Pilar Távora resiste
Pilar Távora estrena película,
una biografía de un gitano genial, universal, poliédrico y expansivo,
apellidado Gómez y llamado Helios. Las excelencias de Pilar Távora, de la noble
tribu de los Távora, de Cerro del Águila, extramuros de Sevilla y
esencia trianera, no son sorpresa. Siempre en la resistencia. Allí en el Cerro
del Águila nació el patriarca de la familia, Salvador; hablar pues de Pilar
Távora es hablar de Salvador, de una moral social y política. Familia andaluza,
familia flamenca en la que echamos de menos, en estos momentos, más presencia
de la bailaora María Távora, sobrina de Pilar.
Los Távora no son solo una estética; son una ética que ha logrado
fusionar dos conceptos con frecuencia mal avenidos: compromiso político y arte.
La voluntariosa poesía social, por ejemplo, de Gabriel
Celaya debilitó su mensaje. Como poeta Celaya
se anuló cuando se le ocurrió aquello de “la poesía es un arma cargada de futuro.
Esta armonía de ideas y su plasmación artística
las enunció Mao en el congreso de Yenán; “una obra, por mucha carga política
que tenga, no es nada si antes no es arte”. El canónico realismo socialista
estaliniano fue artísticamente una aberración y políticamente un fracaso. Tuvo
que venir Gramsci con muchas dificultades, contradicciones y cárceles, para poner
las cosas más o menos en su sitio.
Desde La Cuadra, Salvador Távora
devolvió al flamenco sus raíces telúricas y solidarias. Hablar, pues, de Pilar es hablar de Salvador, de quien aprendió lo mejor de una vida que no fue fácil. Salvador Távora,
primero quiso ser torero. Y es fama que de novillero abrió la puerta del
Príncipe de la Maestranza. Colgó los trebejos de torear la tarde en que el
rejoneador Guardiola, con el que iba de ayuda, murió al caerse del caballo y
quedar enganchado en el estribo. Inevitablemente un artículo pensado y sentido
para Pilar Távora y su película sobre un gitano genial, se ha convertido en un
homenaje a otro hombre genial, su padre Salvador.