viernes, 18 de agosto de 2023

 

Doña GLORIA, MAESTRAESCUELA. En homenaje a todos los maestros de Espaá

 

Tiempos de aflicción, que no nos harán mejores. Mi confianza en el ser humano, que nunca fue inenarrable, ha ido disminuyendo. Conservo, sin embargo, cierta lealtad a unos  principios, que me inculcaron mis padres y que me llevaron primero al Seminario y luego, colgada la sotana, al Partido Comunista. Lo del Seminario fue cosa de doña Gloria Blanco que me consideraba muy listo y con afición al estudio. Ella  se empeñó en que mi destino no fuera el de destripar terrones en el pueblo. ¡Doña Gloria! Era coja y de  carácter bondadoso lo cual no impedía que ejerciera una disciplina a veces rayana en la dureza, si consideraba que la conducta de los chavales menoscababa su autoridad y les distraía del estudio, la enciclopedia Alvarez compendio resumido de todos los saberes. No abusaba de los castigos corporales, pero tampoco se retraía si los consideraba necesarios. Por ejemplo, hacer novillos y faltar a clase sin justificación, suponía delatarte a los padres que te castigaban sin merienda y cosas peores. El castigo más duro, pero no frecuente, dentro de la escuela, una escuela  mixta de apenas 30 alumnos, era ponerte de rodillas, de cara a la pared,  con los brazos en cruz cargados de libros. Las chicas, malvadas, cuchicheaban entre sí  aventurando en qué momento los libros  se te caerían de las manos vencidas. Castigo extremo por algo gordo ,  Las chicas eran perversas. Pero a ellas a lo más duro que les castigaba era encerrarlas en el cuarto del carbón, un cuarto sucio y oscuro, si se enteraba de que habían hecho algo malo..

Doña Gloria estaba casada con Paco Caballero que era el jefe municipal del Movimiento, enfrentado siempre, me parece recordar, con el jefe provincial.  Uno de los castigos más frecuentes en otras escuelas de los pueblos de alrededor, era al parecer, golpearte las uñas juntas  y mirando al cielo,  con una regla.  A ver, cierra las uñas, y zas reglazo que te hacía ver las estrellas, decían. Y mis hermanos Elisa, Arturo, Jose Maria, Concha, (otra hermana muy guapa, Mercedes,  de apenas 25 años, murió de ignoro qué mal que se la llevó en pocos meses)  también  vieron con  buenos ojos que el pequeño, en vez de a cavar,  se dedicara a los estudios mientras ellos apechaban con las faenas del campo sostén de la familia. La muerte de Mercedes fue un golpe del que creo mi madre nunca se repuso.

Lo que yo quería, y quiero decir,  es que esta prueba, la peste,   no nos hará mejores. Y pese a todo, la historia seguirá. Historia, magistra vitae. Pero una maestraescuela siempre habrá de ser no menos eficaz que doña Gloria, la maestra de mi aldea, a la que debo buena parte de lo que soy,  si es que  soy algo. Es terrible escuchar las noticias de muertos e infectados por el coronavirus. Es terrible todo lo que está ocurriendo y lo que queda por suceder. Peor que una guerra, que ya está mostrando sus efectos devastadores. Y pese a todo, no deja de sorprender cómo la vida se manifiesta en un niño  de apenas ocho meses, que me visita casi a diario,  cómo este cambia y se renueva,   no a cada día, sino a cada hora a cada minuto; indiferente a todo lo que ocurre de puertas para afuera. Crece y crece como el niño al que Miguel Hernández dedicó las Nanas de la cebolla, pero mejor alimentado; “no sepas lo que pasa  ni lo que ocurre”. De momento yo me contentaría con que a través de este post doña Gloria, en Santomera o donde esté, o cualquiera que la conozca, sepan que la estoy buscando. Estoy concluyendo mis MEMORIAS en las cuales doña Gloria Blanco tiene lugar importante y quiero consultarle alguna cosa.