miércoles, 20 de noviembre de 2024

 OBJETIVO; MATAR A FRANCO

Matar al Generalísimo, muerto en su cama tal dia como hoy en 1964, la memoria no me traiciona, era el sueño de muchos españoles. Lo mismo que morir por él era la disposición sacrificial de otros muchos. Franco y su Cruzada, bendecida por la Iglesia y financiada al principio, por el pirata del Mediterráneo, Juan March, nos habían salvado del comunismo sin dios. España era una cárcel para los republicanos que  no habían podido escapar al exilio.

A mí, un descerebrado, de la ultraizquierda descerebrada, me encargó matar a Franco, cosa que acepté resulto y gozoso. Franco veraneaba en el Pazo de Meirás, Sada la  Coruña, que había sido propiedad de doña Emilia Pardo Bazán, la autora de Los pazos de Ulloa, amiga jaranera de Galdós y feminista anticipada. Yo era periodista y no recuerdo qué revista me había encargado un reportaje sobre el veraneo de Franco. Como periodista, tenía acceso y credenciales a todos los actos en que Franco participara.  Llegó al Pazo de Meirás, en loor de multitudes, apenas protegido por unos guardaespaldas, pocos y despistados. Lo tuve a seis o siete metros. Nadie me había cacheado, les bastó comprobar mi carné de periodista y la credencial de la revista. En el bolso llevaba una granada de mano; hubiera bastado dejarla rodar a los pies del Generalísimo y adiós Franco, Franco, Franco. Pero me acojoné al pensar que yo también volaría hecho cachos por los aires y que lo mismo les ocurriría a muchos inocentes. Aquello me valió para comprobar dos cosas: que es fácil consumar un magnicidio si estás dispuesto a morir en el intento y que  no tengo madera de héroe ni de mártir.

Sin embargo, estuve a punto de morir, por causa de Franco, una noche en una taberna de Burgos, haciendo unos reportajes sobre el Camino de Santiago con Pepe Pastor, reportero gráfico y cabeza blanca de emperador romano. Pastor había sido piloto del ejército republicano y, una vez depurado, se colocó de fotógrafo en el periódico Arriba.  De allí, pasó a retratar las audiencias de los jueves en el Pardo, ignoro por qué razones salvo las determinantes de trabajar en el Arriba, periódico de la Falange que ya empezaba a desfalangistizarse. La noche de Burgos pudo ser trágica. Entramos en una taberna que presidia una gran fotografía de Franco. Empezamos a hablar con el tabernero de la situación de España y, en un momento determinado, a mí se me ocurrió decir que de todo lo malo que ocurría en España, la culpa la tenía el cabrón de Franco. El tabernero salió de la barra armado de una botella de vino en la mano derecha y un cuchillo jamonero en la izquierda. Iba a atizarme el botellazo, cuando Pastor le sujetó la muñeca con mano de hierro y le quitó el cuchillo. Le dijo que él era fotógrafo del Pardo y que, en el fondo, los dos éramos franquistas. Que aquello había sido cosas de una copa de más por mi parte. “Yo te prometo, cuando quieras, una audiencia con el Caudillo, que allí tengo yo mucha mano”.   Mano y dinero tenía Pepe Pastor en el Pardo, pues por una foto saludándole al Caudillo o contándole las cuitas que no escuchaba, pagaba lo que le pidieran. El tabernero burgalés acabó invitándonos a los bocatas de jamón y a la botella de vino, un Rioja de buena añada, con la que había querido descalabrarme.


miércoles, 23 de octubre de 2024

 

GALINDO EL GENERAL TORTURADOR

Verdugo, el felipismo  zafio, criminal y cruel.  Lasa y Zabala, in memoriam, la cal viva…El terror de Inchaurrondo. Tan brutal era Galindo en la guerra sin cuartel contra eta, que acabaron por degradrarlo y empapelándolo. Se pasó, exceso de celo. Dejó de ser general…Y sin  uniforme, entorchados,   medallas y sin la protección que le dispensaban los políticos, Rodríguez Galindo no era nada. Bueno…sí era algo: un miserable para la historia universal de la infamia. Ahí ha quedado. No sé por qué traigo a colación a un ser tan indigno y tan innoble, a un verdugo sádico, a una serpiente venenosa que,  cuando picaba,  su picadura era mortal de necesidad. Quizá sea por algo relacionado con Canal Red, Pablo Iglesias.  Galindo tenía las manos manchadas, literalmente,  de sangre. No sólo eran sus esbirros y subalternos obedientes a la voz de mando; a él le gustaba participar de las torturas o, por lo menos, supervisar que el “trabajo estuviera bien hecho”; a simple vista, a la primera mirada, esta víbora parecía un ser inofensivo y vulgar, pero pronto se desvelaba su verdadera condición de matarife; astuto, taimado, frio y silencioso; quizá el retrato no sea demasiado fiel, la memoria tiende a difuminar todo lo que le es incómodo y terrible. No me hagan mucho caso porque, al carecer de televisión, no podré verlo.  O quizá sí. El camarero del bar de la esquina donde desayuno algunos días, es adicto a Canal Red, me dice, y se ha ofrecido a grabármelo. No lo sé.

 

 

martes, 15 de octubre de 2024

 

Hispanidad; conquista, evangelización y lujuria

Con días de retraso, una nimiedad cuando se trata de un devenir de siglos, me sumo al enconado debate, en España todo se encona, sobre el Descubrimiento y la Conquista de América. Mi idea del patriotismo es muy limitada y siempre he desconfiado de quienes se autodefinen como patriotas. Por lo tanto mi idea de HISPANIDAD es también limitada y acaso no del todo acorde con la ortodoxia adoctrinadora del pensamiento político dominante. En cualquier caso, estas celebraciones no deben hacer olvidar otro genocidio, muy verdadero, de hoy dia. El genocidio que perpetran contra los palestinos los neonazis israelitas de Netanyaju, el nuevo y paradójico Hitler.  Neonazis a los que exhorta con fervor Aznar, expresidente de España con muchas más sombras que luces. Sombras siniestras que no es preciso resaltar como la exhortación a otro Alzamiento, “cada una haga lo que tiene y debe hacer”

El Descubrimiento fue, además de Descubrimiento, una Conquista. Y las conquistas no se realizan con preces, aunque en esta ocasión también,  sino con arcabuces y cañones; la cruz  y los curas iban  tras la espada muy cerca.  Y a veces en las mismas manos.  La líbido exaltada de los soldados españoles, tras prolongada abstinencia, ante la belleza de las indias nativas, hizo el resto; el mestizaje, creo yo,  fue cosa de lujuria creadora; aunque Rubén, indio y mestizo, lo atribuya a una exaltación del espíritu evangelizador inmaculado.  La hermosa Malinche es el ejemplo más claro de intercomunicación espiritual y carnal, la erótica del poder, según el mestizo genial y dipsómano  que amaba a España y a Francisca Sánchez, Francisca Sánchez, acompáñame; era ésta una campesina  analfabeta a la que Rubén enseñó a leer y escribir y a la que  fue infiel, dicen,  a troche y moche con quien se terciara. Quizá Rubén Darío, gran poeta del modernismo y la hispanidad, se excedió en los elogios al mestizaje y a su propia condición de mestizo fervoroso. La sed de oro de los españoles que acompañaron a Cristóbal Colón, nobles arruinados y sin blanca, despojos de la sociedad y muchos de ellos pendientes de cuentas con la justicia, no aventuraba demasiadas delicadezas. Pero es cierto que aquellos hombres rudos y pendencieros, basura de un sociedad convulsa, dejaron un idioma, el español, o castellano si prefieren, que hoy hablan millones de personas. Con ello, queda conjurado el temor que atormentaba a  Rubén Darío, ante la posible hegemonía del Reino Unido “tantos millones de hombres hablaremos inglés”?  Pedir perdón por aquello, como una izquierda un poco excesiva pretende, sería como pretender que los romanos de hoy pidieran perdón a los pueblos que sometieron en sus conquistas. Con los ejércitos de Roma llegaron al mundo y a Iberia, los caminos trazados, las calzadas, el derecho romano, los acueductos, más o menos. Además, ¿de qué sirve pedir perdón, consumado el desafuero irrevocable?.