sábado, 15 de noviembre de 2014

RUEDO IBÉRICO. ANTES QUE NADA FUE EL ACTOR.

Actualización post sábado dia 16


Un obús en el corazón.
Hay momentos en la vida, yo no sé; los heraldo negros que decía Cesar Vallejo; lo presientes sin saber por qué. Y de golpe te estalla un obús en el corazón, en la cabeza y en las tripas. ¡Zas! un obús en las raíces del sentimiento; ¡zas!, en las tripas que es donde duelen de verdad las cosas. Y  Wajdi Mouawad, un poeta, de artillero. Lo ves llegar, presientes como se va acercando. el obús. Hasta que estalla en pleno centro: un obús. por mano de Santiago Sánchez de L,Om Imprebís.  En el viejo Alfil de las refriegas políticas y del buen teatro; lo recordaban Hormigón, Lourdes Ortiz, Juan Margallo, tras aplaudir hasta la extenuación a Santiago Sánchez y a Hovik Keucckerian, un poeta campeón de España de boxeo. La verdad es que “contra Franco vivíamos mejor”. Hovik confirma el principio esenciak: antes que nada fue el actor.  Alguien que hable y alguien que escuche.  Un mal actor puede hundir un buen texto; un buen actor puede levantar uno malo.

Yo tengo muchas historias de boxeadores. Folledo, ya un poco sonado, por ejemplo. Me citaba en el Café Gijón para contarme historias balbucientes. Entraba Ana que, prudente, se sentaba en una mesa del fondo   y  el bueno de Folledo no le quitaba ojo: “Luis, a ver si voy a tener que darte una hostia”. Luis: “poeta, tu no me aguantas ni un asalto”. Y amagaba un gancho de izquierda. Ana, intelectual y distante, ejercía una rara fascinación sobre los deportistas. En un viaje a  Sevilla nos hospedamos en el mismo hotel que el equipo de fútbol. Pesudo, un gran portero, se pasaba el dia en la piscina con tal de verle las piernas a Ana. Muchos obuses en el corazón, como Hovik KeuchKerian. Nos hicimos amigos Pesudo y yo y Pesudo no le quitaba ojo a Ana. Yo le hablaba de porteros que yo admiraba, para que se jodiera. Pero yo creo que Pesudo, igual que Folledo, no me escuchaban.

 Tengo historias de boxeadores, pero no tenía ninguna como la de ayer, de Hovik ayudándome casi con cuidados de padre a acomodarme en el taxi. David Loaysa y la bellísima japonesa-española Hikari Hashimoto que lo acompañaba, ya se habían marchado. Hovik, una historia más para mis Memorias Teatrales, una vida de teatro, que avanzan disparadas como un obús hacia no sé dónde. Loaysa, callado y sonriente como siempre, indulgente como Hovik  ek buen samaritan me esperaba a la puerta de casa. Como se conoce muy bien Luces de boemia, me recibió en pla Don Latino: "Max, me parecece que andas un poco calamocano". No creo que le tuviese tiempo de darle las buenas noches a la japonesa-española bellísima.

Los heraldos negros, los presientes y no los puedes frenar. Ocurre a veces en la vida. Me lo contaba Paco Rabal, ante la mirada atribulada  y amorosa de Asunción Balaguer; “son los demonios, Javier, una legión de demonios; luego desaparecen y nada, se acabó”. Y Asunción sonreía y le cogía la mano a Ana. Estoy metido en los horrores y terrores de  Ferdinand Celline, Largo viaje a la noche. La fascinación por lo terrible. Releo también sus cartas desde la prisión, acusado de traidor por haber colaborado con el gobierno filonazi de Petain. En Vichy.

Entre el infierno y la alegría.

Espectacular montaje de Olivier Py con una  iluminación de pesadilla o sueño de Bertrand Killy en la Abadía: Hacia la alegría. Texto deudor de Edmond, de David Mamet y, aunque pueda parecer raro, de Largo viaje hacia la noche, de Ferdinand Celline, maldito antisemita, condenado, como Ezra  Pound, al escarnio. El nihilismo  de Celline es total, desesperado. Y el infierno al que desciende Edmond, también. El nihilismo de Olivier Py, parece más retórico, más intelectual que la maldición de Celline.  Py, conforme al título, va en busca de la alegría. Pedro Casablanc, desahuciado  del sueño, rico con escrúpulos, transeunte de su mala conciencia burguesa nocturna, aporta, vigoroso y potente, los matices que, en ocasiones, parecen faltarle al texto.
Tomas Pandur despide al gran Antonio Gil.

Nombrar a Antonio Gil  es nombrar a un extremeño correcaminos y trotatamundos. Un actor fetiche para Peter Brok, Lecoc, Jemmet y otros dioses del teatro universal. Se vino de América para trabajar  con Tomas Pandur en Fausto. A cuatro dias del estreno, el inefable Pandur lo ha despedido por incompatibilidad. Cosas de los divos/as. Aunque Pandur no sea, precisamente, ni de lejos, Peter Brook, Lecoq, etecé, etecé,

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