domingo, 22 de junio de 2014

TRAICIONES DEL SUBCONSCIENTE: LAPSUS DE ANA BLANCO EN LA PROCLAMACION.


Ana Blanco, posiblemente la más segura y con más oficio de las presentadoras de televisión española de todos los tiempos -y con más conchas de estrella indiscutida que un galápago- a doña Leticia, Reina de España,  la llamó doña Noticia. Una traición del subconsciente, un lapsus  de cuando, en televisión española, Leticia empezó a presentar un telediario y Ana Blanco le hacía luz de gas y pedía su cabeza cada mañana y cada tarde a los mandamases de la tele. Aunque Leticia se sabía protegida, se escondía en los lavabos para llorar a solas porque nadie la quería,  y menos que nadie Ana Blanco; sólo el Príncipe. Ya empezaba su calvario de princesa.  El lapsus de quien nunca los comete no ha pasado inadvertido. El poco rato que seguí la ceremonia me fijé en si la señal de dentro del Congreso era mejor, peor o distinta que las otras. Me habían enterado, a lo peor he sido el último,  de que Televisión Española no puede entrar en  las Cortes porque la exclusiva de imagen la tiene Teléfonica que luego vende la señal a quien se la compra. O sea que la proclamación de Felipe VI, Rey de las Españas, la hemos visto por la televisión estatal, pero no era de la televisión estatal. Hay muchas formas de privatizar y esta es una. Otra son algunos teatros institucionales cuya burocracia económica está   en manos de empresas privadas encargadas de su gestión.

 Y en toros pasa algo parecido. En algunos pueblos de Iberia aficionados y oposición se le tiran a la yugular al alcalde, sea del signo que sea,  cuando pretende rentabilizar una plaza de toros, con gestión municipal, en vez de subvencionar a empresas organizadoras de la Feria. Son pecata minuta, pero  indican que la naturaleza del Estado que nos muele a impuestos es una naturaleza privada; es decir al servicio de la clase dominante.

El rey abdicado y abdicante, Su Majestad Juan Carlos,  está mal. Se le vió en los saludos protocolarios del Balcón, solo hay un Balcón: el de Franco de la plaza de Oriente. Yo le dediqué a este Balcón parte de un libro de mala fortuna, que se titula Mujeres en la memoria; rechazo y seduccion del felipismo. Al Rey padre le fallan las piernas, le falla todo. Parece un dominguillos, un tentieso que tiene el tieso, pero le falta el pie. Un soplo, una caricia, una efusión lo puede derribar. En esto ha quedado la célebre cirugía de un médico español, cerebro de la medicina de EE UU llamado por la Casa Real para hallar el Bálsamo de Fierabrás. Estaba mejor cuando lo cuidaban los doctores  Angel Villamor y Rafael Durá, de Iqtra, sin que yo quiera decir con esto que Villamor sea irremplazable y que no haya otros grandes traumatólogos en España. Recuerdo al difunto doctor Miguel Angel Martí Esteve, un genio, amigo de Bergamín, Barros y otras lumbreras,  que hace 25 años, en mi primera cirugía, me puso casi a torear. Y a Carlos Martí, su hijo y sucesor.  El Rey estaba mejor cuando lo veíamos salir del hospital San José gastando bromas y con cierto cachondeo, pensando acaso en irse a cazar los elefantes de Corina u osos borrachos en lejanas tierras. Que le quiten lo bailado;   en materia de fornicio y de bebercio buena y envidiable vida se ha pegado, Majestad.

 Majestad, ya no estamos para nada con esto de los huesos;  yo, por lo menos, tengo un pasar y como no soy cazador voy tirando con una muleta ortopédica que, además, es de diseño.  Incluso, las pocas veces que  voy a una plaza de toros, me permito un chiste muy celebrado por los aficionados: “esta tarde los únicos muletazos van a ser los mios”. Descanse, Majestad; en Iqtra hay buenas/os fisios: Carolina, Patricia, Ana, Jose, José Luis, Jesús,  por cuyas manos pasan lo mejor de la torería y la  gente de la farándula. En la Asociación de la Prensa -clínica  Freitag- tenemos a la señorita Gaviría, pero usted, Majestad,  no es periodista. Y lo siento por usted, tan ducho en seducciones Muchos periodistas que escriben con los pies, se fingen inválidos para que los traten  Freitag, señora Viernes,  y la señorita Gaviria, que son un amor, dos amores. Y cuando salen,  esos periodistas escriben mejor, palabra.

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