domingo, 17 de agosto de 2014

CC GG (I). LOS DE FUENTE YMBRO, MALOS, REPARTIERON ESTOPA


Saludo a Javier Aresti que me ha invitado a presentar mañana lunes la corrida de Alcurrucén en el apartado, el gran ritual de las mañanas bilbaínas. El destino ha truncado mis planes y no sé cuándo podré llegar a Bilbao, ni siquiera si llegaré. Naturalmente deseo  que salga un corridón,  una corrida, simplemente, de Bilbao. No soy nuevo en este ritual, pues hace algunos años Luis Lezana me invitó a presentar la corrida de Cebada Gago.  Al concluir, me sentí como si hubiera dado la vuelta al ruedo con dos orejas en la mano. Este año, por primera vez en 26, tendré que vivir un Aste Nagusia  de  recuerdos, al menos los primeros días y luego dios dirá, que me temo no va a decir gran cosa. Por fortuna recuerdos sobran y no hay lugar para  melancolías. Veré las corridas por el Plus allá donde el destino me pille. Peor sería no verlas. Brecht y Weil, sin haber pisado la villa vizcaina, hicieron célebre una canción de La Opera de tres peniques: "Bilbao,Bilbao". Con mis recuerdos yo podría componer una sinfonía heroica sólo para paladares exquisitos y mentes muy lúcidas.

Manuel Escribano provoca  dos momentos de máxima intensidad en todos los toros que mata; la larga cambiada de rodillas frente a chiqueros y las banderillas por los adentros. Respecto a la larga cambiada hace años escribí en mi poemario El fulgor del círculo: “es un gesto retórico, un grafismo innecesariamente violento”. Eso le gustó a Roberto Domínguez, buen lector de poesía, y en un homenaje que le hicimos en el Café Gijón juró que nunca más daría una larga cambiada de rodillas. Luego, molesto porque yo le llamaba “el maestro descabellador", las daba siempre que le venía en gana. La claridad, el valor y los terrenos con que Escribano plantó cara al sobrero, valen más que todas las largas cambiadas y los pares de banderillas al quiebro. Y, mientras en la enfermería recomponían a Alberto Aguilar, Jiménez Fortes cumplió con su deber toreando bien al fuenteymbro menos malo de la tarde.

El bicho le tiró un derrote homicida a Alberto  Aguilar por el izquierdo. Y animado por el éxito le tiraba tornillazos por la derecha y por la izquierda, a destajo. Toro infame, como casi todos, como el tercero  que también cazó a Jiménez Fortes y le pegó la gran paliza: mansos, muchos pitones,   peligro en proporción al trapío y poca casta, ninguna. Visto el resultado, no me hubiera gustado presentar esta corrida y espero que los alcurrucenes salgan mejor.   Honor a Antonio Carretero, por el quite salvador que le hizo a Jiménez Fortes, en el suelo e indefenso ante el fuenteymbro.

En Bilbao, recuerdo inevitable, a Curro Fetén. En tardes de pereza, en algún festejo menor de ferias menores, o que presagiaba suspensión, Curro me enseñó a ver la corrida sin contaminarse de los comentarios de retransmisión. Era un sabio convencido de que  la sabiduría no conduce a nada;  un personaje de novela, como Lázaro o el Buscón y compartíamos  la afición a la buena mesa y el buen vino. Yo me protegía dándome  al crianza e incluso al añero de bodegas de confianza en botellas sin etiquetar. El no bajaba del reserva y del güisqui. Cuando alguien pretendió insultarme escribiendo que bebía vino con Curro Fetén, me sentí halagado. Curro Fetén,  a Joaquín Vidal y a mí nos llamaba “los vengadores”; él sabía por qué y el taurinismo, ofendente incluso cuando piensa que es generoso, también.  A veces, en Sevilla y sobre todo en Bilbao, comíamos juntos los tres y si anunciaba que iba acompañado elegíamos mejores restaurantes. El  deseo indisimulado del  acompañante  era hacer  una pira con el  Mundo y del Pais  y los críticos dentro; pero al final terminaba pagando la comida, o la cena, con gran regocijo de Curro Fetén y mio,  y cabreo dignísimo de Joaquín Vidal que quería pagar a escote.

Le propuse escribir un libro firmado por los dos con sus recuerdos y mi redacción; en Valencia ante una botella de Viña Ardanza compartida con Manuel Chopera y Juan Manuel Mompó. Miró a Chopera  y sentenció: “este me paga más por callar que tú por hablar”. Y Manolo Chopera sonrió. En resumidas cuentas, pinchazo de los jandillas de Ricardo Gallardo. Y dos palizas de órdago a Aguilar y Jimén Fortes. ¿Cómo tendrán esta noche los huesos?. Noche toledana para dos valientes.

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