Hamlet empieza a preocuparme; es una
pesadilla. A las últimas críticas de Hamlet siempre las ha acompañado algún
desastre. Su venganza, sus terribles fantasmas van más allá de la aniquilación
de Laerte, Claudio, Gertrudis;
alcanza a periódicos y periodistas. Escribí a propósito del Hamlet de Alberto San Juan que era el peor Hamlet
de mi vida y se organizó el cirio al que contribuyeron ciertas imprevisiones expresivas del artículo. A propósito del
Hamlet de Baracco he afirmado por
activa y por pasiva que “es un montaje contra el texto”. De nuevo el espectro
de Hamlet, no el del padre, ha urdido una oscura trama desestabilizadora. Bien podría
yo decir, como se dice en el desafío del
Tenorio: “imposible lo hais dejado para vos y para mí”. Temo a Hamlet y temo el
discurrir de estos tiempos y temo la contribución de los periódicos a los
desastres que se avecinan. Pero no hay mal que por bien no venga: en tiempos de
aflicción yo prefiero, en contra de Ignacio
de Loyola, hacer mudanza. Comienzo, aquí en Almagro, la redacción de mis
memorias de teatro. Casi cincuenta años pueden dar para mucho. De todas las
memorias teatrales que conozco en España, el corrosivo Tan lejos tan cerca, de Adolfo
Marsillach me parece modélico.
El despertar de Almagro es una invitación a la
melancolía. Y a una difusa fe incluso para volterianos y descreídos: sonido de campanas
de alguna iglesia o convento; si se tiene aún en la memoria recentísima la Teresa de Jesús de Julia Gutiérrez Caba y José
Luis Gomez, el efecto es del todo sorprendente: armonía rota por la mística
y la palabra sublimes. Almagro y días de Festival. El tiempo pasa de otra manera. Y hasta los adoquines de sus
calles parecen alfombra roja, moqueta acogedora.
Los coloquios de la mañana entre críticos y
creadores, en las Jornadas organizadas por el departamento de teatro de
la Unir, son una escuela de dialéctica. Ignacio
Amestoy se ha puesto enfermo, y ha dejado solo a Antuñano, el sabio, que luce un estilo similar al de Amestoy:
puño de hierro en guante de terciopelo. La Unir tiene un compromiso colateral a
sus tareas docentes: expandir el teatro, producir algún espectáculo, gastar
unos dineros que pueden ser de lo más fecundo de esta Universidad on line. No
sé si el mundo de la farándula es consciente del esfuerzo de la Universidad Internacional de
la Rioja on line. Pedigüeños por necesidad no por gusto, muchos cómicos buscan viáticos en la economía
galopante de Arrufat, que es el
máximo contable jerárquico de unas cuentas
desbordadas, que a veces no cuadran por culpa de los “dispendios” teatrales; yo
creo que eso es una inversión fecunda y con buen futuro. Tengo que
preguntárselo a Amestoy, a María Luengo
o al propio Arrufat que es de más jerarquía económica.
Peor está la Guindalera de Juan Pastor amenazada de cierre y
extinción para antes de Navidades si
Dios no lo remedia. Y como los cómicos son gente de mal vivir, con recelos acogidos a sagrado, siempre extramuros, no parece que la cuestión vaya a tener
arreglo. Antes que a Dios habrá que
encomendarse al ministro Wert, al
ministro Montoro y el puto Iva del
21% caníbal. Al secretario de cultura, señor Lasalle, con fama, discurso y palabra de progreso, a trasmano del
gobierno del que forma parte, prefiero no encomendarme. Dicen que Lasalle es el
verso suelto, quizá el estrambote de un gobierno nefando; vale. Que demuestre
algo de una puñetera vez. Porque, de seguir así, de político avanzado va a
quedarse solamente en progre. Y lo lamento por Pilar del Rio Saramago que tiene puestas en Lasalle esperanzas
acaso exageradas.
Escrito está: cuando veas que la
Guindalera sucumbe es que se aproxima el fin de los tiempos teatrales. Ley de
mercado. ¿No queríais economía de mercado?. Pues tomad liberalismo salvaje. Lo
malo es que el Estado sigue siendo un instrumento de clase: la clase dominante.
Aquí en Almagro hay tiempo para todo. Y una de
las cosas que más preocupan es quién será el próximo director del Teatro
Español, sede vacante desde que hace unas semanas la dejó Natalio Grueso. Todo el personal alaba el “código de buenas
costumbres” que supone el concurso para acceder a la dirección del Teatro
Español. Cierto; mejor un tribunal de notables que el dedo de un político
perverso o el viento sublime del amiguismo. Un jurado no es una garantía
absoluta, pues puede ser preparado ad
hoc en simulación de democracia. Además la última palabra, sobre los tres
elegidos, la tendrá la señora alcaldesa doña Botella. Parece ser que, presentados los papeles y proyecto pertinentes, quienes más
posibilidades tienen son Gerardo Vera
y Juan Carlos Pérez de la Fuente. Con
Eduardo Galán o Carme Portaceli para
completar la terna. En mi humilde y modesta opinión creo que Juan Carlos Pérez
de la Fuente hace mal en postularse como el candidato del PP. Eso no le va a
ayudar, aunque la última decisión la tome doña Botella. Gerardo Vera no se postula por nada ni por nadie: una
trayectoria brillante e independiente. Ambos
han sido directores de CDN. Perez de la Fuente hizo una programación
abierta a todas la tendencias sin exclusiones políticas, en ocasiones con el disgusto
evidente del PP y siempre con el apoyo de su superior, el también postulante Eduardo
Galán.
Examinado el Jurado, uno a uno yo no me
atrevería a afirmar que sean voluntades dirigibles y sumisas a sugerencias: José Luis Gómez, Ignacio
Amestoy, Carlos Hipolíto, José Luis Alonso de Santos, Ignacio García
Garzón, Socorro Anadón; ¿izquierda, derecha?. Yo diría, simplemente,
independencia. A algunos, más que como jurados, yo los vería como directores
del Español
Donde hay agravios no hay celos, Rojas
Zorrilla sigue
siendo el estreno estrella, no desbancado por la expectación que había
suscitado el Hamlet de Baracco. Y del Hamlet complejo, a la simplicidad de una bobería como el propio
nombre indica, Bobas y gallegas, unas
veces cerca de Vladimiro y Estragón, de Esperando a Godot, y otras más próximo a los cómicos de la
legua, al Viaje entretenido de Rojas Villaldrando y sus actores, Rios, Ramírez, Solano…
Impacto de las sesiones de Cómicos de la Lengua, teatro de cámara,
lecturas de arte y ensayo con el magisterio imponente de Julia Gutiérrez Caba en Teresa
de Jesús y el milagro siempre renovado de José Luis Gómez, haciendo visible
y tangible un texto imposible como El
cantar de Mio Cid: palabra épica, como
dijo la sabia académica Inés Fernández
Ordóñez. Me hubiera gustado ver la Celestina, con Israel Elejalde, Carmen Machi y Beatriz Argüello, que pudo haber sido la actriz fetiche de Pérez de
la Fuente, que al final fue la divina María Jesús
Valdés. Hoy, el dia promete ser fecundo: un Otelo estimulante de Eduardo
Vasco y La bella Jarifa, un
primor, una belleza. Dicen.
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