Concluyeron las Jornadas del II
Encuentro Internacional de Críticos de la UNIR, Universidad también
internacional. Espléndidas y didácticas; y dialécticas: discusión abierta
sobre montajes en particular y problemas de teatro en general con perpleja, en
ocasiones, participación del público. En
estos días, los montajes que mayor interés han suscitado son: Donde hay agravios no hay celos, Rojas Zorrilla y Helena Pimenta en plenitud;
de hermosa factura y exquisitez, La bella
Jarifa; el honor de un abencerraje, el honor de un alcalde, la tolerancia
de un padre ofendido: aires de romances moriscos, de frontera y de amor. Y la conmovedora hermosura de una mujer de hierro
con apariencia de cristal. Belleza, pura belleza; y buen cante romancesco y algo de baile.
El más polémico, la deconstrucción de Hamlet por parte de Baracco: ruido y furia. En cierta medida un montaje contra el texto. Un
ejemplo; Laertes y Claudio planean meticulosamente el
duelo con Hamlet, la manipulación de
la espada; luego, la lucha se resuelve con bates de beisbol golpeando
furiosamente paneles de metal. A eso llamo ir contra el texto: la acción
contradice y niega la palabra recién pronunciada.
Brillante y ortodoxo el Otelo, de Eduardo Vasco;
el moro de Venecia, sigue siendo un gilipollas y Eduardo Vasco nada hace
por disimularlo; Yago sigue siendo un personaje
fascinante: el malo de todos los malos de la historia; Vasco tampoco hace nada
por disimularlo. Es uno de esos montajes sobre los que apetece escribir,
incluso meterse en lios. Vendrá pronto a Madrid, como el Rojas Zorrilla de
Pimenta. Bobas y gallegas es un
ingenioso espectáculo a medio hacer; crecerá sin duda. Quico Cadaval, su autor, lo
tiene claro aunque verde. Al principio, el ñaque
de Bobas y gallegas son espejo de Vladimiro y Estragón; después son Rios y Solano, de El viaje entretenido de Rojas Villaldrando. Gallegos segando, o afilando, por los campos
de Castilla. Y a flor de piel, Rosalía
de Castro: “castellanos de Castilla tratade ben os galegos; cando van, van como rosas; cando
ven, ven como negros”. Como negros, seguro; pero también gozosos. Poco se ha
hablado del fornicio, de la simiente que plantaron en las mozas castellanas.
Cadeval me habla de un libro de Peinado,
cuyo título no recuerdo. Me cede un verbo que aclara la cuestión de la
lujuria: galiciar o sea, menos
lloros y lamentaciones; la fornicación
aliviaba las penas. Muchas mujeres castellanas fueron
jubilosamente galiciadas. Tengo que
buscar ese libro. El coloquio y el
debate con Quico Cadaval, fue el coloquio estrella. Juan Zamora habla de la “gallega hermafrodita”, montón de huesos, saco de sebo, bigotuda etc….Con
este panorama, yo creo que los gallegos no sólo venían, de agosteros
emigrantes, a segar en los inhóspitos
campos de Castilla. Una de las periodistas que mejor ha entendido Bobas y gallegas es Esther Alvarado que, en su inocencia, sigue preguntándose por
qué los críticos no aplaudimos en el teatro. He prometido explicárselo un dia que
me invite a comer en el Gijón, para
ponerle imagen a mi libro Historias
golfas del Café. Las crónicas de Esther Alvarado en el Mundo, son ya un referente de este Festival de teatro clásico.
Al pasar por delante de la iglesia de
San Agustín a Ana Merino Herrero le da una punzada en el estómago. Debiera
haberle dado en el corazón, pero no, menos mal; es cosa de gastronomía y no de
sentimentalidad. En esta Iglesia, hace más de treinta años vimos uno de los
mejores montajes de La vida es sueño que
he visto en mi vida: un grupo búlgaro con un Segismundo apolíneo y espectacular. Ese adonis no sé si se enamoro
de Ana, pero se hacía el encontradizo en cualquier rincón, restaurante, o solanera
y ponía ojitos de carnero moribundo. Este Segismundo aspiraba al Premio Lenin,
que ya tenía el que hacía de Rey Basilio. ¡Qué tiempos, Dios Santo!. La punzada
de Ana, como un calambre, ha sido sólo en el estómago, no en el corazón.
Vuelta a Colmenar Viejo. Aire fresco
y saludable. A esperar el fallo del jurado de notables que pondrá sobre la mesa
de doña Ana Botella la elección del
director del Español. Un proceso, en principio democrático,
acaba en decisión personal de la alcaldesa y sus cortesanos. Con razón algunos
se postulan como candidatos del PP, sean
quienes sean los miembros del jurado selector. Ojo al parche.
Por lo demás, acabo de empezar mis
memorias teatrales. La iglesia de San Agustín y el pinchazo en el estómago de
Ana tienen la culpa. Y un gesto de Natalia Menéndez que me ha recordado una
divertida aventura con su padre, Juanjo
Menéndez. Pero esto posiblemente no interese a nadie más que a mí. Me he
propuesto tenerlas publicadas para el próximo Festival de Almagro. Se lo he
prometido a Esperanza y a César Rosell, de El periódico de Cataluña. Lo prometido es deuda.
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