Diario de Javier Villán.
Agosto 2013. viernes dia 23.
TEORÍA DEL VILIPENDIO Y EL PANFLETO.
Aprovechando que a Ponce un tuitero lo ha llamado gañán y tahur del Missipi (Copyryhit Alfonso Guerra), recupero la idea que trasladé a Aurelio Fernández sobre la teoría del insulto. Va más alla de lo taurino, incluso podría decirse que lo taurino es lo de menos. Con Paco Umbral discutía a menudo sobre el arte de insultar y sobre el lenguaje del panfleto, tan desprestigiado y tan esencial. A mí me gusta mucho el panfleto. Vean este título de un Ilustrado León del Arroyal: "Oración apologética en defensa del Estado floreciente de España", más conocido por Pan y Toros. Podría valer para ahora, para estos mismísimos momentos de España; y tuvo tanto prestisgio que hasta se atribuyó a Jovellanos, una lumbrera del pensamiento ilustrado.
Pero volvamos al insulto, a Paco Umbral cuyo aniversario mortal se recuerda dentro de una semana; Coincide con el aniversario de Victor García, el argentino al que Arrabal sigue considerando para el teatro. más importante y decisivo que Antonin Artaud. Difícil me parece, pero si lo dice Arrabal allá él. También dice que Morante es el único torero de estos momentos que puede arrastra multitudes , siendo fiel a su esencia de jondura rondeña y a su gracia sevillana.
Los maestros del insulto son, como fijó el otro dia en un Twitter Aurelio Fernández, Góngora y Quevedo; la peleas tabernarias no cuentan. Y trifulcas de verduleras, tampoco. Para llamarlo perro judio a Góngora, a Quevedo le basta con decir, "yo te untaré mis obras con tocino/ para que no las muerdas Gongorilla". Y para llamarlo maricón se extiende un poco más: "este en quien hoy los pedos son sirenas, / este es el culo, en Góngora y en culto,/ que un bujarrón le conociera apenas". Gongora por su parte, es más enrevesado, pero tampoco se queda atrás, aunque sólo lo llame cojo y en cierta modo, borracho: "este sin landre, claudicante Roque/ de una venera justamente vano/ que en oro engasta santa insignia, aloque/ a San Trago camina donde llega, / que lo mismo anda el sano como el cojo".
Jaime Campmany y Emilio Romero, ya en el tardofranquismo, no eran Quevedo ni Góngora, mas también se enzazaron a sonetazos por demostrar quién era más adicto al Régimen- Campmani: "díme Emilio Romero, por tu vida/ cuál será hogaño el sol que más caliente/ cuál el ministro más lonquipotente/ cuál el árbol de sombra más tupida". A lo que Romero le contestaba: "Seguro que no estás en tus cabales/ queriendo hacer la mezcla en tu macuto/ con el póker, el güisqui, editoriales/ camisa azul y algún puñal de Bruto". Ciertamente no eran Quevedo y Góngora. Simplemente, el Gallo de Romero en Pueblo; y la Pajarita de Campmany en Arriba y en Informaciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario