domingo, 6 de julio de 2014

LAS VENGANZAS DE HAMLET. Y LA SEDE VACANTE DEL ESPAÑOL


Hamlet empieza a preocuparme; es una pesadilla. A las últimas críticas de Hamlet siempre las ha acompañado algún desastre. Su venganza, sus terribles fantasmas van más allá de la aniquilación de Laerte, Claudio, Gertrudis; alcanza a periódicos y periodistas. Escribí a propósito del Hamlet de Alberto San Juan que era el peor Hamlet de mi vida y se organizó el cirio al que contribuyeron ciertas imprevisiones  expresivas del artículo. A propósito del Hamlet de Baracco he afirmado por activa y por pasiva que “es un montaje contra el texto”. De nuevo el espectro de Hamlet, no el del padre, ha urdido una oscura trama desestabilizadora. Bien podría yo decir, como  se dice en el desafío del Tenorio: “imposible lo hais dejado para vos y para mí”. Temo a Hamlet y temo el discurrir de estos tiempos y temo la contribución de los periódicos a los desastres que se avecinan. Pero no hay mal que por bien no venga: en tiempos de aflicción yo prefiero, en contra de Ignacio de Loyola, hacer mudanza. Comienzo, aquí en Almagro, la redacción de mis memorias de teatro. Casi cincuenta años pueden dar para mucho. De todas las memorias teatrales que conozco en España, el corrosivo Tan lejos tan cerca, de Adolfo Marsillach me parece modélico.

 El despertar de Almagro es una invitación a la melancolía. Y a una difusa fe incluso para  volterianos y descreídos: sonido de campanas de alguna iglesia o convento; si se tiene aún en la memoria recentísima la Teresa de Jesús de Julia Gutiérrez Caba y José Luis Gomez, el efecto es del todo sorprendente: armonía rota por la mística y la palabra sublimes. Almagro y días de Festival. El tiempo pasa  de otra manera. Y hasta los adoquines de sus calles parecen alfombra roja, moqueta acogedora.

 Los coloquios de la mañana entre críticos y creadores, en las  Jornadas  organizadas por el departamento de teatro de la Unir, son una escuela de dialéctica. Ignacio Amestoy se ha puesto enfermo, y ha dejado solo a Antuñano, el sabio,  que luce un estilo similar al de Amestoy: puño de hierro en guante de terciopelo. La Unir tiene un compromiso colateral a sus tareas docentes: expandir el teatro, producir algún espectáculo, gastar unos dineros que pueden ser de lo más fecundo de esta Universidad on line. No sé si el mundo de la farándula es consciente del esfuerzo de la Universidad Internacional de la Rioja on line. Pedigüeños por necesidad no por gusto,  muchos cómicos buscan viáticos en la economía galopante de Arrufat, que es el máximo contable jerárquico de  unas cuentas desbordadas, que a veces no cuadran por culpa de los “dispendios” teatrales; yo creo que eso es una inversión fecunda y con buen futuro. Tengo que preguntárselo a Amestoy, a María Luengo o al propio Arrufat que es de más jerarquía económica.

Peor está la Guindalera de Juan Pastor amenazada de cierre y extinción para antes de  Navidades si Dios no lo remedia. Y como los cómicos son gente de mal vivir, con recelos  acogidos a sagrado, siempre extramuros,  no parece que la cuestión vaya a tener arreglo. Antes que a Dios  habrá que encomendarse al ministro Wert, al ministro Montoro y el puto Iva del 21% caníbal. Al secretario de cultura, señor Lasalle, con fama, discurso y palabra de progreso, a trasmano del gobierno del que forma parte, prefiero no encomendarme. Dicen que Lasalle es el verso suelto, quizá el estrambote de un gobierno nefando; vale. Que demuestre algo de una puñetera vez. Porque, de seguir así, de político avanzado va a quedarse solamente en progre. Y lo lamento por Pilar del Rio Saramago que tiene puestas en Lasalle esperanzas acaso exageradas.

Escrito está: cuando veas que la Guindalera sucumbe es que se aproxima el fin de los tiempos teatrales. Ley de mercado. ¿No queríais economía de mercado?. Pues tomad liberalismo salvaje. Lo malo es que el Estado sigue siendo un instrumento de clase: la clase dominante.

 Aquí en Almagro hay tiempo para todo. Y una de las cosas que más preocupan es quién será el próximo director del Teatro Español, sede vacante desde que hace unas semanas la dejó Natalio Grueso. Todo el personal alaba el “código de buenas costumbres” que supone el concurso para acceder a la dirección del Teatro Español. Cierto; mejor un tribunal de notables que el dedo de un político perverso o el viento sublime del amiguismo. Un jurado no es una garantía absoluta, pues  puede ser preparado ad hoc en simulación de democracia. Además la última palabra, sobre los tres elegidos, la tendrá la señora alcaldesa doña Botella. Parece ser que, presentados  los papeles  y proyecto pertinentes, quienes más posibilidades tienen son Gerardo Vera y Juan Carlos Pérez de la Fuente. Con Eduardo Galán o Carme Portaceli para completar la terna. En mi humilde y modesta opinión creo que Juan Carlos Pérez de la Fuente hace mal en postularse como el candidato del PP. Eso no le va a ayudar, aunque la última decisión la tome doña Botella. Gerardo Vera no se postula por nada ni por nadie: una trayectoria brillante  e independiente. Ambos han sido directores de CDN. Perez de la Fuente hizo una programación abierta a todas la tendencias sin exclusiones políticas, en ocasiones con el disgusto evidente del PP y siempre con el apoyo de su superior, el también postulante Eduardo Galán.

 Examinado el Jurado, uno a uno yo no me atrevería a afirmar que sean voluntades dirigibles y sumisas  a sugerencias: José Luis Gómez, Ignacio Amestoy, Carlos Hipolíto, José Luis Alonso de Santos, Ignacio García Garzón, Socorro Anadón; ¿izquierda, derecha?. Yo diría, simplemente, independencia. A algunos, más que como jurados, yo los vería como directores del Español

Donde hay agravios no hay celos, Rojas Zorrilla sigue siendo el estreno estrella, no desbancado por la expectación que había suscitado el Hamlet de Baracco. Y del Hamlet complejo, a la simplicidad de una bobería como el propio nombre indica, Bobas y gallegas, unas veces cerca de Vladimiro y Estragón, de Esperando a Godot,  y otras más próximo a los cómicos de la legua, al Viaje entretenido de Rojas Villaldrando y sus actores,  Rios, Ramírez,  Solano…

Impacto de las sesiones de Cómicos de la Lengua, teatro de cámara, lecturas de arte y ensayo con el magisterio imponente de Julia Gutiérrez Caba en Teresa de Jesús y el milagro siempre renovado de José Luis Gómez, haciendo visible y tangible un texto imposible como El cantar de Mio Cid: palabra épica,  como dijo la sabia académica Inés Fernández Ordóñez. Me hubiera gustado ver  la Celestina,  con  Israel Elejalde, Carmen Machi y Beatriz Argüello, que pudo haber sido la actriz fetiche de Pérez de la Fuente, que al final fue la divina   María Jesús Valdés. Hoy, el dia promete ser fecundo: un Otelo estimulante de Eduardo Vasco y La bella Jarifa, un primor, una belleza. Dicen.    

 

1 comentario:

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