domingo, 13 de abril de 2014

EL ESTUPOR DE VIVIR, EL ARTE DE MORIR

Es fácil morir; poseo el don y puede hacerse sin perder la compostura. Asi se expresaba, más o menos, Sylvia Platz, la poeta norteamericana con la cual se recupera  una sala,  Umbral de Primavera, que hace años vivió con otro nombre que no recuerdo. Y al mismo tiempo, Fernanda Orazi y La Realidad, reposición. Extraña y caótica tarde de teatro, de no teatro.

Tentado he estado hace algunos dias  de  llamar a El Corte Inglés para que nos echasen una mano en  proyectos teatrales carentes de apuntalamiento; en tiempos de Angel de Barutell siempre hallábamos algún viático para las árduas travesías. Ni se te ocurra, me dicen; lo han arrojado  a las tinieblas exteriores como remate de una grave enfermedad , suya y de Gloria, su esposa,  qunque  por fortuna en vias y trance de superación:  ambos. Me cuentan cosas mientras reorganizo el caos teatral del fin de semana.

 A mí la buena imagen de El Corte Inglés, la verdad,  me la suda; pero la salud de Angel de Barutell,  no. Aunque siempe se ha dicho cuando veais cuartearse  el imperio de esta multinacional, o que su imagen se quiebra y deteriora, es que está cerca el fin de los tiempos. Ni se te ocurra, me dicen amigos de la farándula; hay un tal Diego Copado que le ha sucedido, no sustituido,  y que se dedica a dinamitar por sistema todo lo que recuerde a su ex jefe y protector. Una devastación, una voladura controlada. Barutell no contesta a los correos y  ni siquiera puedo recurrir  a Martín Ferrand, su amigo del alma, porque el gran periodista está muerto. Llamo, pero Ángel  aún anda  con ejercicios de foniatría y no está para nadie.

Como digo, El Corte Ingés me la suda, pero  la falta de apoyo a la gente de la farándula, no me la suda. Una de las últimas decisiones de el Baruta, en materia de teatro, fue ayudar a mi dramatización de Mortal y Rosa en el Congreso Internacional sobre Francisco Umbral.   De los remates y detalles últimos se ocupó el entonces su ayudante y amanuense, Diego Copado. Y lo hizo, todavía, a satisfacción de Barutell.  Cartel de lujo: Juan Echanove, Juan Diego, María Toledo y una nana flamenca portentosa.   En  la dirección Mariano de Paco;  y David Loaysa para el espacio escénico y la iluminación. 

Para el teatro universitario de la Politécnica el apoyo de El Corte Inglés durante años fue vital.  Con gran aprensión de los padres, que temían por el porvenir de sus hijos ingenieros, arquitectos, informáticos, pasmados por la farándula. La Universidad Politécnica de Madrid ha sido un semillero de aficionados a ver teatro y de profesionales de la escena; salieron los que tenían que salir; no quedaron cadáveres en la cuneta. Y, para tranquilidad de  los padres, cada cual está donde tiene que estar. Los ingenieros en su ingeniería y los actores en las tablas. La primera noticia que tuve de Angel de Barutell fue hace casi cuarenta años, cuando trajo a un Madrid entonces provinciano, el Mahabharata de Peter Brook. Luego fuimos amigos y él siempre escuchaba las propuestas razonables; al menos las escuchaba.

El estupor del suicidio
Como decía al principio, tarde loca de teatro, mejor dicho de no teatro; me hago un lio con salas y horarios, Llego a Umbral de  Primavera a la hora en la que tendría que haber ido a Teatro de Barrio o a Mirador. Se lia la cosa y al final me quedo compuesto y sin una función que llevarme a la boca deambulando por el querido, y maldito a causa de  sus cuestas y calles empinadas, barrio de Lavapiés. Inauguración de  Umbral de Primavera, con la vida y  versos de Sylvia Plath, dirección de Jesús Cracio; tres mujeres,  Cecilia Solaguren, Violeta Pérez, Vicenta N,Dongo. Y reposición  de  La Realidad, de Denise Despeyroux. Vi en su momento La Realidad y volveré a verla porque a la fascinación de esa dualidad de dos gemelas que encarna Orazzi,  nadie que ame el teatro  puede escapar: esencia de actriz. Y tampoco es posible  huir  de  Sylva Plath: la poeta trágica, la poeta joven, la poeta suicidada. Locura del abismo y la desolación, poesía de la muerte: "morir es un arte como cualquier otra cosa."  Alfonsina Storni se sumergió en el mar; Silvya Plath metió  su cabeza en un horno tras abrir la espita  del gas.

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