domingo, 26 de septiembre de 2021

 

COLMENAR VIEJO y la DESAMORTIZACIÓN

Conocida es  la llamada Desamortización de Mendizábal, o sea la venta de bienes públicos y municipales, hasta entonces en las manos muertas de la Iglesia Católica, y  posteriormente en las manos no menos muertas de caciques y poderosos que los adquirieron; más o menos esta es la cuestión. Menos conocida es la Desamortización de Madoz, que yo descubro ahora gracias a Miguel Ángel de Andrés, historiador de Colmenar Viejo y su comarca entre otras dedicaciones y virtudes. Yo me he declarado hijo adoptivo de Colmenar Viejo desde hace unos  cuarenta años, sin dejar de declararme hijo de Torre de los Molinos, Palencia, donde nací. A Colmenar Viejo he donado mi colección de pintura taurina, cerca de un centenar de cuadros, y mi biblioteca de toros, unos mil volúmenes más los  premios sin duda muy merecidos, para qué voy a fingir falsas modestias que no siento. La Sala  que los alberga se llama Sala Javier Villán y es un lugar que han llegado a visitar ilustres amigos e  ilustres toreros, alguno del dolor y el infortunio como Agapito García Serranito, que iba para torero grande  y un toro le rompió las cervicales.     Si a esto añadimos que Heliodoro Gallego, alcalde socialista de Palencia, me dedicó un Paseo de Javier Villán a la orilla del rio Carrión y  Benigno Merino, alcalde socialista y pedáneo, una placa en Torre, ¨´aquí nació y vivió Javier Villán¨¨, mi cupo de gloria, aunque no probablemente de vanidad. está suficientemente cubierto.

Pero volvamos a Miguel Angel de Andrés y su magna obra de meticulosa investigación que le ha durado cinco años,  cuyos tres volúmenes sólo unos pocos privilegiados, por el momento, podrán adquirir. Por si acaso, yo ya he reservado mi ejemplar sin arriesgarme a esperar sucesivas reediciones. Este libro, por lo tanto, no encaja bajo el epígrafe conocido de Escaparate de librería, al cual destino otros de indudable interés como la novela de  Cristina Higueras insigne actriz que ha desembocado en la narrativa como era previsible para quienes la conocíamos. Tomen nota. Soy tu mirada está editada por la Esfera de los libros, tiene 375 páginas que se leen de un tirón y que me atrevo a definir con un párrafo mio que han tenido a bien reproducir en la contraportada. ¨´ Si como actriz, Cristina Higueras es transparente y luminosa, como novelista es opaca y maligna. En su narrativa hay oscuros enigmas y sus personajes carecen de moral, no hay líneas rojas¨.

lunes, 20 de septiembre de 2021

 

Los cromos de Andrés Amorós

Cromos que venían en las tabletas de chocolate y que a mí, hoy,  me recuerdan mi espléndida colección de futbolistas que eran la envidia de los demás muchachos de mi pueblo Torre de los Molinos. Este álbum, editorial El Paseo, Sevilla,  va más lejos; desde Lilí Alvarez la cosmopolita, escritora¨, intelectual,  ¨polígrafa¨ y elegantísima campeona de Wimbledon, que practicaba todos los deportes y todos con éxito, hasta Jesse Owens , la bala de los cien metros, un negro que humilló a la raza aria y a Hitler en los Juegos Olímpicos del 36 en Berlín.

Andrés Amorós es lo que podíamos llamar un polígrafo o sea,  hablando en román paladino como Berceo, un sabio que escribe de muchas cosas. Como actualmente apenas  leo periódicos, salvo el Mundo de Jorge Bustos y Antonio Lucas para comprobar con tristeza su decadencia y vertiginosa degeneración, no sé si Amorós sigue haciendo crítica de toros en Abc. Lo que sí recuerdo con verdadero gozo es cuando ¨competíamos¨  en escribir algunas crónicas de toros en romance  sin que nos cojeara ni un verso, ni una rima, ni un ripio. Unos lectores de ambos, muy amigos  míos,  los hermanos  Manuel y Alfonso Polidura, mexicanos,  me decían,  ¨compadre apriétese los machos,  que don Andrés   está pegando fuerte¨. Yo creo que don Andrés era más  notarial, más técnico a la vieja usanza, reseñando lances, muletazos y promenores,  era más benévolo en sus juicios que yo, y yo más dado a los artificios literarios. Me  dijo un dia en la Feria de Abril de Sevilla después de una célebre crónica en romance, ¨esto solo lo podemos hacer tú y yo¨. Era cierto, pero yo estaba en una etapa muy competitiva y en San Isidro me marqué una crónica en sonetos, siete sonetos, uno al paseíllo y uno por cada toro,  describiendo las faenas con la misma precisión que si lo hiciera en prosa. Lo cual propició que me otorgaran el premio Gregorio Corrochano compartido con Carlos Ilián, por su columna diaria de toros en Marca, periódico deportivo. El premio fue una pluma estilográfica de oro que conservo, la primera y más querida en mi colección de más de un centenar. Solo para escribir a mano poesía con tinta negra.

El subtítulo de este álbum, editado por el Paseo y  primorosamente ilustrado por Carbajo,  es muy ilustrativo, Héroes y mitos del deporte mundial en tiempos sin Wikipedia. Libro nostálgico que a los aficionados al deporte, inevitablemente, nos llena de melancolía. Entre mis preferidas de estas semblanzas, Jesse Owens, el negro bala inalcanzable  que humilló en 1936 en Berlin a Hitler y la superioridad de la raza aria; mi paisano Mariano Haro, el león de Becerril de Campos, que descalzo corría más que las perdices y las cazaba al vuelo;  Gainza ¨´el gamo de Dublin¨,  Zarra  y la legendaria delantera del Bilbao, Iriondo, Venancio, Zarra, Panizo y Gainza.  Mi amigo Zarra, cuyo gol derrotó a la pérfida Albión y un dia en Bilbao, Corridas Generales años 90 del pasado siglo, me dio un beso en la frente por una crónica, inmerecida según él,  que le dediqué.

 Para mi zozobra, en este Album la ausencia del cubano  Legrá, campeón mundial de boxeo,  de los ligeros creo recordar, el limpiabotas que luego coleccionaba pares de zapatos, hasta 400 llegó a tener. Peor me parece  la ausencia de Manuel Santana, la muñeca mágica de seda, en beneficio de Jimeno, un genteltman que brillaba en dobles gracias al sacrificio de Gisbert, claramente inferior a Santana; o  la de Pelé subsumido en Garrincha un maldito, un demonio de la vida con las piernas torcidas, dios de mi niñez. Y para mi desconocimiento u olvido, un tal Marsal, ¨el gol del minuto largo¨, o Alfonso Silva, el Matemático del Balón, o Juan Arza, el Niño de Oro. Alfredo D,Stéfano, el mejor. Hoy el fútbol puede que sea el verdadero opio del pueblo, además de un negocio desmesurado y sin duda justificado por la macroeconomía; pero entonces, en mi niñez, el fútbol nos hacía libres. Un álbum, tabletas de chocolate, cromos  y una simple pelota de trapo para meter goles en una portería cuyos límites marcaban dos  pequeños montones de piedras. Y por arriba, el cielo altísimo.

miércoles, 15 de septiembre de 2021

 

Fauna y flora del Café Gijón. IV La Tontiloca bella

No diré su nombre verdadero porque posiblemente aún viva y acaso  maridada. Paco Umbral y yo le pusimos de mote la Tontiloca. Por no sé que razones Paco Umbral, a la tontiloca no le caía bien y evitaba su mesa siempre que podía. Tenía un talento natural tan notable como su incultura. Era guapa y rubia. Y decente.  Y pese a las apariencias de frivolidad y desmadre podría decirse de ella aquello del Conde Arnaldos, creo. ¨solo digo mi canción a aquel que conmigo va.¨ Iba siempre, menos en invierno que llevaba faldas o pantalón vaquero muy ajustado,   de pantalón corto,  con flecos deshilachados. Discretamente maquillada, jamás se le notaban ojeras aunque trasnochara, que era todos los dias. Era una mujer a la que la nocturnidad no dejaba huellas. Pese a su incultura,  se relacionaba con soltura con los intelectuales y era la compañera de Iglesias Laguna, crítico de novela de la Estafeta Literaria, que no pisaba el Gijón,   que la doblaba en  edad y se mató por ella tirándose por una ventana de un sexto piso. Debió de ser una escena impresionante tal como la recuerda mi memoria nebulosa, tal como la Tontiloca, que tenía un nombre verdadero precioso,  me la contó destrozada en lágrimas. Regresaba a casa, de madrugada, sobre las seis de la mañana,  Iglesias Laguna desesperado la vio llegar desde el balcón y en su presencia se tiró al vacío de cabeza que se le abrió como una granada. Murió en el acto.

 Victor González, un escultor que decía haber tenido en su casa a Miguel Hernández  tenía ley y querencia por esta mujer, nos invitaba algunas tardes en su casa donde había un jardín y en el jardín un árbol, donde,  decía Victor, Miguel se subía y trinaba como un pajarillo. La tontiloca casó, creo, con un funcionario acomodado, cuyo nombre tampoco diré, y aquello acabó como el rosario de la aurora. Mi amiga pensaba que la libertad no tiene horario. Sólo sé que este funcionario no se suicidó.

jueves, 9 de septiembre de 2021

  

Carmen Laforet. Centenario de la mujer que revolucionó la novela española

 La familia Cerezales Laforet ha depositado el LEGADO Laforet donde corresponde. Tuve el privilegio de tratar de cerca a Carmen Laforet, gracias la amistad con Toni Custodio y Cristina Cerezales que iba para pintora y le pasó lo que a Rafael Alberti; cambió a la literatura. Por el camino de las grullas y los nueve relatos que está construyendo, uno para cada nieto, dan fe de que la traición a la pintura no ha sido infecunda. Alberti cantó su pena en verso memorable,

el dolor enterrado de enterrar el dolor

de nacer un poeta por morirse un pintor

Respecto a Agustin empezó siendo un formidable escritor de relatos breves y sigue siendo un formidable novelista.

Tengo delante una recopilación de artículos publicados en Destino que fue su casa, la casa donde públicó su gran novela ,  ganadora del Premio Nadal  Nada, una joven de 22 años  que cambió el rumbo de la novela española. Por entonces, creo, no estoy seguro Camilo José Cela aún no había publicado La familia de Pascual Duarte.

En esta recopilación de artículos ya están las coordenadas de Carmen Laforet, su estilo literario, sus raíces, su feminismo avanzado y rotundo, pero  sin alardes. Luego vendrían La isla y los demonios , potente narración sin alcanzar a Nada, a mi modesto saber y entender, su relación con la isla donde vivió. Y La mujer nueva, historia de su conversión religiosa.   Carmen Laforet se casó con Manuel Cerezales, el mejor crítico de novela de mediados del siglo XX. Cuando conocí a Carmen Laforet hacía tiempo que esta había dejado de escribir, tenía fobia al folio en blanco, pánico a la escritura.  Para ella fue un gozo que yo no sacara a relucir problemas literarios ni cuestiones de fama, ni nada que se le pareciese. Disipé pronto sus temores mientras Cristina ayudada por Toni Custodio, su marido, preparaba ruta e impedimenta para el Camino de Santiago, con especial atención a los montes Ancares por los que tenía especial predilección. Mi predilección era Tierra de Campos, el gran desierto del que soy oriundo, aunque Torre de los Molinos sea un vergel en una depresión de la llanura al lado del rio Carrión.  Los cuadros blancos de esta época de Cristina son la nieve de los Ancares, su aislamiento, manchada por alguna figura de mujer oscura que apenas se atreve a salir de casa. Había mucha soledad en la pintura de Cristina Cerezales, no soledad personal, sino soledad de las gentes, soledad del campo, soledad de las montañas.

Los amigos y seguidores de Carmen Laforet, teníamos la esperanza de que en este legado se escondiera el milagros de otra novela manuscrita, de algunos relatos inéditos. Pero al parecer no hay nada. Silencio absoluto. El silencio al que siempre aspiró. una mujer extraña y única.

martes, 7 de septiembre de 2021

 

Diego Urdiales. Cómo conocí al mejor torero del moment

Conocí a Diego Urdiales en las Ventas, una tarde de agosto con los tendidos vacíos pues los japoneses se habían marchado vomitando y el festejo no daba siquiera para esos afamados y rigurosos aficionados que no se pierden una corrida de agosto. Es fama y verdad cierta que Antonio Chenel, el voluble Antoñete de los huesos de cristal, malalimentados por el hambre de posguerra, cuando estaba sin tabaco se apuntaba a una corrida de agosto, dura e intoreable. Dictaba su lección y con eso le caían algunos contratos y arreglaba, más o menos, la temporada. Yo tomaba notas, como de costumbre, entre toro y toro. En esto se sienta a mi lado un muchacho con cara de avispado. Y se inició el siguiente diálogo.

El Muchacho.- ¿Es usted Javier Villán?

Yo.- Sí, soy Javier Villán

Muchacho.- Ese que escribe cosas tan bonitas de Cesar Rincón?

Yo.- Bueno, escribo de Rincón y de todos los que torean bien.

Muchacho. – Pues sabe lo que le digo a usted? Que un dia escribirá de mí tan bien como escribe de Rincón. Me llamo Diego Urdiales.

La cosa quedó ahí y no volvimos a vernos hasta una feria de San Mateo, en Logroño en casa de Carmen García García y Pedro Mari Azofra, cuya casa era refugio de feriantes pues en ella la cocina de Carmen y el vino de Azofra, marca Muga eran famosos en toda la región. Este era el magister bibendi y Carmen la magistra manducandi. Manos de guisandera prodigiosa. Un santuario. Ese dia estaban también presentes José Luis Blanco, farmaceútico de Almazán   y Julia,  psicóloga de profesión, con los que Ana y yo  mantenemos  una  amistad persistente, pese a nuestras cruentas rivalidades en el mus. Sabido es que en una partida de mus no hay piedad y al enemigo ni agua.

Me parece recordar que la última corrida que presencié fue una de Urdiales, cerca de Curro Romero que ya empezaba a difundir la especie de que Diego debiera haber nacido en Triana. Bien está Triana y la calle Pureza, pero démosle a Arnedo lo que es de Arnedo. Cuando un jurado libre de toda sospecha otorgó a Urdiales el premio Quimera, el tablao de Antorrín Heredia, Curro Romero cantó unos fandangos de Huelva con gran  disgusto de Carmen Tello, que temía perder el tren a Sevilla,  y con el beneplácito de todos los asistentes. Romero tenía la voz rota y se disculpó lamentando que con esos fandangos ni él ni nadie se rasgarían la camisa como nos había ocurrido a él y a mí alguna noche por Triana.

De Diego Urdiales he escrito mucho y bien, quiero decir elogiosamente, aunque quizá no tanto como se merece. Me prestó su vestido grana y oro con el que debutó en Madrid, para mi librito Diálogo con el vestido de torear, joya bibliográfica  que hice con Maite Turrez y con Cris Gaviria,  hoy casi inencontrable. Hoy aquel muchacho que en Arnedo era pintor de brocha gorda, es un grande de la torería, acaso el más grande. ¡!!Su natural!!!. Y su forma de salir de la cara del toro.

Salvando las insalvables distancias entre Picasso y yo, podría parafrasear  lo que el genio dijo de Luis Miguel Dominguín, “vuelvo a los toros por tí, Luis Miguel”.  ¡!Vuelvo a los toros por ti, Diego Urdiales!!!

viernes, 3 de septiembre de 2021

 

Oda a Olatz. Por Javier Villán.

Tu cuerpo ya era todo transparencia

Apagado, mortal

 y sin cadencia.

Tu cuerpo era cristal

Y tu alma, barro de cáncer.

Pero el cáncer por sí solo no mata.

Mata la burocracia fría,

Los médicos inhábiles,

 mata la desazón

por vivir y mata el corazón

torpe y cansado

de aguantar injusticias y dolores

y maldades

y sucias soledades.

Matan los sinsabores

De ignorar si habrá un mañana

Fatal y justiciero

Ante tanto despilfarro

De desidia

Y de insidia.

De no saber si habrá en tu cabecera

Una mano piadosa

Cuando mueras.

Descansa Olatz,

Tu cuerpo ya es cristal

Y tu alma barro.

Tras un papel oscuro y arrugado,

En un cajón

Sombrío,

Están las sinrazones de tu muerte,

La razón criminal que cubre y tapa

La razón que ensombrece

Hiere y mata

Dirán que no hubo suerte

Que el destino está escrito

En el fondo tal vez de un cajón

Sombrío

Más sombrío quizá que el corazón

Humano desahuciado,

Yace tu alma desalentada y sola.

 

 

jueves, 2 de septiembre de 2021

 

Colmenar Viejo

Historias toreras. Y trágicas

Siempre se ha considerado Colmenar Viejo una prolongación de Las Ventas de Madrid, la tercera de la Comunidad o quizá a la inversa, la exigente afición colmenareña nutriendo el belicoso espíritu de las Ventas. La principal historia, la más trágica, la muerte de José Cubero Yiyo. Terrible toma y daca, la estocada mató a Burlero que aún tuvo fuerzas para partirle el corazón a su matador. Esa tarde vi llorar de rabia a Chenel golpeando las tablas de la barrera. La hostilidad de buena parte del público se había centrado en Antoñete al que un octogerario con boina y garrote le llamaba anciano cuando consideraba que a Chenel no le salían las cosas. Javier Martínez Reverte y yo velamos en Canillejas, en la calle Bósforo el cadáver de Yiyo, un joven de 21 años, que había llegado para comerse el mundo y se lo estaba comiendo ya. José Diaz, el artista pintor natural de Campo de  Criptana, que hacía siglos,  con Chenel había pintado de rojo y blanco los mojones de la carretera comarcal,  contó la cogida y muerte en la revista Interviwe. A Pepe le gustaba resaltar , nacido en campo de Criptana, poque allí había nacido Sara Montiel, a la que admiraba, aunque nunca se atrevi´o a pintarla, que yo sepa. Diaz no vió  la cogida, pues con su novia de entonces, había abandonado la plaza tras la actuación de Chenel que era lo único que les importaba,  antes del suceso. Los encontré a la  salida y les referí la cogida y la muerte simultánea del animal. José Luis Palomar, el buen torero soriano me parece recordar, también lloraba con Chenel y se negó a las entrevistas que los periodistas pretendían hacerle.

De la Corredera, cuando era un plaza baja con aforo de unos seis mil espectadores, el torero del mechón me contaba sucesos muy divertidos y contundentes. Desde fuera, un grupo de personas, que contaba con el apoyo logístico de otro en los tendidos, apedreaba el burladero de capotes. Los de dentro orientaban la pedrea, un metro a la derecha, dos metros a la izquierda etecé etecé, para que los cantos les cayeran en la cabeza a los toreros.

Contaré las cosas de las que he sido testigo. Por ejemplo, aquella vez que,  por una oreja de menos o una vuelta al ruedo de más, los aficionados  sitiaron el palco presidencial que tuvo que ser protegido por la Guardia Civil. De regreso a Madrid me encontré bajo una encina al presidente, uno de los titulares de  Las Ventas, sus asesores y algún amigo  esperando no sé qué. Otra tarde se armó la de dios es cristo porque un espectador irritado con los toreros lanzó al ruedo un zapato. Cuando el personal se apercibió de que la Guardia Civil ocupaba la salida para detener al descalzo,  cubríó  el ruedo de zapatos. Anécdotas triviales aparte,  en Colmenar se sabe ver toros. Aunque quizá no con la intensidad de antes. Es tierra de toros y tierra de toreros. Hasta que la peste nos lo permitía, muchas mañanas  Agapito García Serranito, modelo de poder torero y clasicismo, al que una voltereta le dañó las cervicales y dejó inválido para el toreo  desayunábamos en el bar Manolo, en su rincón , el ¨´rincón de Serranito¨´ Considero a Agapito no solo un torero, sino un ejemplo moral. Juntos publicamos hace algunos años, un opúsculo sobre el dolor. El ponía el dolor y yo puse la música más de requiem que de pasodoble.