martes, 25 de noviembre de 2014

RUEDO IBERICO. GARRIGUES WALKER, UNA POÉTICA POLÍTICA.


 Los Kennedy y los Garrigues.

Desacuerdo inicial sobre esta biografía; Antonio Garrigues Walker no es un testigo clave de nuestra historia. Es, en la parte que le corresponde,  un artífice de nuestra historia. Como su abuelo, su padre, su tio y su hermano al que una leucemia salvaje lo arrancó de la política en la Santa Transición. Su prehistoria familiar cuenta que al padre, el gran patriarca de la saga al que llegaron a ennoviar  con Jackie Kennedy, le salvó la vida una noche en Madrid el hermano mayor de los Kennedy. Unos milicianos, creyéndoles de la Quinta Columna cruenta, a punto estuvieron de despacharlos con un tiro en la nuca. Pero Josep Kennedy, muerto luego en combate contra el nazismo, tiró de pasaporte norteamericano; eso les salvó. En la vida de los Garrigues siempre hay un Kennedy.

 El dolor y la belleza.
La biografía de García-León y Martínez-Echevarría  es una biografía autorizada, pero no una biografía hagiográfica. Puede que el orgullo de Garrigues no  hubiera admitido maquillajes; naturalmente se ensalzan sus virtudes, pero se señalan también sus posibles defectos. Garrigues es un abogado metido en temas de economía; es, por lo tanto, un político que, personalmente, no da  al dinero más valor del que tiene; y es  un fervoroso de la belleza en cualquiera de sus manifestaciones. De esto, de la belleza y el dolor, también  habla este libro, pero sólo lo imprescindible. Aprendí de los campesinos de mi pueblo, jornaleros o terratenientes, que los señores  no hablan de mujeres ni de dinero. Lo  primero es una grosería; lo segundo  debe permanecer en  la poética  secreta y sentimental del ser humano.

 “Un caballero no responde a ciertas preguntas”, cuentan los autores de este libro, que dijo el padre de Antonio, el gran patriarca, al ser requerido sobre su relación con Jackie. La primera vez que me enamoré, como ya he contado en ocasiones, fue de Liz Taylor en el Seminario. En vista de que no podía competir con Richard Burton, me dediqué a la monja capillera, una novicia no tan hermosa como Liz Taylor, que, para un seminarista en tercero de Latín, tenía un divino pasar. Vean por qué caminos tan raros  pueden encontrarse  un campesino de Tierra de Campos y un magnate de la diplomacia y de la Gran Manzana. Dios escribe recto con líneas torcidas.

Una poética sentimental.
De Antonio Garrigues Walker  entiendo más  esa poética de la sentimentalidad  dramatúrgica que su vertiente política. Lo conocí en un Congreso de Teatro en Valladolid, que organizaba una Fundación Cultural de cuyo nombre no logro acordarme. Garrigues Walker seguía perplejo, y con cierto distanciamiento liberal, mi diatriba sobre el desdén de las instituciones por el teatro en España. Al final,  se limitó a decir: “con esa visión del teatro no me explico por qué lo sigues dia a dia”. A lo cual  respondí con una frase de Gramsci que me ha sacado de muchos atolladeros: “frente al pesimismo de la  inteligencia, el optimismo de la voluntad”.

Entonces le trataba de usted porque a mí, él y su hermano Joaquín  lumbrera de la UCD, me causaron siempre un respeto imponente. Hoy no  es que le haya perdido el respeto, pero lo trato de tú. Tenemos en común, creo, parecida pasión por la poesía y por el teatro. Y por la belleza en cualquiera de sus manifestaciones. Puede  que Garrigues ignore los juegos de cartas, el naipe tabernario; pero en este libro aparecen a veces  envites y estrategias de jugador de mus. O de póker. Lo cual no autoriza a nadie a llamarlo tahúr del Misissipi, como llamaba Alfonso Guerra a Adolfo Suárez.

Liberalismo, una ética.
 Por razones obvias en esta biografía autorizada se habla mucho de liberalismo. Para mí el liberalismo se concreta en un ética de la tolerancia, cosa rara si tenemos en cuenta que ejerzo de crítico de teatro con fama, infundada, de aristarco. Estoy  convencido de que, como sistema político y económico, el liberalismo es un caballo de carreras, un pura sangre, montado por el capitalismo salvaje. Claro que las experiencias de marxismo como sistema liberador de la humanidad quizá no me autoricen a teorizar sobre política. En cualquier caso, debo afirmar  que el fracaso del llamado socialismo real y el estalinismo, como soporte de convivencia, puede equipararse al fracaso del  liberalismo. Acaso ninguno de los dos, ni marxismo ni liberalismo, han sido aplicados en su naturaleza y esencia; pero ahí está el mundo en que vivimos. Esto es una cuestión que un dia, si dios no lo remedia, acabaremos resolviendo Garrigues y yo.

Teatro y poesía.
El teatro y los versos  de Antonio Garrigues lo acreditan como autor prolífico, de hondo y sosegado latido  y con una poética escénica muy singularizada. Le falta en ambos casos un contraste con el  público lector y el habitual de las salas de teatro. Sus célebres representaciones en Sotogrande serán anécdota un dia, si es que no lo son ya. Analizar la obra de un dramaturgo no es demasiado difícil. Hablar de una poética escénica es una categoría superior: de poeta y de autor dramático. Cuando digo que le falta el contraste con el público no es porque considere a éste, soberano e irrevocable.  A fin de cuentas  tengo al público por más alto de  lo que lo tenía Lope. Pero es un punto de referencia que nos confronta con nosotros mismos. Como un espejo. Esa es la cuestión.

 

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