sábado, 6 de mayo de 2017

CRISTINA CIFUENTES, INCORRUPTA

La presidenta de Madrid en el Ambigú.
Cristina Cifuentes ha dicho que en Madrid la corrupción se ha acabado. ¡!Bieeeeeen!!!.  A mí esa decisión de limpiar hasta el fondo los Establos de Augías, me parece requetebién. Tarea de Hércules. Ella ha dado al pregonero los trapos sucios del sucios del Canal, gesto de limpieza democrática que, de paso, se ha llevado por delante a Esperanza Aguirre. Hace muchos años yo le ví a la Espe un gran gesto democrático cuando apenas había democracia: dar hospitalidad en el Conde Duque a la pintura de un rojo, el más rojo de todos los pintores, Juan Manuel Diaz Caneja. O sea que de gestos no me voy a fiar. Pero a doña Cifuentes la he visto en el teatro y eso me da una cierta confianza.

 Una tarde en el Ambigú del Pavónkamikaze la tuve  al  lado  acompañada de un fornido guarda espaldas que me miraba como si en mi bastón de cojo  escondiera un sable o  un fusil. Fue el dia en que Ana Wagener  hacía  La voz  humana, de Cocteau.  Al finalizar la representación dio cortésmente las  buenas noches y se marchó seguida del fornido guardaespaldas que no le quitaba  ojo a mí bastón.

Del Arco, Aitor e Israel han convertido el Ambigú en un lugar sagrado del teatro de Madrid. Allí he visto a Clara Sanchís y el asombro de su Virginia Woolf, ahora en el Español; a la citada Wagener y a María Hervás y su Efigenia quinqui, lumpen revolucionario, enamorada y canalla.   Irene Escolar ha echado  el telón a Blackbird en la sala grande. Se acaba así la experiencia  inusual en el teatro español de verla en sesión contínua, sesión doble con la Hervás y su Efigenia. Durante unas semanas ese doblete ha sido lo más atractivo de la cartelera teatral madrileña.

A mi juicio no es la mejor interpretación de una actriz soberana. No es su mejor papel  porque la violencia que se ejerce sobre ella es superior a la respuesta que es capaz de dar su personaje herido. Prefiero El cojo de Inhisman, El público,  De hombres y ratones. O La Chunga. Puede establecerse una línea interpretativa que va desde las Gutierrez Cava, Nuria Espert, Aitana Sánchez Gijón y concluye, de momento, en ella.

Con María Hervás, su compañera de doblete, no se puede establecer esa línea canónica o de escuela. Esta  se mueve con especial fortuna en  monólogos que, a la vez, dibujan  varios personajes: monólogos poliédricos; dirigidos por G. Hinojosa, que le tiene cogido  a Hervás su mejor pulso.  En  Efigenia María está “cumbre”, que decimos los taurinos (si me permite la expresión otra buena actriz, antitaurina,  Natalia Millán, la de  La mentira ).  

A la virgen sacrificada el público femenino  la percibe  como  un alegato en favor de la mujer  ultrajada, no como símbolo político.  Una amiga  me asegura habérsele saltado las lágrimas cuando con ira contenida, Ifhi dice, “usar y tirar”; o “follar y tirar” no recuerdo bien; como se usa un clínex: “eso, y cuando se siente madre, la verdadera naturaleza, creo yo de Efigenia. Me la imagino a Efigenia rodeada de  críos que es acaso lo que más le gustaría, como me gusta a mí , dice mi amiga que nada tiene que ver con el teatro. Si algún dia me  traiciono, y aún eres mi amigo, mándame a hacer  puñetas”.   Lo malo es que nunca he sabido ni creo

 El hecho es que, durante unas semanas, en el Pavón  se ha vivido un auténtico acontecimiento teatral: Irene Escolar y María Hervás en sesión contínua, como en los cines de mi niñez. No estaría de más que se retomase la iniciativa.

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