Malos tiempos para la lírica, decía Brecht. Y malos tiempos para el periodismo y la libertad. Y malos tiempos para todo. En estos momentos, dos obras sobre "las cloacas del poder y las cloacas del periodismo". Última Edición, de Galán-Olivares, de agónicos bolos por las provincias de la Metrópoli, cuyos elogios de más abajo reitero a pesar del montaje que parece hecho contra el texto. Pero el prolífico Gabriel Olivares tiene talento suficiente para rectificar un montaje desafortunado. Y acaso, acabar entrando en Madrid.
La otra obra, en el Galileo, Testosterona, con dos interpretaciones estupendas: M.A. Sola y Paula Cancio: la lucha por el poder en un periódico rebelde, en trance de cambiar la línea editorial. Un sobresalto ver a Paula Cancio dándole hirientes y despiadadas réplicas a Miguel Sola. Total, que el teatro viene a cumplir lo que es propio del periodismo y lo que los periodistas predicamos: la crítica a los poderes establecidos..
Vuelvo a Getafe donde, al principio
de la democracia (en el supuesto de que este fangal político pueda llamarse
democracia) pasé momentos de felicidad. Cultura y libertad, teatro y libertad. Recuerdos
indelebles de Andrés García Madrid, un poeta de trinchera que puso en marcha una
dinámica cultural que no sé si perdura. Me dicen que más o menos. Si no perdura que la recuperen. De momento el
nuevo alcalde, después de 30 años de gobierno y desgobierno de Pedro Torres, que de todo hubo, va a
rehabilitar el teatro de la calle Madrid, donde algunos vivimos momentos de
precaria, pero luminosa gloria: Maxi Rodríguez, profesor de Instituto y
director de El Rey se muere, por
ejemplo; Y la imponente reina mala, Pilar
Ortiz, y la reina buena, la frágil y bella Diana San José y la igualmente guapa, Nieves Domínguez. Benéfica inyección de juventud y belleza: el teatro como
regeneración.
Volví a Getafe para ver en el García Lorca, Ultima edición, de Eduardo
Galán y Gabriel Olivares, un
director prolífico y multilateral que asume
la responsabilidad del montaje. Recuerdo
de él un estupendo Oscar Wilde, hace
tiempo en el Maravillas, La importancia de llamarse Ernesto. Conocí
el texto de Ultima edición, cuando sólo lo firmaba Eduardo Galán, hace tiempo. Y me pareció el
texto idóneo para una situación política límite como la que estamos viviendo. La nueva
versión tiene algunos gags de índole cómica y caricaturesca que debilitan la
firme cohesión de la propuesta inicial. Pese a todo, Última edición sigue siendo una obra necesaria en la escena
española. Inexplicable que, en tiempos de corrupción absoluta y total, no entre en Madrid esta obra, acaso
la única del momento que aborda con valentía la corrupción total que
asuela España.
La censura, antes de lápiz rojo y
borrón, una grosería, puede adoptar otras formas más sutiles: no hallar teatro
o hallarle en condiciones inadmisimibles, o no encontrar editor para un libro
como el de Gregorio Morán hasta que
apareció, como sucede con frecuencia, Ramón
Akal. Ojalá Ramón tuviese un teatro. El García Lorca de Getafe la ha programado
y eso es algo que hay que agradecerle al Ayuntamiento presidido por Juan Soler que estaba allí, con dos
pares y con la que está cayendo en su partido.
Hay una frase que define la
literalidad y el espíritu de la obra:
“las cloacas del poder y las cloacas del periodismo”. Con esto está definida la
importancia política y teatral de Ultima edición; quede ello claro
mientras la obra agoniza de tumbo en tumbo y de bolo en bolo. El montaje no está a la altura del texto, pero esto no es
una crítica de teatro, sino un comentario político, lo cual no impide reconocer
la pobreza del montaje y el buen trabajo
del elenco con especial mención a Ana Ruiz y Natalia Dicenta.
Esta es la España de ahora, queridos lectores, la que
retrata Ultima Edición. Podrán decir
ustedes que en Iberia esto no es cosa nueva y no les negaré parte de razón. Recordemos
la Epístola de Quevedo, al Conde Duque de Olivares. O aquel dicho
popular referido al de Lerma cuando le hicieron cardenal para ocultar sus rapiñas:
“al mayor ladrón de España, para no ser ahorcado lo vistieron de morado”. Pero esto no es
ningún consuelo.
Cena de Baltasar: ceremonial de la
eucaristía.
Getafe recuperado y la Sala Kubik
Fabrik redescubierta o, mejor, descubierta. Por Usera; Kubik, uno de los
máximos exponentes del teatro de barrio que los habitantes incorporan a su vida
como el kiosko, la panadería, el estanco o el bar. Ver teatro como jugar al mus
en la tasca. En la Kubik vienen haciendo un teatro de auténtica calidad;
agitador, comprometido, de vanguardia. Casi
el 50% de su clientela se la proporciona el barrio. Luego, los montajes emigran
al circuito comercial con éxito seguro. O sea, la Kubik es una rampa de
lanzamiento. Ni un euro del Ayuntamiento o la Comunidad que, con todo lo que
afanan sus políticos depredadores, algo podían apoquinar.
El lunes me invitaron a una cena, La cena del Rey Baltasar, un Calderón
puro por el verso; e impuro, entre
comillas, por la versión de Carlos Tuñón; un auto sacramental con doce
comensales, los doce discípulos de Cristo, se me ocurre a mí, en torno al Rey Baltasar y los pecados y la
confusión de lenguas de Babilonia: la idolatría, la vanidad, el pensamiento, el
profeta Daniel, la muerte. En los
actores está el ritual, la ceremonia; en los doce comensales invitados a una
especie de comunión bajo las dos
especies de pan y de vino, puede estar
el espectáculo. Doce privilegiados cada dia que tienen acceso a la taquilla:
unos no resisten la mirada de los actores y menos el contacto físico y miran al
suelo o al techo cohibidos; otros comen el pan antes de tiempo y beben el vino
o rebullen en las sillas.
Baltasar sueña, siempre Calderón y el
sueño de la vida, y sueña una cena litúrgica. Fluye el verso clásico y algunas canciones modernas, como
entremeses para relajar la tensión: rito, lascivia, teología, filosofía expresión
gestual de los actores con predominio de Jesús
Barranco en Baltasar. Y sobre todo teatro ceremonial; ahí van todos los
actores, tras reflexionar sobre los
méritos de cada cual y calificarlos de excelentes, algunos con más excelencia
que otros: Antonio R. Liaño, Ruben Frías, Alejandro Pau, Enrique Cervantes, Kev de la Rosa. Final
imprevisto, desconcierto tras la comunión y la liturgia, Baltasar vuelve a recobrar la entidad de sueño
y la naturaleza de Rey. Su soledad. La Sacerdotisa, María Diaz, publicista de estos milagros teatrales,
prepara un cena, especial para escogidos, de estos doce apóstoles entre los que
no habrá, creo, ningún Judas desleal.
Solo la traición convicta y confesa de la Sala Kubik al teatro convencional de
mesa camilla. Aquí también hay una mesa: la mesa de la eucaristía del buen
teatro.
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