jueves, 3 de octubre de 2013

CRITICA LIBERAL PARA ILUSTRADOS OTOÑO, LAS VENTAS (I)

Desde que Carlos Abella me pasó la programación cultural de Otoño, supuse que la exposición de Isabel Rivas, era una de las cosas que más iba a gustarme de la Feria; a salvo las enormes faenas de los diestros, que tienen todos mis respetos. Ayer no hubo faenas enormes ni siquiera medianas; los novillazos del Ventorrilo, toros como mandan  cánones abusivos para los pobres novilleros, billete chico, si llegan a verlo, y novillotes grandes.  Jiménez fue aplaudido y en algunos momentos, muy pocos, "oleado" que decían los viejos revisteros; Diego Fernández fue el que mejores vibraciones me transmitío: un clasicismo en agraz y todavía frágil: y el gesto de brindar al herido Sergio Felipe, en cuyo lugar entró en el cartel, la muerte de su primer novillo; Juan Ortega recibió del sexto más palos que una estera y estuvo más tiempo en la arena o por los aires que de pie. A estas horas su cuerpo debe de ser un cónclave de cardenales: la letra a palos entra. Tanto en Arnedo como en Otoño, echo de menos a un novillero que me dicen es muy bueno y está pasando un calvario para vestirse de luces. Se trata de El Mani y yo le recuerdo por un rasgo que tuvo con el equipo de Alvero y Ceniza, un texto que me pusieron en la Abadia el año pasado y que está destinado, dios lo quiera, a echar a andar por los caminos de España: el Mani nos prestó un estoque que Isabelle Stofell, al simular la suerte de matar, usó al revés, con la curva hacia arriba. Eso no quita su gran calidad de actriz: inocencia de una guiri con aire de Ava Gardner. Aunque solo sea por eso, a mi me gustaría ver al Mani en los carteles y a hombros.
 Isabel Rivas ha titulado su exposición de fotografía  Rincones y personajes de las Ventas y, como Dominguito, hijo de Domingo Dominguín, se sabe todos los recovecos de la Monumental del Espíritu Santo,  algún apoyo habrá prestado a Isabel Rivas. En esas fotos, llenas de periodismo y llenas de arte, reside el misterio y la memoria del coso madrileño. Para desentrañar esos laberintos, en amigable charla itinerante, está el hijo del mayor de los domiguines, uno de los mitos de mi juventud, y que sabe de Las Ventas tanto como de las zonas oscuras de su familia; escribió  Dominguines contra dominguines   y el título lo dice todo.

Mientras en las Ventas la tarde se va despacio dando una larga torera sobre el mar y los arroyos, el  caballero de Olmedo en la sala Guirau, alancea toros y se enfrenta a su destino. Para tardes así, mejor en el teatro; las butacas son más cómodas. Heroica  la cruzada que ha desencadenado la valiente carta de Elena Salamanca en defensa de los aficionados agredidos por la horda. !!Chapeau!!. Pero eso o dbe hacernos olvidar las corruptelas y vicios de la Fiesta. Hay enemigos externos y evidentes; pero también los hay dentro: el Caballo de Troya, que se dice. Pese a todo, !!chapeau!! por la carta a las autoridades competenes ( incompetentes); con un par: como una Juana de Arco de los toros.

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