Gran júbilo en el mundo de la farándula y adyacentes: el Dia del Teatro. Un recordatorio para las mentes olvidadizas: el teatro existe, palabra, recuérdenlo ustedes. Estamos aquí para hacerles felices, para recrear el mundo. El teatro es vida y es fantasía. Es un pasatiempo para alegrar los corazones y una conciencia que descubre nuestros yerros, nuestras maldades y nuestras miserias. El teatro es el mundo, el Gran Teatro del Mundo; nos duele que nos trateis así, somos gente de bien que no hace mal a nadie, que cargamos sobre nuestras miserables espaldas impuestos que no podemos soportar. Somos gente sufrida de caminos e intemperies, de posadas con pulgas, de ayuntamientos morosos que pagan mal y, a veces, ni pagan. Somos rehenes de ministros analfabetos; de consejeros y concejales del cultura cuyo distintivo es la incultura y la zafiedad. No importa; somos cómicos, sabemos de privaciones y desdenes. A veces nos basta con una mirada de compasión. Con una caricia aunque sea a trasmano, con una sonrisa. Llévense los gobiernos infames el 21% de Iva; ejerzan la censura encubierta de la economía; es igual, pero quiérannos un poco porque somos gente de bien y todo lo soportamos, menos el olvido y el silencio. Derrochen los periódicos espacio para los deportes y quítenselo al teatro; mientan los empresarios privados que detestan lo público y luego se llevan a sus salas las mejores funciones triunfantes en lo institucional.
Ni siquiera el gran Lope se libró de las penurias dinerarias ni de las penas de amor; ni siquiera el gran Cervantes se libró del cautiverio y la cárcel. Pero ayer fue el Dia del Teatro, el gran dia de los discursos y el Manifiesto Universal y el júbilo en las salas, todos a mogollón a las calles: Viva la Fiesta. Pero hoy es la resaca del Dia del Teatro; ¿cómo habrán estado hoy las salas?. ¿ Llenas, medio llenas, vacias?. El final de manifiesto de Brett Bailey dice:" nosotros los artistas de escenarios y ágoras ¿nos conformamos con las demandas asépticas del mercado o utilizamos el poder que tenemos, para abrir un espacio en los corazones y en las mentes de la sociedad, para reunir gente a nuestro alrededor, para inspirar, maravillar e informar y para crear un mundo de esperanza y colaboración sincera?". Más que leer este manifiesto en todos los teatros y en todas las plazas, me hubiera gustado leérselo en persona al señor Wert, ministro de Cultura, a ver qué cara ponía y si adivinaba de qué va la cosa. O al señor Lasalle que sí sabe de qué va, pero como si no. ¿Qué hace Lasalle en este gobierno de ágrafos y analfabetos?. El lo sabe, los demás no lo sabemos y es un enigma: el secreto mejor guardado del reino.Y después de leérselo a Wert y a Lasalle irme por todas las ciudades de la vieja y querida Castilla, las ciudades levíticas que desprecian lo que ignoran y ponen al frente de la cultura a los más ineptos. Y en el ágora de la Plaza Mayor, de las Calles Mayores de todas esas ciudades centenarias, reunir a alcaldes, consejeros de cultura, concejales y concejalas, hombres ilustres de una política gregaria y amanuense, y preguntarles cuántas veces han pisado ustedes un teatro. Y decirles lean ustedes, si saben leer, el última párrafo del Manifiesto de Brett Bailey.
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