lunes, 7 de julio de 2014

SAN FERMIN. ABELLAN, INVÁLIDO, CORTÓ UNA OREJA


Si no fuera por lo que ocurre fuera del ruedo -la corrida y sus circunstancias- muchas veces un festejo taurino es la nada de la nada. Y en Pamplona más. O a la viceversa. Si no hay toros dignos de tal nombre, está el ajoarriero y la bota; los bocatas y el crianza. Los torrestrellas, pura ruina: mucha facha, pocas fuerzas y poca casta. O sea que, salvo la arboladura -impresionante la del quinto- bueyes de carreta;  con  levísimos  rescoldos de temperamento bravo.

Ferreras se estrelló incluso en banderillas. Luque en el territorio comanche de una vulgaridad que empieza  a ser alarmante; más estajanovismo que torería. Y Miguel Abellán, tan mermado o más que los toros, en el tono èpico de los últimos tiempos: contra los elementos y la incapacidad  física; es la casta temerosa de los cojos y los maltratados por un destino  de quirófano y cornada.  Abellán necesita quizá esos contratiempos para darse cuenta de que el hombre está por encima de la adversidad; cortó una oreja, en parte por renco -lo que siempre incita a la compasión samaritana-  y en parte porque sus muletazos al quinto fueron los mejores de la tarde. Yo no sé si,  dada la reiteración del heroísmo a contrapelo, a Miguel Abellán se le va a olvidar torear en circunstancias normales.

Mi solidaridad de cojo con este aguerrido torero. Y el deseo de verlo un dia sin quejumbres, cara de mártir y andando a pequeños saltitos porque  las piernas no lo sostienen. El torrestrella estaba tullido y perniquebrado, lo cual tapó en parte la invalidez de Abellán; no se puede tentar al destino; con un animal  poderoso y fuerte ¿qué le hubiera ocurrido al madrileño? De cojo a cojo, no lo fie todo al heroísmo, cuídese. Cambiar lesiones por orejas es una política arriesgada. Y como costumbre, una barbaridad. Una oreja de Pamplona, premio al sacrificio y a la ligazón de sus muletazos.

Seis toros seis estocadas.  O sea, eficacia estoqueadora.  Lo cual no quiere decir que se matara bien; ni por ejecución ni por colocación hubo estocada perfecta. Y la última de Duque necesitó descabello.

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