lunes, 27 de junio de 2016

TEATRO. ELEGÍA POR EL CIERRE DE GUINDALERA.


Guindalera.

Elegía por Guindalera.

Dia aciago para el teatro. Cierra  La Guindalera. Quienes desde el primer momento apoyamos no solo unos nombres, (Juan Pastor, María Pastor, Teresa Valentín), sino un proyecto esencial y una forma de entender el teatro, estamos alarmados. Alarmados, sobre todo, porque ese obligado cierre evidencia los desatinos de una política cultural, de una política a secas; el teatro a los políticos les importa un carajo y la yema del otro.

Y pese a todo, el teatro no pide privilegios, sino entendimiento y libertad. Y un poquito de apoyo, las migajas de las grandes estafas y los grandes fraudes y la corrupción que nos asuela. La libertad en este país es cara. En vez de ir a votar empleo el tiempo en estas reflexiones. ¿Algún partido tiene un programa teatral razonable?. Rajoy sólo lee Marca y Marca no da información cultural; Pedro Sánchez no creo haya pisado una sala de teatro en su vida; y la coleta de Pablo Iglesias, el malo, el impostor, no el tipógrafo de  la taberna Labra, ha dejado claro que el “teatro es una mariconada”. No creo que Pablo Iglesias, el impostor, vaya a Labra ni siquiera a comer soldaditos de Pavía, que son los mejores de Madrid. Añorado Alfonso Guerra que sabía de teatro más que críticos y farandules. Y más que todos los de Podemos. Y  Celia Mayer, concejala de cultura del Ayto de Madrid, ¿sabe ya dónde está “su” teatro, el Español?.

No soy un sentimental, lujo que un crítico de teatro no puede permitirse. Jamás le regalé a Guindalera un adjetivo que no se merecieran. Cierra un local, pero permanecen sus gentes. Veremos a Juan Pastor, a María, a Raúl, José Maya en otras aventuras. Y allí estaremos. Porque podemos detestar  a unos políticos ineptos y corruptos. Pero nunca podremos renunciar al buen teatro.  Permitidme un brindis taurino. ¡¡Va por ustedes!!.

 

Premio de narrativa a Xabi Puerta.

A un gran dramaturgo, a un hombre de teatro y televisión acaban de darle un Premio de Narrativa. Hay personas tocadas por el don y no se conforman con la excelencia en una sola disciplina. Conozco a Xabi Puerta hace casi 30 años o acaso más. Desde que Alfonso Sastre me envió una obra que acababa de publicar la editorial Hiru con una nota recordatoria, “Javier, no pierdas de vista a este autor”. La obra se llamaba y se llama La piel prestada. No lo he perdido de vista y hasta le puse el prólogo a su última  publicación Las migas del tiempo.

Esa amistad se vio pronto  reforzada por la irrupción en mi universo afectivo y teatral de Zutoia Alarcia, su mujer, una actriz que ha hecho de forma irreprochable,  entre otras muchas cosas Ulalume, dónde estás Ulalume. Es la actriz fetiche de Alfonso Sastre. Pero en teatro, profesionales y profanos la recuerdan por el desnudo memorable en el viejo Olimpia de DesNudos. Eduardo Haro Tecglen quedó tan impresionado que llegó a proclamar que un desnudo así no volvería a repetirse  en el teatro español; yo más joven, menos maestro y menos impresionable que Haro, asentí consciente de que ni en la vida ni en el teatro hay nada irrepetible. Zutoia es de esa rara estirpe de actrices sensoriales y emocionales de gran calado intelectual. Prepara no tardando mucho, para finales de año quizá, el montaje de su obra Vivas o muertas. Mientras, Xabi Puerta gana premios de narrativa. 

Ortiz de Gondra y su familia vasca.

Este autor  de Bilbao, inseparable de una visión desgarrada y valerosa  de la “cuestion vasca”, está inmerso en la preparación de Los Gondra. Una historia vasca que dirige Josep María Mestres. Es una historia de una familia cuyas miembros  vienen detestándose  desde el carlismo del XIX; y que culmina, naturalmente, con Eta. No estoy autorizado a contar más, aunque conozco el texto desde hace por lo menos tres años. Tengo, creo, todos los textos de Ortiz de Gondra. En mi librería están los originales de Duda razonable, Memento mori, Del otro lado. Eso me da cierta autoridad para afirmar que Una historia vasca no es solo la crónica de una fractura  familiar; es una historia sobre la culpa y el perdón, sobre el arrepentimiento y el olvido. Perdón y arrepentimiento, a mi entender, no son conceptos políticos, sino religiosos. ¿Qué quiere decir un terrorista  cuando pide perdón a la familia de los que mató, que quiere decir que se arrepiente?.

Desde Dedos, creo  recordar, sigo la trayectoria ascendente de Borja Ortiz de Gondra. Y en la medida que me llegan algunos rumores, su principal objetivo en estos momentos  es cerrar un reparto en el que, de momento, al parecer, sólo es fija  María Hervás.  Adolfo  Marsillach decía que cualquier actor/actriz  español/a cambia un estreno en el Español o en el María Guerrero por un capítulo en una serie de televisión. Pues en esas estamos.

Salutación a Coca Cola.

No  bebo Coca Cola; Marcos de Quinto, José Núñez, Juan José Litrán, Beatriz, Estefanía… saben que soy hombre de vino y de bodega, las mejores añadas de Ribera del Duero y de Rioja. Saludo a Coca Cola por su decidido apoyo al teatro. Hace años que patrocina el Premio Valle Inclán, del Cultural del Mundo. Y con los premios Buero Vallejo, pilotados por Robert Muro y su equipo, ha puesto en marcha una colosal maquinaria de estímulo no solo para profesionales en ciernes, sino de futuros aficionados. Por miles se cuentan los participantes en estos premios. 350 grupos han participado en esta última edición, la decimo tercera, lo que los aproxima a los 10.000 participantes. Algunos cientos, los más afortunados y premiados, están esta semana en Madrid. Tenía que entregar algunos galardones,  pero me contentaré con  poder asistir a la ceremonia si, como dicen los toreros, “dios reparte suerte”.

 Es la semana del teatro y Coca Cola, la semana de Coca Cola y la Cultura. Me llama Paco López camarero de Lazcano, bar próximo a mi casa,  donde desayuno y leo Marca, como Rajoy, para decirme que tiene un hijo escritor; Iker, al que Coca Cola ha premiado  un relato breve que promete enviarme. Pues ni por esas logra que brinde con Coca Col, bebida de la que mi amigo Paco, desde que descubrió las virtudes literarias de Iker, hace propaganda entre toda la clientela y todo el barrio de Chamartín.

 

domingo, 19 de junio de 2016

LOS ONCE DEDOS DE MARYLIN. REPÓKER DE DAMAS.


Los once dedos de Marylin

Ha aparecido un libro sobre Marylin Monroe que se titula Marylin tenía once dedos en los pies. Me da igual; como si quieren demostrar   que Marylin tenías tres tetas y dos cabezas; mejor. El libro, espectacular edición manuscrita de Lumwerg, es  un engaño  y a Marylin le dedica unas pocas páginas. La mayor parte son chismes y biografías sobre una cuantas  estrellas de Hollywood; Marylin, una más entre muchos. Y Marylin no era una más.

 De todas formas, mi última imagen de Marylin me la ha fijado Alfredo Amestoy  en su obra, En el cielo no hay chanel. Marylin es una especie de Beatriz que desciende a los infiernos para liberar a Che Guevara. Juntos vuelven a la tierra a completar cada cual su obra que interrumpió la muerte. Todo lo de Marylin me apasiona porque me da la dimensión humana de una diosa: su lucha por la vida y por el arte,  su rabia, su rebeldía, su soledad esencial,  su solidaridad. Cuando una gran productora le firmó el primer gran contrato de su vida, le dijo a su mejor amiga; “se acabó chupar pollas debajo de la mesa en los banquetes”. Eso, naturalmente, no lo dice este libro de los once dedos.

Gracias a Marylin  llegué a detestar a los hermanos  Kennedy, más todavía de lo que les detestaba por lo de Cuba. Llamada del presidente de EE UU a la diosa para un polvo de  urgencia: “ve preparando el Martini y bajándote las bragas”. 

María Hervás. Poeta que baila con huracanes.

Candidata dos veces al Premio Valle Inclán; Jbara, de Confesiones a Alá y la amnésica de  TeatroSolo. Raza de actriz selvática, sobre todo en Jbara, pero lejos todavía de lo que  puede esperarse de ella.  Viene  a este repóquer de damas no solo por actriz, que también, sino por poeta. El otro dia comentaba yo, en una ficción sobre los viejos tiempos   de Oliver, el poema Ítaca que la autora puso en mis manos. Al descubrir ese poema en las redes saltó la sorpresa:  una actriz poeta. Sólo conozco ese poema, aunque debe de tener más. Ítaca no es un poema primerizo ni  producto de un revuelo emocional transitorio, aunque  no sea un poema redondo.  Quizá le sobra algún excurso narrativo de fácil resolución. No sé dónde va llegar como poeta. Llegará donde quiera llegar; en cualquier caso dependerá de ella.

María Hervás ha aprendido a “bailar con huracanes el vals de las flores”. Esto es más inquietante  que los once dedos de Marylin. Bailar con huracanes “hasta vomitar lágrimas a compás” es una imagen turbadora y violenta. Ahora  solo le queda firmar otro poema bailando  con lobos. De lobos no habla  en Ítaca, pero se escucha  su aullido. Falta por dilucidar quiénes son más peligrosos como compañeros de baile. Hervás prefiere confesar que ha “nacido más veces que la Venus de Boticcelli”, lo cual supone haber muerto muchas veces; o sea, enigma sobre enigma. O revelación tras revelación.

Cristina Cerezales Laforet, de pintora a novelista.

Acaba de publicar Ulises y Yacir, su quinta novela detrás de Música blanca,  El pozo del cielo. ...Una historia de amistad, de integración cultural de dos adolescentes sin prejuicios. Yacir, la inocencia, la esperanza  en patera; Ulises la inocencia que lo espera  en un pueblo del Sur de la costa gaditana. La magia de la amistad y la magia de la sensibilidad, característica esencial que acompaña siempre a la narrativa de Cristina Cerezales.

 Era pintora, profesora de dibujo, y de golpe un dia sorprendió a todos pásandose a la novela. Ya escribía y quizá lo  heroico fue perder el miedo a los apellidos. Quedan sus cuadros, su grabados que algunos conservamos como reliquias. Queda, quizá,  el recuerdo de aquella inicial pasión pictórica que a mí me permite compararla con Rafael Albert, cuando  en su libro A la pintura este confiesa “el dolor enterrado de enterrar el dolor de nacer un poeta por morirse un pintor”. Cristina Cerezales se ha revelado como excelente narradora; pero no creo que se le haya olvidado pintar.

 

Infanta Cristina; Marnie protegida por el fiscal

Federico Jiménez Losantos la llama Marnie, la ladrona, copiando el título de una magnífica película de Hitchkock. Cito la procedencia no por eludir responsabilidades que desde aquí asumo en todas sus consecuencias; sino porque el copyright y la invención hay que respetarlos. La hermana del Rey Felipe VI, en el banquillo por  amor; aunque  protegida por quien debería acusarla, el fiscal. Yo la creo culpable, pero soy tolerante con los delitos cometidos bajo el sortilegio del amor.

Seguro que conocía los malos pasos y las  andanzas en el caso Noos de su marido el Urdanga, un chulo alto y rubio. Su complicidad, sin la cual el  atleta no hubiera podido perpetrar sus latrocinios, parece evidente. Está pagando con deshonra y telediario su amor loco con el cual  robó de consuno o miró para otro lado. Ya le cantan, como a Juana la Loca,  que fue locura de amor. Acabará pagando, pues ha perdido el favor del rey, su hermano. Y el de la Reina, su cuñada; favor este que quizá nunca tuvo.

Y Lola. La faraona incandescente.

Legendaria Lola. Le basta el nombre. Guardo en la memoria,  refrescada por la magna biografía que de ella escribió  Ignacio García Garzón, dos momentos claves de su vida. Cuando, harta de    Manolo Caracol, fue y le dijo  te he puesto los cuernos con el torero Manolo González.  Caracol le mentó sus muertos, territorio  sagrado para un gitano. Y ahí  acabaron calvario y sufrimiento.

Otra, aquella noche  en que, cenando en un restaurante de lujo  con un empresario que la deseaba con locura, decidió que su cuerpo era menos sagrado que el hambre de los suyos. Y volvió a casa tarde; pero  con 40.000 pesetas  en el bolsillo.  

 ¿Lola de España?. Mentira. La Faraona no cabía en este país de cafres,  puteros y masturbadores. Carmen Ramirez, de Planeta,  me ha enviado un libro de Alberto Romero Ferrer, Lola Flores, cultura popular, memoria sentimental e historia del espectáculo. Lo comentaré otro dia. De Lola aquí en este repóker me interesan otras cosas que arrancan de su condición  de gitana pobre, guapa  y generosa del barrio jerezano de San Miguel.  Después y para siempre,  ¡!Lola!!: la genialidad con bata de cola; y algún ajuste de cuentas. Supongo.

sábado, 11 de junio de 2016

LA VUELTA DE YOLANDA ULLOA


 
 



 

Tom en la granja 


No recuerdo cuánto tiempo hacía que no veía a Yolanda Ulloa sobre un escenario en un papel  determinante; ¿ ocho años, dies años?.   No son demasiados años, mas para una actriz como Yolanda Ulloa, una gran y primerísima actriz, sí lo son. Enio Mejías  la ha recuperado y eso merece un reconocimiento.


Usamos con excesiva facilidad  la palabra “gran”; pero en este caso, es de justicia. Véanla en la Cuarta Pared, en Tom en la granja, un dramón  de muertes y homosexualidad culpable. 

En este paisaje de caracteres atormentados, Yolanda Ulloa despliega un mapa insólito de ternuras, dolor, intolerancia y autoritarismo. Y cierta vena trágica para la que Yolanda Ulloa está tan dotada como para la comedia. Es la columna vertebral de un elenco que  se manifiesta con una vigorosa y turbadora violencia. Alejandro Casaseca (Francis) es un granjero inquietante y rudo, demasiado rudo y sin matizaciones a veces; Gonzalo de Santiago es Tom, el depositario de todos los secretos y todos los enigmas; un homosexual glamouroso y elegante que experimenta una rara empatía con el aldeano  Francis. Y Alexandra Fierro, una supuesta novia del hijo muerto, que aparece en el tramo final con una chispa y una brillantez luminosas. También ella es depositaria y cómplice de muchos enigmas y misterios que se le ocultan a Agatha. A tan bronco y cruento melodrama le sobran minutos y un ritmo sostenido de dirección.  Demasiados tiempos muertos, acaso excesiva delectación en el lado oscuro de cada personaje.

 
La pistola de Larra


La campaña electoral ha arrancado a toda pastilla y con dureza; me da igual. No voy a suicidarme por nada de lo que ocurra en España, “un país como este no es el mío” escribió Antonio Gabriel y Galán un buen amigo y colega de rojerío. Pues eso. Además, sólo me pegaré un tiro con la pistola de Larra. Y aunque los pocos e insignificantes enemigos que me quedan se han puesto afanosamente a buscarla no es fácil que den con ella.

Según los primeros síntomas y discursos, el PP ha empezado   centrando la cosa cultural de esta tétrica campaña, en la gestión  del “caso Pérez de la Fuente”, modelo de cacicada  podemita extensible a todos los campos de la vida social y política. Defendía yo no hace mucho que Pérez de la Fuente era “un hombre de teatro más que un hombre de partido”. El uso que está haciendo de su “caso” la derecha cavernícola quita toda autoridad a mi afirmación. Pérez de la Fuente es PP puro y duro. Pero antes, voy a decir algo que en estos momentos acaso no le favorezca: que una izquierda asilvestrada, consciente de lo que para este país  significan Max  Aub y Alfonso Sastre, apoyó a Pérez porque él decía apoyar a Max y a Alfonso. Esa izquierda volvería a apoyarlo en cualquier circunstancia si esos objetivos prevalecieran.

Quien venga a sustituir a Pérez será también hombre de partido, próximo a Podemos como Juan Carlos  lo es a doña Ana Botella. Lo malo es que Podemos está en otra guerra y que el teatro le importa un carajo y que la señora Celia Mayer sigue sin ver una función en el Español. Pérez sí tenía programación y una programación aceptable. Que lo jodiera todo con el “numanticidio” es otra historia; pero para entonces ya estaba sentenciado; alea jacta erat.

Lo que va de Mahabharata a Battlefield: un abismo

 Puede que quien le vaya a sustituir a Pérez de la Fuente, estuviera casi a mi lado el otro día aplaudiendo a  Peter Brook. Sabe de teatro, ha hecho y está haciendo muy buen teatro, teatro de barrio, teatro de compromiso y resistencia. Habrá que ver cómo evoluciona ese compromiso y esa resistencia. Todos los asistentes ovacionaron  Battlefield, un Mahabharata de pequeño formato, miniatura  de aquellas 10 o 12 horas, que vimos hace 30 años en un inmenso galpón de los Estudios Bronston. Sobre aquel Mahabharata, quienes estuvieron en aquella altísima ocasión cimentaban sus aplausos en el Canal anteayer. Sobre ese Brook nosotros, los de entonces, pese a Neruda seguimos siendo los mismos. Este infinito creador, autor de conceptos tan determinantes como “el espacio vacío” y la “ventana abierta”; el mago capaz de desarrollar la esencia del teatro con un gesto, un movimiento o un objeto, sigue provocando insólitos revuelos emocionales. Y conmoción teatral; algo incomprensible en este Campo de batalla, interesante pero a distancia del gran Brook.

Sofía, retrato al pastel  

La estructura de esta función es la misma que la de Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes;  García May ha cometido la osadía de defuncionar a Juan Carlos I, Juanito. Un regicidio solamente teatral y, por lo tanto, impune. Carmen Sotillos (Lola Herrera) tenía más agravios contra el cabrón de su marido, que doña Sofía (Victoria Salvador) contra Juanito. Alguna aventurilla de cuernos le reprocha, pero poco. De cosas de política, nada de nada; algo al final, muy atenuado, sobre la querida hija descarriada inmersa por amor en el caso Noos.

Ignacio García May no engaña a nadie. ¡Fuera morbos y curiosidades insanas! Esta templanza textual se ve sacudida por el temporal interpretativo de Victoria Salvador, polifonía de registros, e implacable en el rol de la madre Federica que, con ironía y displicencia, saca las garras. Desde la hoja volandera del programa de mano el autor advierte de las intenciones de esta obra: un texto neutro sobre una reina neutra nacida en Grecia, que se siente cien por cien española; un retrato “al pastel” que no aporta nada que no sepan la mayor parte de los españoles. El resto ni le interesa la cuestión ni va a ir al Español, salvo mis amigos Paloma y Alfonso Lazcano fervorosos de doña Sofía que ya están haciendo cola.

Quienes esperaban morbo o secretos de Estado, (23F por ejemplo) fornicaciones, etc… se quedan a verlas venir. No hay más cera que la que arde; doña Sofía es la que es: una reina modélica, una madre ejemplar, una “profesional” como la definió su propio marido, Juanito, el Campechano, rey de España. En consecuencia, habla más de su familia griega, de su infancia y de la boda y de las tornabodas, que de los problemas de su reinado consorte.  Para este viaje no se necesitaban alforjas y era innecesaria un obra de teatro. Aunque siempre se agradece la escritura de García May un excelente dramaturgo que escribe sus textos con una prosa casi perfecta. Un gozo para el oído. Y eso que hemos dado en llamar “carpintería teatral”. Y la oportunidad para que una excelente actriz demuestre su categoría; Victoria Salvador.

 

domingo, 5 de junio de 2016

FANTASÍA EN EL CAFÉ; RABAL, UMBRAL GENTE DE MAL VIVIR.


Oliver y la melancolía.

Hace unos cuantos días almorcé en el Oliver de la calle Almirante, antiguo refugio nocturnal hasta casi el alba de poetas, cómicos y gentes de mal vivir. El Oliver de Adolfo Marsillach y Jorge Fiestas abría al anochecer y la mantenencia nos la procurábamos en otros lugares más baratos como El Guarro o el Comunista y, si corrían buenos tiempos, en Casa Gades que estaba enfrente, en Conde de Xiquena. Al entrar en Oliver me sobrevino un ataque de melancolía. Con un esfuerzo sobrehumano de la memoria emocional, eso que tanto gustaba a los actores  del Método, convoqué los fantasmas de Claudio Rodríguez, Paco Brines,  Ángel González, Carlos Oroza. Y con mucha más insistencia, los de María Asquerino, Lucía Bosé, Sandra Negrín, Paco Rabal y Francisco Umbral que enseguida vinieron a hacerme compañía sin remediar mi tristeza.  Sandra no respondió; la  más descarada mujer que he conocido,  la que, si una señora de té con pastas en el Gijón  la asimilaba a la farándula decía, “que yo no soy actriz, señora, que soy puta”. Divina Sandra  perdida hoy en un geriátrico. Los nuevos dueños de Oliver apenas conocen su historia, pero algo les suena; quisieran recuperar aquellos tiempos y no saben cómo.  Acaso porque aquellos tiempos ya no existen.

Aparece María Hervás, la indómita Jbara de Confesiones a Alá, que es recibida jubilosamente por María Asquerino y Lucía Bosé. Rabal intenta seducirla con su voz rota de don Juan rejuvenecido, y Umbral intenta ligar con ella. No es lo mismo seducir que ligar; seducir es un estilo; ligar es un oportunismo táctico. María Hervás prepara algo gordo, con Josep María Mestres  y Borja Ortiz de Gondra, que aún no quieren revelar. Con Borja hablo a menudo de la culpa y el perdón, del arrepentimiento, del odio, la violencia; hablo, en suma, de su obra magna Historia de una familia vasca.

 

Eternidad, fugacidad, tiempo.

La aparición de María es efímera y fugaz, circunstancias que nada tienen que ver con la duración del tiempo. Hay un tipo de mujer, fugitiva y enigmática, cuya eternidad es siempre efímera para los ojos que la contemplan y los oídos que la escuchan. Esa es la teoría de Paco Rabal, al que debo todas las cosechas de vino que me bebí en Oliver y en el Gijón pues siempre pagaba él,  que bebía wisky.

 

Actrices, poetas y Paco Umbral.

María Hervás, además de actriz, es poeta. Me da  un poema para que  lo valore y Umbral se lo quiere quedar. He afirmado con frecuencia que Umbral es el mejor crítico de poesía del último tercio del siglo XX. Puso prólogo a mi primer libro  La frente contra el muro; pero me niego a entregarle el poema sin el permiso de María. Y con su permiso, tampoco. Sé lo que pasaría. Con el pretexto de los versos, trataría de llevársela al huerto. No le daré el poema ni el teléfono; un güevo y la yema del otro. Aunque mi crítica sea menos sabia que la de Umbral,  el poema me lo quedo. Y el teléfono, que se las arregle.  Querido Paco, no  te daré el poema ni el teléfono porque nos conocemos; pero te regalo unos versos: “Aprendí a bailar con huracanes/ el vals de las flores/ hasta vomitar lágrimas al compás”. Responde Paco: “una mujer que baila con huracanes no es de fiar”.

 De una mujer que baila con huracanes sólo puede llegarte una brisa, querido Paco. “¿Me pasas el teléfono?”. Le digo que no  lo tengo. No se lo cree y tampoco se cree que yo haya vuelto a Lawrence Durrell  acerca de la triple  posibilidad que un hombre tiene con  las mujeres: amarlas, sufrir por ellas o convertirlas en literatura. Umbral simplifica mucho esa árdua cuestión. Dice que esa frase no es de Durrell, ese coñazo de tio insoportable, sino   de Clea, un personaje. Trampa saducea. Lo comparta o no, un autor es siempre responsable de lo que dicen sus personajes.

He vuelto ciertamente a Durrell, a El cuarteto de Alejandría. A Justine, la libertina, libérrima, hedonista, adorable  Justine. El erotismo y  la pasión en  Durrell le parece a Umbral literatura sobreactuada. No es una opinión neutral. Si alguien ha tratado el erotismo con radicalidad verdadera, es  Francisco Umbral. Ahí queda la cuestión entre nosotros como en los viejos tiempos.

 

La Venus de Boticcelli baila con huracanes.

 

Bastarían los versos antes citados y este otro “he nacido más veces que la Venus de Boticcelli”, para definir la temperatura del  poema, fechado en Itaca el 23 de Mayo de 2016. La temperatura de un poema es algo esencial que tiene que quedar muy definida; tanto como su estructura. En este poema hay un crescendo, estudiado o no, que culmina en el verso final. Es un poema de amor que halla su contínua referencia en la vuelta a Itaca, pero eso sólo lo advertimos al final; Itaca es la piel del amado, del amante. La autora ha escondido sabiamente el objetivo. Y  renace  tantas veces como puede acariciar  esa piel. Parece un poema de urgencia pero se adivinan detrás hondas reflexiones,  después de bailar con los huracanes que la apartan de Itaca a la que siempre vuelve:

 

Fértil

desnuda

victoriosa.

 

Es perceptible la preocupación por la estructura del poema, no solo la disposición tipográfica, sino el ritmo interno. Versos de una sola palabra, escalonamiento de las silabas hasta sugerir un  tímido intento de visualización de la idea. En tiempos, estos juegos tipográficos eran muy frecuentes y a veces convertíamos el poema en un laberinto innecesario, en un raro puzle. Tengo que enviarle a María Hervás mi antología, El corazón cruel de la ceniza, y el estudio de Jaime Siles;  una referencia prescindible -la antología no el estudio- pero acaso orientativa. Asentada en ese ritmo interno, la estructura del poema  es sólida  y  en exceso narrativa, circunstancia poco preocupante dada su rotunda  intensidad sensorial.  En definitiva a la autora, después de las batallas, 

“la han reanimado sirenas

sin cola

cansadas ya de ahogar soldados”.

Este verso sí que alarmaría a Paco Umbral. Por eso, aunque sea un grandísimo crítico de poesía, nunca le daré el poema de María Hervás. Y el teléfono, tampoco.