificación  añeja del buen guisar. Los salones de Lhardi, siempre fueron centro de conspiraciones, contubernios y de homenajes;   hay quien dice que, antaño,  fueron  picadero secreto de nobles y de reyes. Entre los homenajes,   el más  sonado fue  uno a Manolete por parte de la intelectualidad franquista, temerosa de que el diestro se hubiera pasado  al enemigo tras intimar con la España del exilio en México. Pese a su amplitud,  en los locales de la Carrera de San Jerónimo no caben 500 invitados, así que bien está lo de la finca colmenareña.

 Teresa Urquijo y Martinez Almeida se han casado primero por la iglesia, como dios manda,  en la parroquia de los jesuitas de la calle Serrano. Me parece que éste  fue el templo de donde salió Carrero Blanco, tras comulgar y escuchar misa, momentos antes de su voladura por ETA. Fue la más espectacular y perfecta acción  en  la historia de la organización terrorista, la cual arrancó lágrimas del dictador Franco y un enigmático comentario, aun sin descifrar, “no hay mal que por bien no venga”. 

En resumidas cuentas, puede afirmarse que el enlace ha sido un auténtico bodorrio si nos atenemos al significado que atribuye  al término, el diccionario de la RAE. Grandes fastos y celebraciones en torno a la ceremonia nupcial, quinientos invitados de alcurnia  y convite, este en una finca de Colmenar Viejo llamada El canto de la Cruz. Colmenar, pues,  ha sido durante unas horas el centro del universo. Habrá sin duda resopón;  y tornabodas, para que el viejo romancero pueda seguir vigente, “si grandes fueron las bodas, mas grandes las tornabodas”.

Pero me estoy dando cuenta de que a esta crónica le falta el toque chic y mundano de pasarela, el aire de las pamelas, los vestidos de firma y exclusivos, esmóquines, fracs y otras indumentarias,   tocados en cuya parafernalia no estoy muy puesto. Parece que las mujeres rivalizaran en los tocados más grotescos y ridículos.  Vean el de la rana madre Esperanza Aguirre. Isabel Ayuso, su discípula, dejó al novio bajo sospecha en casa, exhibió muslamen y hombro y se quedó con el personal.

Tampoco me he enterado, lo cual cuestiona mi sagacidad de reportero, de dónde los ilustres contrayentes,  pasarán su luna de miel. Puede que hayan pasado ya sus lunas de mieles pertinentes,  y que sus obligaciones profesionales les impidan tales gozosos y  humanísimos derechos.

Paz y tranquilidad para los novios. En mi aldea de Torre de los Molinos, Palencia, dadas las circunstancias del casorio, les hubieran dado la cencerrada, estruendo  de cencerros  y exigido en azumbres de  vino un alto canon de casamiento; pero eso son costumbres bárbaras y un poco cafres, afortunadamente en desuso.

 

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