En el estreno de La casa de Bernarda Alba, de Hugo Pérez e Irina Kourbeskaya, en el Español, me encontré con el gran galán del cine español, uno de los más elegantes y de mayor personalidad: 93 años y su galanura asolerada y eterna: Conrado San Martín. Es "hincha" del teatro que hacen en la Sala Tribueñe, como su hija, Olga San Martín, que lo acompaña siempre, pero no estaba cuando se cayó hace un mes escaso en el aeropuerto de Londres y se rompió una cadera. Y tampoco estaba su nieta, Nereida que hace, y muy bien, la novia de Bodas de Sangre, en la Tribueñe, En el Español estaba Conrado San Martín erguido y con bastón, viva imagen de las famas inmortales. Cada vez que me encuentro con Olga San Martín, hablamos de hacer un homenaje a su padre, una reliquia viva, la más antigua del cine español. Habrá que hacércelo. De esta vez no pasa. Conrado San Martín es un gran conversador sin melancolías ni nostalgias: solo memoria. Una memoria cordial y prodigiosa. Aquí en el Español debutó hace más de 70 años: una lanza, un escudo, un casco romano. Un papel sin frase, como se dice en la jerga.
Esta Bernarda, de Irina y de Hugo Pérez es, naturalmente, un Lorca pasado por Lorca, Hugo Pérez; y un Lorca, pasado por Vajtangov, o sea Irina Kourbeskaya. Vajtangov es un precedente del realismo mágico de García Márquez; es decir realidad y tradición pasados por el arte y la magia de la invención- Volveré mañana sobre la cuestión porque este salto de las salas alternativas a los teatros institucionales, al Español , del cesante Natalio Grueso, merece la pena comentarse. Irina y Hugo ya estuvieron en este teatro con un Auto Sacramental y en el Reina Victoria, de Cornejo.
Mientras, acuso recibo de algunas reacciones de lectores sobre el libro de Carme Tierz y Xavier Muniesa, Barcelona ciutat de teatres, comentado en este Diario. " Es que está en catalán", dicen. Natural, ¿en qué va a estar?. Si se animan los lectores, y debieran animarse, pues que la editorial haga una edición en castellano. Y todos tan contentos.
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