viernes, 5 de junio de 2015

TEATRO-FLAMENCO. MARIA TÁVORA; TURBADORA CARMEN, LA CIGARRERA.


Una navaja. Tiembla clavada en el proscenio, su brillo, su amenaza de sangre. Cae a plomo de fuego y fragua, verticalmente de la mano de El Mistela, un grande del baile; y tiembla hincada en la madera del escenario; es como el grito  premonitorio de sangre y de venganzas. Luego, Maria Távora danza en torno de ella, la acaricia temerosa y trémula, la mira horrorizada. La navaja clava, hiere un clavel. Rojo sobre rojo, el metal contra la flor;  y a partir de ahí todo un ceremonial de amor y sangre, gira obsesivamente en torno a la navaja: una amenaza y una profecía. Un arranque teatral fascinante que, por encima de la espectacularidad del montaje, define una esencia teatral; la esencia de  Salvador Távora. Una cigarrerra y un soldado y contrabandistas: pasión de amor, deshonor y crimen: Carmen la cigarrera, Carmen de Salvador Távora, un viejo éxito que se renueva ahora después de varios años; fresco, popular, barroco y solemne: una Opera andaluza de cornetas y tambores.
Colosal el esfuerzo de mover en escena cuarenta intérpretes y músicos. Y un caballo de esos que demuestran la maldad de algunas lenguas viperinas: “los caballos andaluces con más inteligentes que el señorito que los monta”. No es el caso de Jaime Pablo de la Puerta García Corona, gran jinete en el sitio hostil, para un caballo, de un escenario; arrasa con su alta escuela. Crei que este remake había suprimido un cante: “señor que va a caballo/ y ni da los buenos días/ si el caballo cojeara/ otro gallo cantaría”. No. Ese cante pertenece a Flamenco para Traviata, en el que también salía un caballo montado por el padre de Jaime Pablo. Aclarado el despiste. Volveré a ver Carmen. Y para escuchar la banda de la Esperanza de Triana y  el cante  de Elena  de Carmen y Cristina Rodríguez, la caña del ajusticiamiento del general Riego, la soleá... Y por ver el dramatismo trágico de María Távora  y la autoridad magistral de El Mistela en todos los registros. Citar a todos se  comería el espacio de este comentario.
Carmen mantiene pura la pasión del primer dia del estreno hace algunos años. María Távora imprime al personaje una fuerza y una sensualidad inusual. Lo que expresa plásticamente con el baile, lo expresa teatralmente con el gesto de actriz madura, de mujer curtida como la cigarrera; turbadora igual para el desdén que para la ternura: como la Petenera, la perdición de los hombres. Y muy lejos de aquella inocencia recental que marcó sus primeros pasos.

 Esta Carmen viene a resumir en cierta medida algunos de los códigos eternos de la iconografía de la Cuadra y de Salvador Távora. El eje es el amor, los celos, la traición, la subversión de las cigarreras. Pero hay otro eje en el Távora se recrea, los sucesos de Cabezas de San Juan, el alzamiento de Riego, su derrota y su posterior ajusticiamiento; un canto de libertad y una belleza plástica impecable. Globalmente, el espectáculo es redondo. Individualmente, además de María Távora, cada cual  tiene calidad de protagonista. En el Teatro CompacGranvía  

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