Desde que Carlos Abella me pasó la programación cultural de Otoño, supuse que la exposición de Isabel Rivas, era una de las cosas que más iba a gustarme de la Feria; a salvo las enormes faenas de los diestros, que tienen todos mis respetos. Ayer no hubo faenas enormes ni siquiera medianas; los novillazos del Ventorrilo, toros como mandan cánones abusivos para los pobres novilleros, billete chico, si llegan a verlo, y novillotes grandes. Jiménez fue aplaudido y en algunos momentos, muy pocos, "oleado" que decían los viejos revisteros; Diego Fernández fue el que mejores vibraciones me transmitío: un clasicismo en agraz y todavía frágil: y el gesto de brindar al herido Sergio Felipe, en cuyo lugar entró en el cartel, la muerte de su primer novillo; Juan Ortega recibió del sexto más palos que una estera y estuvo más tiempo en la arena o por los aires que de pie. A estas horas su cuerpo debe de ser un cónclave de cardenales: la letra a palos entra. Tanto en Arnedo como en Otoño, echo de menos a un novillero que me dicen es muy bueno y está pasando un calvario para vestirse de luces. Se trata de El Mani y yo le recuerdo por un rasgo que tuvo con el equipo de Alvero y Ceniza, un texto que me pusieron en la Abadia el año pasado y que está destinado, dios lo quiera, a echar a andar por los caminos de España: el Mani nos prestó un estoque que Isabelle Stofell, al simular la suerte de matar, usó al revés, con la curva hacia arriba. Eso no quita su gran calidad de actriz: inocencia de una guiri con aire de Ava Gardner. Aunque solo sea por eso, a mi me gustaría ver al Mani en los carteles y a hombros.
Isabel Rivas ha titulado su exposición de fotografía Rincones y personajes de las Ventas y, como Dominguito, hijo de Domingo Dominguín, se sabe todos los recovecos de la Monumental del Espíritu Santo, algún apoyo habrá prestado a Isabel Rivas. En esas fotos, llenas de periodismo y llenas de arte, reside el misterio y la memoria del coso madrileño. Para desentrañar esos laberintos, en amigable charla itinerante, está el hijo del mayor de los domiguines, uno de los mitos de mi juventud, y que sabe de Las Ventas tanto como de las zonas oscuras de su familia; escribió Dominguines contra dominguines y el título lo dice todo.
Mientras en las Ventas la tarde se va despacio dando una larga torera sobre el mar y los arroyos, el caballero de Olmedo en la sala Guirau, alancea toros y se enfrenta a su destino. Para tardes así, mejor en el teatro; las butacas son más cómodas. Heroica la cruzada que ha desencadenado la valiente carta de Elena Salamanca en defensa de los aficionados agredidos por la horda. !!Chapeau!!. Pero eso o dbe hacernos olvidar las corruptelas y vicios de la Fiesta. Hay enemigos externos y evidentes; pero también los hay dentro: el Caballo de Troya, que se dice. Pese a todo, !!chapeau!! por la carta a las autoridades competenes ( incompetentes); con un par: como una Juana de Arco de los toros.
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