El otro dia, en el salón isabelino de
Lhardy, Carlos Abella dio una charla
sobre los Toros en el histórico restaurante. Muchos esperaban que el gerente de Asuntos Taurinos
de la CAM se centrara en el homenaje a Manolete
y las tertulias de Antonio Ordóñez en
los sesenta. Pero Abella es más que un escritor
taurino y Lhardy mucho más que un centro
de toros, aunque memorables hayan sido algunos acontecimientos taurinos en sus
salones. Lhardy fue picadero de reyes y aristócratas o, cuando menos, preámbulos
de recebo; esta cuestión del recebo la explicó muy bien Ignacio Amestoy en Violetas para un Borbón. Además de picadero aristocrático, quizá lo
de menor relieve, Lhardy fue centro de conspiraciones, eje de la vida nacional
monárquica y republicana, y de una clandestinidad, de orden y
tolerada, durante el franquismo. Los clandestinos intolerados e intolerantes, no iban a
Lhardy. Al lado de Lhardy La Fontana de Oro, donde don Benito Pérez Galdos, sitúa las tertulias del liberalismo, y del absolutismo cafre de Fernando VII.
La primera pensión que me hospedó en
Madrid estaba al lado de Lhardy. Un dia entré a tomarme un caldo, un exceso.
Cuando pude tomarme el caldo con un Jerez fue el inicio de una precaria
prosperidad. Cuando, gracias a Francisco Umbral y Pepe Hierro, accedí a sus celebérrimos cocidos, en presentaciones de libros, llegué a la
conclusión de que la excelencia de
los cocidos de mi madre en Torre de los Molinos era insuperable. Paco Umbral, en la comida, era un tiquismiquis que se contentaba con la sopa y
la verdura; pero Pepe Hierro y yo nos poníamos morados, valga lo vulgar de la
expresión en tan ilustre lugar.
Carlos Abella puso el no hay
billetes, hasta en la escalera y cerca de la calle escuchaban su discurso hecho
de la memoria histórica y de sus vivencias personales. Allí estaba mi querido
Alfaqueque, Rafael Flores, el que
más sabe de Jardiel Poncela, Mio Jardiel; mi querido, aunque él no acabe de creérselo, Javier Sánchez Arjona, uno de los ganaderos más de derechas y más honrados de todo el campo
bravo y eso que, en lo de derechas, hay donde elegir; tanto que a mi me llama
rojo; jóvenes del toro como la señorita Sánchez Grande y un gran número de aficionados, de tendido y de
callejón, de las Ventas. Eché en falta algunos jerifaltes de
la cosa, pero Abella cortó las dos orejas. Es, además de taurófilo, biógrafo de
Adolfo Suárez, puente entre el
presidente Calvo Sotelo, el
Breve, y Felipe González; e historiador
de toros. Y gastrónomo. Un español atípico que “no embiste cuando se digna usar
de la cabeza”. Por eso no se limitó al Lhardy taurófilo. Hizo bien en recordar al jurado que escogió hace muy pocos a los 10 mejores toreros del siglo XX. Yo estaba en ese jurado y nos llovieron palos por todos los lados; mi admirado Santiago Martín el Viti aún sigue reprochándome que no eligiéramos entre los 10 a Manuel Benitez el Cordobés. Asombroso el afecto que los grandes de los 60 mantienen por el Pelos.
Recordó el homenaje de
los poetas de entonces a un Manolete adusto que sólo se expresaba con la muleta
en la mano. Por entonces Manolete ya se carteaba con Indalecio Prieto en el exilio de México, “de español a español”,
alarma en el Régimen que volcó en Lhardy todos sus
efectivos: Pemán, Cela, Agustín
de Foxá, Mourlane Michelena, Adriano del
Valle, Alfaro, Marqueríe, García Serrano, buena parte de los autores del Cara al Sol… De los poemas que he releído muchas veces,
me quedo con algunos versos del soneto de Marqueríe, el crítico de
teatro: “Miércoles de ceniza es tu faena/ ya lo
anuncia el mechón sobre tu frente/. (…) Junto al cuerno la muerte se ha dormido./. Qué gloria ser de Córdoba y
torero”, poema premonitorio de la tragedia de Linares; el 30 de agosto del
47 ABC publicó el memorable poema de Foxá del que extraigo unos versos: “Yo
saludo al torero más valiente del mundo/. Saludo el abanico difícil de tu
izquierda / que hace al toro satélite,
luna de tu oro antiguo/. Y saludo en tí a Córdoba……”. Lhardy y los toros. Lhardy
y la historia de España. Lhardy y Carlos Abella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario