domingo, 19 de junio de 2016

LOS ONCE DEDOS DE MARYLIN. REPÓKER DE DAMAS.


Los once dedos de Marylin

Ha aparecido un libro sobre Marylin Monroe que se titula Marylin tenía once dedos en los pies. Me da igual; como si quieren demostrar   que Marylin tenías tres tetas y dos cabezas; mejor. El libro, espectacular edición manuscrita de Lumwerg, es  un engaño  y a Marylin le dedica unas pocas páginas. La mayor parte son chismes y biografías sobre una cuantas  estrellas de Hollywood; Marylin, una más entre muchos. Y Marylin no era una más.

 De todas formas, mi última imagen de Marylin me la ha fijado Alfredo Amestoy  en su obra, En el cielo no hay chanel. Marylin es una especie de Beatriz que desciende a los infiernos para liberar a Che Guevara. Juntos vuelven a la tierra a completar cada cual su obra que interrumpió la muerte. Todo lo de Marylin me apasiona porque me da la dimensión humana de una diosa: su lucha por la vida y por el arte,  su rabia, su rebeldía, su soledad esencial,  su solidaridad. Cuando una gran productora le firmó el primer gran contrato de su vida, le dijo a su mejor amiga; “se acabó chupar pollas debajo de la mesa en los banquetes”. Eso, naturalmente, no lo dice este libro de los once dedos.

Gracias a Marylin  llegué a detestar a los hermanos  Kennedy, más todavía de lo que les detestaba por lo de Cuba. Llamada del presidente de EE UU a la diosa para un polvo de  urgencia: “ve preparando el Martini y bajándote las bragas”. 

María Hervás. Poeta que baila con huracanes.

Candidata dos veces al Premio Valle Inclán; Jbara, de Confesiones a Alá y la amnésica de  TeatroSolo. Raza de actriz selvática, sobre todo en Jbara, pero lejos todavía de lo que  puede esperarse de ella.  Viene  a este repóquer de damas no solo por actriz, que también, sino por poeta. El otro dia comentaba yo, en una ficción sobre los viejos tiempos   de Oliver, el poema Ítaca que la autora puso en mis manos. Al descubrir ese poema en las redes saltó la sorpresa:  una actriz poeta. Sólo conozco ese poema, aunque debe de tener más. Ítaca no es un poema primerizo ni  producto de un revuelo emocional transitorio, aunque  no sea un poema redondo.  Quizá le sobra algún excurso narrativo de fácil resolución. No sé dónde va llegar como poeta. Llegará donde quiera llegar; en cualquier caso dependerá de ella.

María Hervás ha aprendido a “bailar con huracanes el vals de las flores”. Esto es más inquietante  que los once dedos de Marylin. Bailar con huracanes “hasta vomitar lágrimas a compás” es una imagen turbadora y violenta. Ahora  solo le queda firmar otro poema bailando  con lobos. De lobos no habla  en Ítaca, pero se escucha  su aullido. Falta por dilucidar quiénes son más peligrosos como compañeros de baile. Hervás prefiere confesar que ha “nacido más veces que la Venus de Boticcelli”, lo cual supone haber muerto muchas veces; o sea, enigma sobre enigma. O revelación tras revelación.

Cristina Cerezales Laforet, de pintora a novelista.

Acaba de publicar Ulises y Yacir, su quinta novela detrás de Música blanca,  El pozo del cielo. ...Una historia de amistad, de integración cultural de dos adolescentes sin prejuicios. Yacir, la inocencia, la esperanza  en patera; Ulises la inocencia que lo espera  en un pueblo del Sur de la costa gaditana. La magia de la amistad y la magia de la sensibilidad, característica esencial que acompaña siempre a la narrativa de Cristina Cerezales.

 Era pintora, profesora de dibujo, y de golpe un dia sorprendió a todos pásandose a la novela. Ya escribía y quizá lo  heroico fue perder el miedo a los apellidos. Quedan sus cuadros, su grabados que algunos conservamos como reliquias. Queda, quizá,  el recuerdo de aquella inicial pasión pictórica que a mí me permite compararla con Rafael Albert, cuando  en su libro A la pintura este confiesa “el dolor enterrado de enterrar el dolor de nacer un poeta por morirse un pintor”. Cristina Cerezales se ha revelado como excelente narradora; pero no creo que se le haya olvidado pintar.

 

Infanta Cristina; Marnie protegida por el fiscal

Federico Jiménez Losantos la llama Marnie, la ladrona, copiando el título de una magnífica película de Hitchkock. Cito la procedencia no por eludir responsabilidades que desde aquí asumo en todas sus consecuencias; sino porque el copyright y la invención hay que respetarlos. La hermana del Rey Felipe VI, en el banquillo por  amor; aunque  protegida por quien debería acusarla, el fiscal. Yo la creo culpable, pero soy tolerante con los delitos cometidos bajo el sortilegio del amor.

Seguro que conocía los malos pasos y las  andanzas en el caso Noos de su marido el Urdanga, un chulo alto y rubio. Su complicidad, sin la cual el  atleta no hubiera podido perpetrar sus latrocinios, parece evidente. Está pagando con deshonra y telediario su amor loco con el cual  robó de consuno o miró para otro lado. Ya le cantan, como a Juana la Loca,  que fue locura de amor. Acabará pagando, pues ha perdido el favor del rey, su hermano. Y el de la Reina, su cuñada; favor este que quizá nunca tuvo.

Y Lola. La faraona incandescente.

Legendaria Lola. Le basta el nombre. Guardo en la memoria,  refrescada por la magna biografía que de ella escribió  Ignacio García Garzón, dos momentos claves de su vida. Cuando, harta de    Manolo Caracol, fue y le dijo  te he puesto los cuernos con el torero Manolo González.  Caracol le mentó sus muertos, territorio  sagrado para un gitano. Y ahí  acabaron calvario y sufrimiento.

Otra, aquella noche  en que, cenando en un restaurante de lujo  con un empresario que la deseaba con locura, decidió que su cuerpo era menos sagrado que el hambre de los suyos. Y volvió a casa tarde; pero  con 40.000 pesetas  en el bolsillo.  

 ¿Lola de España?. Mentira. La Faraona no cabía en este país de cafres,  puteros y masturbadores. Carmen Ramirez, de Planeta,  me ha enviado un libro de Alberto Romero Ferrer, Lola Flores, cultura popular, memoria sentimental e historia del espectáculo. Lo comentaré otro dia. De Lola aquí en este repóker me interesan otras cosas que arrancan de su condición  de gitana pobre, guapa  y generosa del barrio jerezano de San Miguel.  Después y para siempre,  ¡!Lola!!: la genialidad con bata de cola; y algún ajuste de cuentas. Supongo.

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