Almuerzo en el Senado, emanación de las Cortes Constituyentes de Cádiz; gentileza de Alberto Gutiérrez,
portavoz de cultura. Luis Abril, ex de Telefónica, los hermanos Montero,
cineastas de trinchera y de estética: lenguaje. Aquí viejos aires de libertad
beligerante, librepensamiento, raíces
del liberalismo ilustrado, savia de insurgencia. Imposible respirar este aire y
no sentirse liberal, demócrata, ilustrado y librepensador. Senadores…. aviso
para navegantes. Esto es un fantástico museo; monumentales y magníficos cuadros
del romanticismo español: La rendición
de Granada, La muerte del Marqués de Duero, La jura de la Constitución de la
regente María Cristina con decenas
de retratos, todos identificables: un prodigio. Y también prodigios de pintura
moderna: Miró, Laxeiro, Saura, Equipo Crónica, Millares... Un gran Caneja de
1985 que me confunde: tonos mates, un poco crudos como en la etapa del
tardofranquismo, a caballo ente los sesenta y los setenta.
Almorzamos en la mesa que
habitualmente ocupa Pio García Escudero. Doy fe de que sigo sin ambiciones políticas
que, además no afectarían a su partido, y de que Alberto Gutiérrez no le quiere mover
el sillón. Hablamos de toros y muy poco de política. Que se haya marchado Rubalcaba, el Fouchet
español que no avabó de perfilarse ¿a quién importa sino a él?. Y que Sotillos, junior,
diga que el actual Psoe es un partido medieval y antiguo sólo constata que no
se comerá una rosca en las primarias.
Eso es verdad, lo de medieval. Pero en política, con la verdad no sé a dónde se llega. Luis Abril nos cuenta cómo ha encontrado la
casa de Manolete y doña Angustias: en venta y en derribo. Mi recuerdo de hace
unos quince años es una tarde de gitanas y claveles. Hablaré mañana de la
cuestión. Urge llevar un clavel, montones de claveles a la casa del “monstruo”.
Bienvenida, enemigo de la Fiesta.
Aniversario de Antonio Bienvenida, el
más sevillano de los toreros castellanos. El único, acaso. Kikirikí, abaniqueos muletazos como ala de mariposa, el desplante
marchoso como si estuviera paseando por la Alameda. El toreo profundo que no lo parece, tan natural como el
respirar, tan liviano y tan hondo. Sin crispaciones ni retorcimientos, tan
suave como su sonrisa. Un miura le rajó el vientre y sobrevivió; y una vaquilla
lo mató a traición en un tentadero.
Sobrevivió al boicot de la profesión cuando denunció el afeitado como práctica
diaria en todas las plazas de Iberia. En el frente que le dio bola negra, liderado
por Antonio Ordóñez, estaba Chenel, que anteayer celebrábamos; y Jumillano y
Pedrés y Rafael Ortega que, en cosas de contubernios,
ni pinchaba y cortaba; un torerazo sin mando. Julio Aparicio se descolgó y toreó
un mano a mano con Antonio. Bienvenida, réprobo y maldito. Insolidario, chivato.
¡Enemigo de la Fiesta!. En el fondo, antisistema que es lo que siempre alarma.
Ordóñez acusó un dia: “Antonio había toreado tantos toros afeitados como los
demás. Pero no le contrataban. Esa era la cuestión. Y tuvo que dar la
nota”. Era de misa diaria y miembro
destacado del Opus: Supernumerario. Contaba con gracejo inigualable una
anécdota de la Coruña. Tarde desafortunada, una señora que lo llama por su
nombre cuando se retira al burladero: “Antonio, menos rezar y más torear”. La señora lo había visto comulgando por la mañana.
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