Hipótesis: ¿obra sobre Bankia?
Es una simple hipótesis de trabajo;
mas convendría considerarla. Pese a quien pese, y yo creo que pesa a muchos de
la subclase política de esta sociedad
enferma, el teatro está vigoroso. Y
renaciente. Yo echo de menos la gran obra sobre la corrupción como sistema de
gobierno, la corrupción institucionalizada. El otro dia un director de fuste y algunos
periodistas también de fuste comentaban la posibilidad de un espectáculo sobre
Bankia. La verdad que el espectáculo en
sí ya lo han dado Bankia y Rato. Sería
buena cosa esa, pero Bankia es solo una parte alícuota de la podredumbre de
este país. Y algunos temen, ignoro con qué razón, que lo de Rato se quede en un
mero ajuste de cuentas entre facciones del PP corrupto.
El sacrificio de Nora.
Tardé tiempo en ver esta adaptación,
pero no me arrepiento de haberla visto, por fin, el último dia. Aunque solo fuera por admirar a la apasionada
y burbujeante Nora de Rebeca Vals, mereció
la pena. Han reescrito a Ibsen y eso suscita algunas reflexiones más. En buena
medida, Jerónimo Cornelles y Ximo Flores respetan la letra y el
espíritu de liberación de Nora. No
acabo de descifrar la nevada inicial y no sé muy bien si nieva dentro o nieva
fuera de la casa; los personajes transitan de un lugar a otro del escenario atravesando
los límites de la nieve.
Lo que inquieta es que Nora, icono de la libertad femenina después del
sacrificio por un marido impresentable, queda degradada al nivel de la cama del
infame Krogstad, que se cobra en especie parte
del préstamo. Lo que ata a Nora, es una
firma falsificad y una deuda, no grabaciones de actos inconfesables.
A falta de mayor intensidad en las escenas de Helmer (Jeronimo Cornelles) y Nora, el
repelús que a esta le produce Krostag
compensa de otros momentos en los que ella tiene que ponerlo todo, dada
flacidez interpretativa de Cornelles. El apoyo de la fiel Helena, (Teresa Crespo), la sirvienta, suaviza la acidez de muchas
situaciones Nora y Krostag, (Miquel Mars) el canalla maltratado por
la vida, son los que más fuerza tienen, junto a una insinuante y pragmática
Cristina (María Minaya). Las escenas
de amor entre Nora y Helmer, se
reblandecen, mientras, cobran fuerza las de Nora y el doctor Rank (Manuel Puchades), criptoenamorado, Krogstad “redimido” por la voluptuosa y
resentida Cristina.
Las uvas de la sangre
Memoria histórica: los muertos sin
sepultura. O mal enterrados. Un país históricamente partido y más después del 36. “No ha llegado la paz, ha llegado la Victoria”,
dice Fernán Gómez en Las bicicleta
son para el verano. Nada no sabido, nazionalcatolicismo,
con zeta, mujeres encarceladas,
monjas represoras, brutalidad de los carceleros: España eterna.
Granos de uvas en el paladar está apadrinada por Federico Luppi, un gran actor argentino,
que conoce también las oscuridades de su país ensangrentado; Luppi, fugitivo
del videlazo, viene de un peronismo de descamisados y fascista. Hablé mucho del surrealismo
peronista con Ricardo Carpani, montonero y grandísimo pintor. También con Ignacio Colombres, otro grande de la
pintura, que no era montonero y no entendía el fenómeno Perón.
El título se toma de una canción de vino y de
borrachos, elementos populares, capeas, hombres
machos, la bandera tricolor, saludos fascistas. Lo que más importa, en
esta función -dramaturgia y dirección de Susana
Hornos y Zaida Rico- es el juego
de actrices (Lorena Carrizo, Susana
Hornos, Maday Méndez, Zaida Rico) desdoblándose en varios personajes,
femeninos y masculinos, las luces, el
espacio todo rojo, todo del color de la sangre. Cadáveres insepultos en busca
de sepultura. La memoria histórica está muy desgastada. No hace mucho escuchaba
en uno de los pueblos de la vieja Castilla, una amenaza inclemente: “si
empiezan a buscar rojos en las cunetas, puede que a pocos metros se encuentren
otros azules”. Terrible España.
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