Un obús en el corazón.
Hay momentos en la vida, yo no sé;
los heraldo negros que decía Cesar
Vallejo; lo presientes sin saber por qué. Y de golpe te estalla un obús en
el corazón, en la cabeza y en las tripas. ¡Zas! un obús en las raíces del
sentimiento; ¡zas!, en las tripas que es donde duelen de verdad las cosas.
Y Wajdi Mouawad, un poeta, de artillero. Lo ves llegar, presientes como se va acercando. el obús. Hasta que estalla en pleno
centro: un obús. por mano de Santiago Sánchez de L,Om Imprebís. En el viejo Alfil de las refriegas políticas y del buen teatro;
lo recordaban Hormigón, Lourdes Ortiz, Juan Margallo, tras
aplaudir hasta la extenuación a Santiago
Sánchez y a Hovik Keucckerian, un
poeta campeón de España de boxeo. La verdad es que “contra Franco vivíamos
mejor”. Hovik confirma el principio esenciak: antes que nada fue el actor. Alguien que hable y alguien que escuche. Un mal actor puede hundir un buen texto; un buen actor puede levantar uno malo.
Yo tengo muchas historias de
boxeadores. Folledo, ya un poco
sonado, por ejemplo. Me citaba en el Café Gijón para contarme historias
balbucientes. Entraba Ana que,
prudente, se sentaba en una mesa del fondo
y
el bueno de Folledo no le quitaba ojo: “Luis, a ver si voy a tener que
darte una hostia”. Luis: “poeta, tu no me aguantas ni un asalto”. Y amagaba un
gancho de izquierda. Ana, intelectual y distante, ejercía una rara fascinación
sobre los deportistas. En un viaje a
Sevilla nos hospedamos en el mismo hotel que el equipo de fútbol. Pesudo, un gran portero, se pasaba el
dia en la piscina con tal de verle las piernas a Ana. Muchos obuses en el
corazón, como Hovik KeuchKerian. Nos hicimos amigos Pesudo y yo y Pesudo no le
quitaba ojo a Ana. Yo le hablaba de porteros que yo admiraba, para que se
jodiera. Pero yo creo que Pesudo, igual que Folledo, no me escuchaban.
Tengo historias de boxeadores, pero no tenía
ninguna como la de ayer, de Hovik ayudándome casi con cuidados de padre a
acomodarme en el taxi. David Loaysa y
la bellísima japonesa-española Hikari Hashimoto que lo acompañaba, ya se habían marchado. Hovik, una historia más
para mis Memorias Teatrales, una vida de teatro, que avanzan disparadas como un
obús hacia no sé dónde. Loaysa, callado y sonriente como siempre, indulgente
como Hovik ek buen samaritan me esperaba a la puerta de casa. Como se conoce muy bien Luces de boemia, me recibió en pla Don Latino: "Max, me parecece que andas un poco calamocano". No creo que le tuviese tiempo de darle
las buenas noches a la japonesa-española bellísima.
Los heraldos negros, los presientes y
no los puedes frenar. Ocurre a veces en la vida. Me lo contaba Paco Rabal, ante la mirada
atribulada y amorosa de Asunción Balaguer; “son los demonios,
Javier, una legión de demonios; luego
desaparecen y nada, se acabó”. Y
Asunción sonreía y le cogía la mano
a Ana. Estoy metido en los horrores
y terrores de Ferdinand Celline, Largo
viaje a la noche. La fascinación por lo terrible. Releo también sus cartas
desde la prisión, acusado de traidor por haber colaborado con el gobierno
filonazi de Petain. En Vichy.
Entre el infierno y la alegría.
Espectacular montaje de Olivier Py con una iluminación de pesadilla o sueño de Bertrand Killy en la Abadía: Hacia la alegría. Texto deudor de Edmond, de
David Mamet y, aunque pueda parecer raro, de Largo viaje hacia la noche, de
Ferdinand Celline, maldito
antisemita, condenado, como Ezra Pound, al escarnio. El nihilismo de Celline es total, desesperado. Y el
infierno al que desciende Edmond, también.
El nihilismo de Olivier Py, parece más retórico, más intelectual que la
maldición de Celline. Py, conforme al
título, va en busca de la alegría. Pedro
Casablanc, desahuciado del sueño,
rico con escrúpulos, transeunte de su mala conciencia burguesa nocturna,
aporta, vigoroso y potente, los matices que, en ocasiones, parecen faltarle al
texto.
Tomas Pandur despide al gran Antonio Gil.Nombrar a Antonio Gil es nombrar a un extremeño correcaminos y trotatamundos. Un actor fetiche para Peter Brok, Lecoc, Jemmet y otros dioses del teatro universal. Se vino de América para trabajar con Tomas Pandur en Fausto. A cuatro dias del estreno, el inefable Pandur lo ha despedido por incompatibilidad. Cosas de los divos/as. Aunque Pandur no sea, precisamente, ni de lejos, Peter Brook, Lecoq, etecé, etecé,
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