Me llaman los amigos taurinos de México, me apremian: dejate de teatros hermano, el domingo en la Mexico a ver toros. Veremos, aunque habrá tiempo para todo; Me atrae el montaje de La sangre de Antígona y esa reunión de críticos que ha montado la Unir, con Ignacio Amestoy a la cabeza. Me atrae por supuesto la huella de los exiliados españoles en México y Cárdenas que los acogió: las tribulaciones de La España peregrina, acuñación bergamasca, como la autoría de La sangre de Antígona; siempre las víctimas sin enterrar, el derecho a sagrado que le niega el tirano a una de las víctimas, la otra no; la otra recibirá todos los honores. Y la insurgencia de Antígona, la rebelión de Antígona; qué metáfora de las guerras fratricidas, antes de llegar a "la memoria histórica", concepto que reabría heridas sin cicatrizar aún. Dejemos la historia para después de la representación.
No damos abasto al teatro que hay en Madrid y nos vamos a ver teatro a México. Evoco Nada tras la puerta de cinco magníficos autores: Juan Cavestany, José Manuel Mora, Borja Ortiz de Gondra, Yolanada Pallín, Laila Ripoll. Buenos textos, duros, erizados, cruentos. Con todo, lo mejor la dirección de Mikel Gómez de Segura; un trabajo muy inteligente de dramaturgia y ensamblaje. La individualidad de cada texto desaparece para formar parte de un todo orgánico, como si fuesen obra de una sola mano. Y en verdad es así, la man de Gómez de Segura. Merece la pena volver sobre este trabajo que demuestra con contundencia una verdad sacrosanta y acepta: un texto no es teatro hasta que se pone de pie en un escenario.
Recuerdos de Vázquez Montalbán, a los ¿diez años? de su muerte. Ví a Jesus Nieto que venía de correr, sudoroso, y le recordé lo que decía Vázquez Montalban: "las cunetas están llenas de cadáveres que murieron mientras corrían". Obviamente el magnífico periodisra, el mejor de estos tiempos con Francisco Umbral, sólo era aficionado al deporte de la buena mesa; y murió solo en un aeropuerto lejanísimo, como el personaje de una de sus novelas de la saga Carvalho. La vida, y más la muerte, es una cabronada. A Jesús Nieto, periodista aficionado a la poesía y no sé si también poeta, le recuerdo una crítica que MV me hizo en El Jueves, me parece recordar: "este poeta nunca ganará el Adonais: hay que leerlo". Y firmaba Manolo V el Empecinado. Evidentemente nunca gané el Adonais. Pero conozco a algunos amigos que lo ganaron, o estuvieron a punto de ganarlo, y son buenos poetas.
Libros para el viaje a México: La hora del lobo, de Javier Magano, que me sigue fascinando. La estética de la resistencia, de Peter Weis, editado por Hiru. Y Yo maté a Kennedy, de Vázquez Montalbán, relectura obligada después de ver Los hijos de Kennedy, en El Alcázar. Sospecho que Yo maté a Kennedy me va a gustar más de lo que me han gustado los hijos.
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