Se aproxima la Semana Santa. Como viene siendo habitual hace años veré en las procesiones a Salvador Távora. No somos creyentes, pero que nadie nos toque la procesión, la última, de la Soledad. Silencio imponente y sagrado en San Lorenzo y una saeta cantada, llorada, sollozada, desde el balcón donde cantaba el gran Vallejo. Que nadie nos toque la Soledad ni el Cachorro, aquel gitano guapo y garañón acuchillado por esbirros de un noble celoso, y cuya cara dibujó, en la agonia, un alma piadosa. Esa es la cara del Cachorro: la de un gitano seductor y asesinado. Después de la procesión de la Soledad, Tavora y yo nos vamos a descansar y a las pocas horas a la Maestranza, Corrida de Resurrección. Yo no creo en las corridas más que en las vírgenes y cristos, pero que no me toquen Resurrecion en la Maestranza. Si Reiner María Rilke hubiera estado en la Soledad, escuchando una saeta, y en La Maestranza un domingo de Resurrección, Sevilla no le hubiera resultado indiferente como dice en sus cartas. Entiendo que le fascinara Ronda; pero no entiendo que Sevilla lo dejara frio.
Me comprometí con algunas seguidoras del Papa Francesco, que quieren invitarlo a Triana, a preparar una ruta turística para un papa castizo, si los mongolios de la Revista Mongolia me lo permiten. Ruta flamenca, torera y gastronómica; del resto que se encarguen ellas, Pilar Fabregat a la que conocí en la Maestranza, y compañía. Yo querría verlo en la Soledad, pero supongo que en esos momentos, el Papa Francesco estará liado con sermones y viacrucis y no es cosa de distraerlo de sus obligaciones y devociones. Corrida en la Maestranza, por supuesto; da igual el cartel. A falta de Curro Romero puede valer Morante de la Puebla, como esencia del espíritu sevillano. Y, en su defecto, Enrique Ponce si está repuesto de la cornada y del desguace de su clavícula. Por Triana sería una visita privada y muy particular, por lo cual, aunque invitemos a Emilio Muñoz como anfitrión y guia desde la calle Pureza hasta los límites trianeros donde da la vuelta el aire, no estarán permitidas las cámaras del Plus. Ni siquiera Elena Salmanca podrá hacerle una entrevista. El flamenco lo pondrá el gran Rancapino con Curro Romero de palmero, y guitarra de Tomatito a falta de Paco de Lucía, difunto, y de Manolo Sanlucar, ausente. Y para meterle modernidad al flamenco más torero y agitanado de Rancapino, María Toledo que esos dias andará de recitales por Serva la Bari y, además, hará de Encarnación Júlvez, en la lectura dramatizada del dia 26 de mayo en el María Guerrero.
El menú será muy sencillo y ajustado a la austeridad papal y vaticana; lo cual no es óbice para que Papa Francesco coma y disfrute en Triana igual que un canónigo español o un cardenal del Renacimiento. Todo serán entrantes: langostinos de Huelva, caña de lomo y jabón de jabugo, tortas de camarones, puntillitas, ortigas de mar, adobo -que en Madrid llamamos bienmesabe- y, si se queda con hambre, urta a la roteña o algún guiso de patatas y cazón, que está para chuparse los dedos. De bebida, manzanilla de Sanlúcar, por supuesto; pero también buen crianza de Ribera del Duero. Y de postres, un dulce granadino, un bizcocho borracho que tiene nombre papal: piononos. Una delicia, Santidad; no se lo pierda y deje las conspiraciones vaticanas por unos dias. Y ese maldito banco mafioso que se le está escapando, otra vez, de las manos.
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