lunes, 7 de julio de 2014

ADIOS A ALMAGRO Y UNA PUNZADA EN EL CORAZÓN


Concluyeron las Jornadas del II Encuentro Internacional de Críticos de la UNIR, Universidad también internacional. Espléndidas y   didácticas; y dialécticas: discusión abierta sobre montajes en particular y problemas de teatro en general con perpleja, en ocasiones,  participación del público. En estos días, los montajes que mayor interés han suscitado son: Donde hay agravios no hay celos, Rojas Zorrilla y Helena Pimenta  en plenitud; de hermosa factura y exquisitez, La bella Jarifa; el honor de un abencerraje, el honor de un alcalde, la tolerancia de un padre ofendido: aires de romances moriscos, de frontera y de amor. Y  la conmovedora hermosura de una mujer de hierro con apariencia de cristal. Belleza, pura belleza; y buen cante romancesco y algo de baile.

 El más polémico, la deconstrucción de Hamlet por parte de Baracco: ruido y furia. En cierta medida un montaje contra el texto. Un ejemplo; Laertes y Claudio planean meticulosamente el duelo con Hamlet, la manipulación de la espada; luego, la lucha se resuelve con bates de beisbol golpeando furiosamente paneles de metal. A eso llamo ir contra el texto: la acción contradice y niega la palabra recién pronunciada.

 Brillante y ortodoxo el Otelo, de Eduardo Vasco; el moro de Venecia, sigue siendo un gilipollas  y Eduardo Vasco nada hace por disimularlo; Yago sigue siendo un personaje fascinante: el malo de todos los malos de la historia; Vasco tampoco hace nada por disimularlo. Es uno de esos montajes sobre los que apetece escribir, incluso meterse en lios. Vendrá pronto a Madrid, como el Rojas Zorrilla de Pimenta. Bobas y gallegas es un ingenioso espectáculo a medio hacer; crecerá sin duda. Quico Cadaval, su autor,  lo tiene claro aunque verde. Al principio, el ñaque de Bobas y gallegas son espejo de Vladimiro y Estragón; después son Rios y Solano, de El viaje entretenido de Rojas Villaldrando.  Gallegos segando, o afilando, por los campos de Castilla. Y a flor de piel, Rosalía de Castro: “castellanos de Castilla tratade ben  os galegos; cando van, van como rosas; cando ven, ven como negros”. Como negros, seguro; pero también gozosos. Poco se ha hablado del fornicio, de la simiente que plantaron en las mozas castellanas. Cadeval me habla de un libro de Peinado, cuyo título no recuerdo. Me cede un verbo que aclara la cuestión de la lujuria: galiciar o sea, menos lloros  y lamentaciones; la fornicación aliviaba las penas.  Muchas mujeres castellanas fueron jubilosamente galiciadas. Tengo que buscar ese libro. El coloquio y el debate con Quico Cadaval, fue el coloquio estrella. Juan Zamora habla de la “gallega hermafrodita”,  montón de huesos, saco de sebo, bigotuda etc….Con este panorama, yo creo que los gallegos no sólo venían, de agosteros emigrantes,  a segar en los inhóspitos campos de Castilla. Una de las periodistas que mejor ha entendido Bobas y gallegas es Esther Alvarado que, en su inocencia, sigue preguntándose por qué los críticos no aplaudimos en el teatro. He prometido explicárselo un dia que me invite a comer en el  Gijón, para ponerle imagen a mi libro Historias golfas del Café.  Las crónicas de Esther Alvarado en el Mundo, son ya un referente de este Festival de teatro clásico.

Al pasar por delante de la iglesia de San  Agustín a Ana Merino Herrero le da una punzada en el estómago. Debiera haberle dado en el corazón, pero no, menos mal; es cosa de gastronomía y no de sentimentalidad. En esta Iglesia, hace más de treinta años vimos uno de los mejores montajes de La vida es sueño que he visto en mi vida: un grupo búlgaro con un Segismundo apolíneo y espectacular. Ese adonis no sé si se enamoro de Ana, pero se hacía el encontradizo en cualquier rincón, restaurante, o solanera y ponía ojitos de carnero moribundo. Este Segismundo aspiraba al Premio Lenin, que ya tenía el que hacía de Rey Basilio. ¡Qué tiempos, Dios Santo!. La punzada de Ana, como un calambre, ha sido sólo en el estómago, no en el corazón.

Vuelta a Colmenar Viejo. Aire fresco y saludable. A esperar el fallo del jurado de notables que pondrá sobre la mesa de doña Ana Botella la elección del director del Español. Un proceso, en principio  democrático, acaba en decisión personal de la alcaldesa y sus cortesanos. Con razón algunos se postulan como  candidatos del PP, sean quienes sean los miembros del jurado selector. Ojo al parche.

Por lo demás, acabo de empezar mis memorias teatrales. La iglesia de San Agustín y el pinchazo en el estómago de Ana tienen la culpa.  Y un gesto de Natalia Menéndez  que me ha recordado una divertida aventura con su padre, Juanjo Menéndez. Pero esto posiblemente no interese a nadie más que a mí. Me he propuesto tenerlas publicadas para el próximo Festival de Almagro. Se lo he prometido a Esperanza y a César Rosell, de El periódico de Cataluña. Lo prometido es deuda.  

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