Tras concluir el tercer artículo sobre mi serie mexicana para el blog, me hallaba reflexionando sobre el olvido de Luis Cernuda en el exilio español en México, cuando me llega el artículo de Antonio Lucas (MUNDO) sobre el malditismo del acaso más perdurable de la los poetas del 27. Cierto que las reuniones organizadas por la Unir en DF lo han sido en torno al exilio teatral, con José Bergamín y La sangre de Antígona como eje. Pero Cernuda no fue del todo ajeno al teatro; hizo una versión de Trolio y Crésida. Octavio Paz, dio a conocer, muerto el poeta sevillano, una obra que desconozco titulada La familia interrumpida. Insuficiente sin duda frente a la producción de Max Aub y de José Bergamín, por citar sólo los más prolíficos. Pero teniendo en cuenta que sí salio a relucir Adolfo Sánchez Vázquez, el filósofo de la estética y el marxismo, al que reivindiqué como poeta por su libro El pulso ardiendo, no deja de ser insólito que nadie de los ponentes sacara a relucir el nommbre de Cernuda. Máxime cuando toda la generación del 27 fue ampliamente citada e incluso Ignacio Amestoy prepara un ciclo sobre el teatro de vanguardia menos conocido de tan grandes poetas. Justo en esos instantes vino el momento maldito, pues jugando con el Tweter y el blog, el artículo se me fue al carajo.Tengo, pues, que reconstruirlo de memoria. Pero a raiz del tuiter de Antonio Lucas que responde diciendo que LM Panero es un maldito de manual, Lorca un maldito de destino y Luis Cernuda un maldito radical, me veo obligado a echar mano, siquiera sea de paso, del malditismo bien peinado de Cernuda. Muy de paso, y quede la cosa para otro dia, aunque sigo pensando que, en términos estrictos, la poesía española carece de malditos, y que Umbral, para reivindicar a Lorca en el tardofranquismo, tuvo que aplicarle aplicarle ese apelativo, más inócuo que el de rojo o maricón. De maldistimo, por cosa de homosexualidad y desarraigo, estaría llena la poesía española, incluso en estos tiempos de poesía almibarada. Mis referencias imposibles de meter en 140 caracteres, son, fundamentalmente, Rimbaud, Genet, Artaud, carne de presidio y manicomio.
Pero dejemos a un lado a Luis Cernuda, no sin reconocer la brillantez formal del artículo de Antonio Lucas, quizá el mejor columnista de periódico de estos momentos en la joven pléyade española, y al que hace no mucho definí como un articulista de refinado y contundente de estilo, con un kalasnikov al brazo. Importa volver sobre México en este dia de difuntos, pues la muerte allí es una celebración y un gozo y quizá algo tenga que ver con ello la violencia histórica, revolucionaria o no, que sacude a este hermoso país. La sangre de Antígona, que ha dirigido Nacho García, sigue dividiendo a los españoles y cayendo sobre la convulsa vida de México. No se habló, pues de Cernuda ni de los toreros españoles en México ni de los pleitos entre las dos aficiones y las dos torerías, porque no era el caso. No he querido salir a la calle de Madrid por no encontrarme con una procesión triste de difuntos ni con el millón de muertos que fantaseaba lúgubremente la mujer con alcuza de Dámaso Alonso; aunque muchos de esos muertos se hayan ido de puente a la costa o la montaña.
Sólo el gran aficionado taurino y gran actor, Arturo Beristain, el Creonte de La sangre de Antígona, aprovechando el taurinismo de Bergamín sacó a relucir los toros; yo enté al quite del toro que la mesa presidencial me había puesto en suerte, y hablamos el El arte de birliburloque, La música callada del toreo, Joselito, Belmonte y Rafael de Paula. El tercio de quites con Beristain, dado sus conocimientos de tauromaquia, podía haber durado toda la mañana; lo cual no hubiera sido ya un tercio, sino una corrida.
Remato aquí sin poder contar mi historia del Timbalero, pues me llama Alberto Estella desde Salamanca para contarme los pormenores del premio de este año otorgado al articulo Robo al Capea. Lo contaré mañana, pues también yo fui Timbalero. Y contaré la historia de Indalecio Prieto y Manolete en México, lo cual le gustará seguramente a Arturo Beristain y que no se me olvide hablar del libro de Paco López Barrios ( Huerga-Fiero Edit) que, sin haberlo leido tiene ya acojonada (acollonada diría Luis Maria Anson) a la taurinada: desde las pinturas de Altamira, hasta las últimas hipocresías de los humanistas antitaurinos. Y los últimos cambalaches de a Fiesta.
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