sábado, 22 de marzo de 2014

IÑAKI AZKUNA Y LOS TOROS DEL PAIS VASCO

Ha muerto Iñaki Azkuna, alcalde de Bilbao y dicen que el mejor alcalde del  mundo; no sé si esto es una bilbainada y una exageración o es verdad. Lo dicen todos: los vascos de txapela y makila, los jelkides, los maketos de Palencia o de Burgos -margen izquierda de la Ria-  los veraneantes de la meseta  que siguen teniendo Bilbao y Donosti como  puertos y playas naturales de Castilla, tanto o más que las de Santander. Hace pocos dias, por cuestiones que no vienen al caso, hablábamos de Azkuna, alcalde de Bilbao, en trance de agonía. Y de Azpeitia, como el auténtico bastión de las corridas de toros en Guipuzkoa, en la travesía del desierto de la desaparición del Chofre. Euzkadi, los aficionados de Euzkadi y del resto de España, deben a Azpeitia el gran reconocimiento de mantener la llama del toreo en la zona más  profunda del abertzalismo. Cuando se les recuerda que el primer torero que logró documentar Ortega y Gasset se apellidaba Zaracondegui confirman con naturalidad: "anda tú;  vasco ¿qué si no?"

Azkuna, ¿20 años o quizá más, cuando  todavía no era alcalde?. Tampoco estoy muy seguro de dónde y por qué causa. Puede que fuera en los Sanfermines, en el ritual del apartado. O puede que en Azpeitia, en  la plaza donde se baila el más bello aurretsku en recuerdo de un banderillero muerto.  Si fue en Azpeitia,  andaría por medio Witti, euskaldún y torero hasta los tuétanos. Lo único que recuerdo con precisión es que a Azpeitia,  yo llegaba   de visitar a Barandiarán.  Y que esa curiosidad  de un palentino-madrileño por el aitá de la patria vasca, conmovió los ánimos. Si no era el Azkuna genuino debieron de ser varios Azkunas, otros muchos Azkunas, ese humanismo izquierdista de algunos abertzales de pensamiento antitotalitario, forjado en las revueltas juveniles estudiantiles de los años 60. Fundamentalmente el mayo del 68.

Pero estoy casi seguro de que ese encuentro fugaz debió de ser en Pamplona, en el apartado y por casualidad. Como había sido casualidad  el encuentro  con Jon Idígoras, vestido de mozo pamplonica y en el mismo escenario del apartado, reivindicando secretamente el origen vasco de los toros, el betizu de las montañas vascas, Betizu toro rojo tituló años más tarde una obra de  teatro Ignacio Amestoy. Jon Idígoras había intentado ser novillero con el nombre de  Chiquito de Amorebieta, Chiquito de Eibar y Morenito el Alto. Esa inestabilidad onomástica da una idea de novillero de poca fortuna. Conocida su vinculación con Eta,  la derecha bífida de Madrid,  y la izquierda también, simplificaba tantos alias resumiéndolos en uno: Carnicerito de Amorebieta.

Nunca más, creo,  volví a encontrarme con Azkuna, pese a haber cubierto las corridas de la  Aste Nagusia bilbaina de los últimos 25 años. Y pese a saber que era un gran aficionado a los toros: un abertzale que no confundía el culo con las témporas ni la gimnasia con la magnesia. !Descanse en paz!

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