viernes, 18 de abril de 2014

EL SERMON DE LA 7 PALABRAS.

Nos engañaban siempre; decian, hoy no recuerdo si el jueves o viernes santo,  el sermón de la siete palabras. Y era un sermón  larguísimo en el que el cura o el obispo, según  terciara, se lucía con trémolos teológicos y de conocimiento. Ser el encargado del Sermón de la 7 papabras era, creo yo,  el máximo honor al que podía aspirar un orador sagrado. 7 palabras y aquello no terminaba nunca, pues el orador se recreaba en la suerte, hacía exégesis, inventaba dolores y  recreaba estados de ánimo hasta hacer sollozar a la concurrencia. 7 palabras que, al final de este artículo, trato de dilucidar.

Jueves Santo Negro. Ha muerto García Márquez y no es que los genios de la literatua hayan de ser inmortales. Lo son en su obras y con eso tienen bastante. No se les va a dar, además, la inmortalidad física que sólo serviriía  para arrastrar unos dias penosos y  para estropear algunas de las grandezas que alcanzaron. Nos queda Macondo, los patriarcas otoñales, la caterva de dictadores, los amores en tiempos de cólera o las muertes anunciadas y cronificados. Se ha muerto Gabo y es un dolor de gratitud por tanta grandeza; la certeza de que no escribirá más. Adios; me obligo a una relectura que le hará mucho bien a mi espíritu. Me obligo al recuerdo en la plaza toros de Bogotá, una tarde  en que Cesar Rincón le brindó un toro y el gran Gabriel sonreía y se crecía como si hubieran vuelto a darle el Premio Nobel; yo estaba cerca y percibí ese regocijo de sentirse querido por un héroe popular.

Ha muerto mi compañero de toros en el Mundo, José Manuel Perujo, el decano de la prensa taurina vasca. Hacía tiempo que no sabía de él, sólo que andaba a vueltas con una puta silla de ruedas, huésped de hospitales y soledades. Me comunican su muerte Javier de la Cruz y María José. Durante 25 años compartimos pupitre en la galería de periodistas de la plaza de Bilbao en las CC GG, pero no se nos pegaron las malas prácticas de los políticos que fueron compañeros de escuela. Perujo publicó  la novela  El obispo nodriza,  sobre el mundo de Eta y las sacristías vascas. También intentó fortuna en el teatro, con una pieza histórica sobre un rey que no recuerdo y que no llegó a estrenarse. Nada había en las CC GG que le fuera ajeno. En el Indautxu digía diariamente un coloquio en el que se hacía el análisis y la crónica de la corrida. A iniciativa suya se creó un Premio que ha alcanzado gran prestigio: el Momento Redondo  patrocinado por Juan Mari Losa  del Asador Guetaria.

Y, POR FIN, EL SERMON.

Primera palabra de Cristo en la Cruz: "Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen".
Solicitar el perdón para quienes así lo estaban puteando es un rasgo de generosidad Y,encima, a lo peor, viene el Padre que, además tenía la culpa de todo, y los perdonaba. Es como si el crucificado pueblo español, desgobernado por golfos y corruptos, se dirigiese al Monarca pidiendo absolución para la canalla.

Segunda palabra: "hoy estarás conmigo en el Paraiso". Promesa  de fácil cumplimiento, dado el calvario que el buen ladrón estaba sufriendo. No hay constancia de que Jesús aludiera a los paraisos fiscales de los defraudadores a Hacienda.

Tercera palabra: " He ahí a tu hijo, he ahí a tu madre". Jesús entrega a María la custodia de Juan y a la viceversa. Estaba en todo; no quería dejar abandonados a un hermano y una madre.

Cuarta palabra: "Dios mio ¿porqúe me has abandonado?". A buenas horas mangas verdes.  Dios, su padre, hacía tiempo que lo tenía todo previsto y entre las previsiones no estraba el consuelo y piedad para el hijo.

Quinta palabra: "Tengo sed". Crucificado, coronado de espinas, desangrado; lo lógico es que Cristo tuviera sed. Y lo remediaron  dándole a chupar una esponja empapada de hiel.

Sexta palabra: "Todo está consumado". Se acabó lo que se daba, no va más. Hasta aquí, o sea la muerte, hemos llegado.

Séptima palabra: "En tus manos encomiendo mi espíritu". Es lo único que le quedaba a Cristo, el Espíritu, su fortaleza. Porque entre unos y otros el cuerpo se lo había dejado hecho unos zorros.

Nota a pie de página: Cuando era seminarista estuvieron a punto de encargarme una Semana Santa el Sermón de las 7 palabras, pero no dí la talla. Y conste que me hacía mucha ilusión.

 

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