A propósito de mi artículo en la
revista Artez sobre la marcha de Natalio
Grueso, algunos lectores me han planteado, y se han planteado, algunas dudas e
interrogantes. Respondo a ellas sin ánimo de polemizar ni siquiera de
profundizar. El título ciertamente induce a error; El señor Grueso no cambia el teatro por la
novela, aunque bien pudiera, pues La
soledad es, como dice la propaganda, mágica e hipnótica. Y como dice Paulo Coelho, “novela delicada,
hermosa y conmovedora”. Lectura obligada de verano que, como novela, yo he seleccionado junto a Perla Roja, de Jesús Pardo, cuya vitriólica inteligencia empieza a hallar remanso
en una ironía cada vez más sutil y sardónica. De ambas me ocuparé in
extenso antes de que llegue agosto.
Las dudas e interrogantes de mi
artículo en Artez se centran en los motivos por los que Natalio Grueso ha dejado el Español y si tras
ellos puede agazaparse el temor a una amenaza de privatización de los teatros
municipales paralizada tras la movida del Fernando Fernán Gómez. Natalio
Grueso dijo en aquella ocasión, “no conmigo”; a lo que algún político municipal
y espeso, respondió entre bastidores:
“pues se hará sin él”. La privatización, quiero decir. No creeré, aunque lo vea escrito, que tras el
nombramiento de Pérez de la Fuente,
pueda esconderse esa estrategia ni ese
objetivo, aunque es cierto que la privatizaciones tienen siempre perfiles
difusos. Por ejemplo, los teatros del Canal con Jorge Cuiñas de gerente, ¿son públicos o privados?.
En lo que yo conozco hasta ahora de Pérez de la Fuente, eso sería imposible en él. Puede haber discrepancias con su línea programática; pero hay dos cosas inherentes, pegadas a su naturaleza: la independencia creadora y la ausencia de
sectarismos castradores, aunque eso, por supuesto, puede haber cambiado en los
procelosos años que ha pasado desde que dejó el CDN. Siempre habrá
servidumbres o amiguismos veniales, o nepotismo sentimental, aunque no mayores de lo que es habitual en un mundo tan zarandeado como el
teatro, tan obligado siempre a
defenderse y a sobrevivir. En ese sentido, el hombre que vino Talamanca de Jarama no se casa ni con Dios.
Ha hecho público ya un esbozo de su programa; pero de ello no pueden sacarse
conclusiones difinitivas y es tan amplio y difuso que es imposible no estar de
acuerdo en algo. Su principal declaración de principios parece alentadora al
menos para gente poco amante del orden. “Quiero ser una mosca cojonera, que
esta casa sea un desbarajuste”.
Una cosa es la acracia y la utopía y otra cosa
muy distinta es el caos. A Pérez de la Fuente lo puedo ver en el caos gozoso,
pero no lo veo como un esbirro de grupos
de presión. Por cierto, un numeroso grupo “interclasista” de gente de la
cultura le ha dado a Mariano Rajoy
un ultimátum de dos meses para que suprima el 21%
de Iva con que asesina la cultura. Macbeth se limitó a asesinar el
sueño; los políticos, faltos de ideales nobles y ágrafos por falta de tiempo para la lectura, asesinan la cultura, que es fuente de
libertad. Dos meses: ¿tan largo me lo fiais?. En dos meses muchos grupos
teatrales y proyectos teatrales pueden estar muertos.
De momento Pedro Corral, delegado de las Artes del Ayuntamiento, ha afirmado, o a él se atribuye, que la
candidatura de Pérez de la Fuente era la menos votada de las tres finalistas.
Lo que ha dado pie a Jaime Lissavetzky,
portavoz de Cultura del Ayuntamiento, para pedir las actas del Comité Asesor. Esa declaración, de ser cierta, parece un contradios innecesario. En
este contexto, lo más llamativo y que puede prestarse a interpretaciones varias
del discurso de Pérez de la Fuente es lo siguiente: “que sean los profesionales
del teatro y no los políticos, ni de izquierdas ni de derechas", los que lo
dirijan el tinglado de la vieja farsa.
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