Desmitificación de las lentejas
No sé quién está poniendo de
nuevo, en esferas sociales y políticas, de
moda las lentejas para celebraciones. O eso dicen, que yo no lo sé. Sólo falta
una nueva Mona Jiménez que en la Santa Transición organizaba unas
cenas a base de lentejas con gente de
alcurnia; Fraga, Verstringe en aquellos tiempos su lugarteniente
de ultraderecha, Adolfo Suarez, Garrigues Walker, Boyer, etecé.
Eran unas lentejas políticas. Y, por lo tanto, los políticos tragaban lentejas
a montones. Pero si hubieran conocido las lentejas como las conocemos la gente
de aldea, hubieran vomitado. Mi visión
de las lentejas es muy distinta de la visión bíblica del hambriento y famélico Esau
que vendió por un plato su primogenitura a su hermano Jacob, el usurero, que la
compró de saldo. Dejando aparte la conminación popular ¨lo tomas o lo dejas, que son lentejas¨ que
quiere decir ¨´no hay vuelta de hoja¨, y
pese a su prestigio bíblico, las lentejas antes de guisarlas son bastante
asquerositas. Ignoro cómo eran las lentejas de Mona, la venezolana
avispada, en Madrid, a las que nunca fui invitado.
En la aldea, las lentejas, alimento de primer
orden junto con los garbanzos y las alubias, eran lentejas con gusano. La noche
anterior se las ponía a remojo en una cazuela de barro de Pereruela y
por la mañana flotaban en el agua mogollón de gusanos. Se quitaban estos con
sumo cuidado, se tiraban a la basura, y ya estaban las lentejas listas para el
guiso, a veces con chorizo y a veces con oreja de cerdo. O sea que ¡!menos
lobos!! con las lentejas y más cultura leguminosa. Las mejores lentejas que he
comido en mi vida, las de mi madre; después las de mi hermana Elisa y las de Gaby, la madre de Ana.
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