martes, 28 de octubre de 2014

RUEDO IBERICO; MIS RECUERDOS SECRETOS DE MANZANARES.

NOTA ACLARATORIA;
Ante la cantidad de tuits y correos que me acusan de poner a parir a Navalón, opto por ampliar este spot de Ruedo Ibérico con una nota aclaratoria válida como respuesta global: NO PONGO A PARIR A NAVALON. Lo admiré un tiempo como crítico en su primera etapa, sigo leyéndole y admirándole como gran prosista. Y, escrito está, me declaró su "sucesor". Honor que decliné, pues creo que en estas cosas no hay herederos ni sucesores ni falta que hace. "Ca uno es ca uno" Cuento simplemente la versión de MANZANARES  de una aversión   irreconciliable tras una gran amistad. Yo no escribía de toros por entonces. Por cierto, la versión de Navalón, atenuada claro, no difería demasiado de la del "fino torero alicantino", como dió en llamarlo ALFONSO. Aprendí mucho de Alfonso y releo sus libros. No por aprender estilo, que eso me lo ha enseñado los clásicos del Siglo de Oro, que me sé de memoria,  y  los mejores cronistas taurinos del XIX  y primera mitad del XX. Lo leí y leo como visión  global de su forma de enfocar sus mejores tiempos de crítico. No le PONGO A PARIR; CUENTO UNA HISTORIA, que es el deber de todo periodista. !va por ustedes!




Recuerdo de urgencia para un torero.

Ha aparecido muerto en soledad, en su finca. En realidad la muerte siempre es una aventura solitaria; aunque el difunto esté rodeado de mucha gente. Manzanares fue torero de toreros, el preferido, el de más elegante torería; y la bestia negra del tendido 7. Y para muchos que lo acusaron de ser tan elegante como tramposo delante del toro. Lamento su muerte porque lo conocí personalmente, a través de Pepe Diaz y fue una de las noches más divertidas de mi vida que terminó en Bocaccio de madrugada. Lo siento también por mi amigo Caco Senante, idólatra de Manzanares, aunque le queda la idolatría de Manzanares hijo. De estar vivo Pablo Pombo  estaría llorando. Y hasta mí llega el torrente de lágrimas inconsolables de Txetxu Mazuelas. Pombo pintó un magnífico Cristo,  primero titulado El Cristo de Manzanares. Más tarde Manzanares pegó un petardo en Las Ventas, uno más;  Pombo se cabreó  y cambió el título por El Cristo de los toreros. Ese espléndido cuadro, maravilloso, me lo regaló a mí y a  Ana. A él y a Pombo, les tengo dedicado, y publicado, unos de mis mejores poemas. sobre la soledad del Cristo.  La noche aquella que empezó en Gades, creo recordar, y concluyó en Bocaccio, Manzanares estuvo sembrado.
Navalón ya había empezado su campaña contra el torero del que había sido uña y carne y padrino, me parece, de alguno de sus hijos. Yo no escribía de toros, pero Pepe Diaz se empeñó en que le hiciese una entrevista que se publicó en la Cadena de Medios de Comunicación del Estado. Manzanares no dejó títere con cabeza, pero sin dramatismos. Me dió nombres de famosísimos críticos trincones, que por supuesto no mencioné. Y me explicó las razones de la insólita y furibunda inquina de Navalón, que había sido más que un hermano para él. Según Manzanares, la culpa la tuvo un Mercedes del que Navalón se había encaprichado y que el torero se negó a regalarle.

Navalón llegó a  publicar en Pueblo una foto del Manzana, vestido de mujer en una juerga en un país  Sudamericano. Acusar de travesti al mayor follador de los toreros, deseado por las mujeres más hermosas de España e Hispanoamérica, se tomó a chufla y Navalón y Pueblo hicieron el ridículo. De resultas de aquella noche salió una entrevista que levantó ampollas: “A mí no me inventó un crítico y tampoco me va a destruir un crítico”.

 A Manzanares la entrevista le gustó mucho y con su habitual ironía, al menos aquella noche de Bocaccio, le comentó a Pepe Diaz: “Es la entrevista mejor que han hecho y la más barata; dos páginas en 20 periódicos, por unos güisquis en Bocaccio”. No entendí lo de barato y me pareció normal que si él era un torero y yo un plumilla, o sea un  muerto de hambre, pagase él  los güisquis; Pepe Diaz me lo explicó con más detalle. No volví a verlo, pero al poco tiempo le mandó dos barreras a Pepe para que fuéramos a verlo a las Ventas.  Yo no empecé a escribir de toros hasta años después.

Nunca fui manzanarista, pero entiendo la veneración que le tienen los toreros. En definitiva, con su elegancia legitimó algunos vicios de estilo de los que otros hacen chapuza insoportable. Y eso siempre es de agradecer. Esta noche, ante El cristo de los toreros, del gran Pablo Pombo,  lugar preferente en el salón de mi casa, le restituyo no sin pesar, su nombre primero: El Cristo de Manzanares.

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