sábado, 7 de junio de 2014

FERIA DEL LIBRO: UN AMIGO CON 27 PAPAS. VENTAS, GUERRA DE LOS VICTORINOS


Tras la batalla  de ayer de los victorinos en Las Ventas, peor que el desembarco de Normandía, precisamente en el dia justo del aniversario del dia D,  llega la posguerra, la calma de una tarde de caballos; pero la Guerra Fría entre el sistema y los aficionados persiste. Mañana deseo unos miuras apacibles para la terna, en la que está Rafaelillo,  que durante toda la tarde tendrá  en áscuas a Pepe Lucas, el pintor volcánico, mediterráneo y murciano. Como se cuenta por lo menudo en Historias Golfas del Café Gijón, hubo un tiempo en que a José Lucas dejé de citarlo en mis crónicas. Hoy, a expensas de lo que pueda ocurrir mañana con Rafaelillo y Castaño y Serafín Marín con los miuras, lo recupero con todos los honores.

Sabia decisión de la empresa de Madrid poner una de caballos tras el duro rifirrafe de los victorinos, la corrida del terror, el salario del miedo como escribe Carlos Ilián en Marca. Un respiro y el domingo, la miurada ausente muchos años de Madrid; que salgan miuras de fresa y nata, como los victorinos del interregno, o la vamos a tener otra vez. No hay que engañarse, en esta trifulca en la que a Victorino Martín el sistema se le ha tirado a la yugular, se plantea más que los problemas de una corrida: está en juego una idea de tauromaquia.  Tengo yo que llamar a Luis María Anson, al propio Illán, a Luis Abril  a  Fernando Almansa, presidente del jurado, a ver si al fin premiamos a un ganadero. El Paquiro ha distinguido a intelectuales como Gimferrer y Vargas Llosa, a la Junta de Bilbao en la persona de Javier Aresti,  a toreros insignes en proporción  casi exclusiva  y excluyente. Es hora ya de que elijamos a un ganadero: mismamente Victorino Martín, si no pega el petardo en Bilbao. En el Valle Inclán procuramos que estén representadas todas las vertientes de la farándula, aunque predominan los cómicos y cómicas. Pues lo mismo en el Paquiro. Hay más días que longanizas, pero convendría que fuéramos pensándolo.

En ausencia de toros está tarde Feria del libro o Teatro. O las dos cosas. La Trinidad non sancta de toros, libros y teatro es un buen sostén para andar por la vida. De todos los amigos que han  pasado por la caseta de Almuzara, 136, a que les firme Historias Golfas del Café Gijón ha habido un encuentro especialmente conmovedor: Javier Ruiz Martín, al que conocí de niño y que, por esas cosas imprecisas e iluminadas del lenguaje infantil, me llamaba sobrino. No lo reconozco; y sólo cuando se le saltan las lágrimas al decirme que Eduardo, su padre, y Andrés, su hermano,  han muerto, recupero a aquel niño y listo de hace cuarenta años. Y recuerdo las ensaladas de tomate pelado, especialísimas, de Pepita, la madre. Eduardo Ruiz es un gran poeta de un solo libro, Sobre los unicornios y otras crónicas,  que publicó en Colectivo 24 de Enero, una colección fundada por  Emilio Sola, Javier Reverte, Pablo Jiménez, Francisco García Navarrete y yo. Todos tienen un lugar en el archicitado  Historias intelectuales y golfas y a Javier Ruiz le tiemblan las manos cuando abre el libro,  memoria de su padre.  Ha salido también escritor, aunque no sé si también poeta y me trae un libro que recomiendo:

 Los 27 papas del cardenal Belluga.- Editorial funambulista. Javier Ruiz Martín lo ha traducido del latín, partiendo de unas crónicas del cardenal encontradas en la biblioteca del Vaticano. 27 semblanzas de 27 papas trazadas por el cardenal Belluga que, consciente de sus debilidades e insuficiencias, se negó a aceptar el capelo cardenalicio. El Papa Clemente XI le sometió al voto de obediencia y esa experiencia, de forma mordaz y con una pluma implacable y ligera,  es la que narra Belluga, obispo de Cartagena, a lo largo de estas páginas. 27 Papas, 27 biografías, 27 retratos que demuestran cómo, bajo la autoridad divina de la silla de Pedro, aquellos seres  eran, antes que nada, hombres de carne con sus miserias, muchas,  y sus grandezas, algunas. Algo así como el poder, la gloria y  la cruel contradicción. Javier Ruiz  Martín me dedica el libro en el recuerdo de su padre y en nombre de sus hermanos y su madre. Dios te lo pague. De vuestra casa del Paseo de la Chopera, hace muchísimos años, salí vestido de ceremonia para mi boda con Ana.   

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