Afinidades y controversias
Francisco Ayala afirmaba que Miguel
de Molina hizo más estragos en el ejército republicano que los cañones de
Franco. Recuerdo esta afirmación cogido de la mano de una tonadillera sáfica y
amiga ante la placa que le han puesto en kamikaze. Mi amiga está decidida a
ponerle música a la sentencia con que el HDGP, Conde de Mayalde, lo echó de
España: “por rojo y por maricón”. Puede que sea lo último de provecho que
hagamos mi amiga y yo juntos. Admiro a
doña Concha Piquer, “ojos verdes, verdes como la albahaca”. La censura metió
mano a la letra de la prostituta que
esperaba, “apoyá en el quicio de la
mancebía”, cambiándola por “apoyá en la puerta de mi casa un dia”. Adoro a doña
Concha pero venero a Miguel de Molina al que, tras brutal paliza, el conde de Mayalde, gatillero
del amanecer en la guerra y después alcalde de Madrid, echó de España por “rojo
y por maricón”. Con todo y, pese a turbias insidias que se vertieron
sobre doña Concha, ésta nunca intrigó contra Miguel
para quedarse, única, con su repertorio;
ambos lo reconocieron públicamente y su relación siempre fue respetuosa.
No hubo intrigas de la Piquer en el entorno de
Serrano Súñer, el cuñado de Franco. Era toda una señora que ignoraba a Juanita Reina, de la que decía que cantaba
“como una gallina clueca”. Y muy orgullosa; un dia en que la voz no le
respondía como ella deseaba, cortó por lo sano y se retiró ese misma noche.
Tampoco fue demasiado cordial con Rocío Jurado, cuando esta le pidió que la escuchara cantar en privado,
antes de debutar en Madrid. Su diosa se le desmoronó a Rocío esa tarde. Fue valiente siempre y desafió la moral de aquellos tiempos uniéndose
a Antonio Márquez un torero casado. Una
copla refleja su queja: “yo soy la otra, la otra y a nada tengo derecho, porque
no llevo un anillo con una fecha por dentro”. Pavónkamikaze le ha puesto una
placa en Embajadores a Miguel de Molina, y hay días que algunos idólatras del
cupletero, entre los que me encuentro, se
acercan para cantarle La bien pagá. Me
acompaña una amiga, sáfica y tonadillera antigua, que entiende muy bien a Miguel y me
pregunta si le haría un texto sobre él. Le digo que hoy a nadie le interesa la copla.
“No es la copla la que me interesa”, responde sarcástica; “él también es
sáfico”.
Esta placa es un motivo más para renovar la confianza en
los kamikazes que acaso cambien de sede dentro de un año; si eso ocurre, lo
cual solo sería suceso irreparable para
el dueño del Pavón, pedimos que os llevéis la placa. En sus últimos años de
exilio Miguel de Molina, retraído y solitario en
Argentina, justificaba su aislamiento diciéndole a José Miguel Ullán que fue a
entrevistarle: “no puedo exhibir la decadencia de alguien que antes fue tan bello
como yo”. España país de tonadilleras
hermosas y raciales con bata de faralaes. Este reinado siempre ha sido disputado ente dos nombres
prinicipales, doña Concha y Miguel de Molina. Aunque algunos apunten un
tercero, Juanita Reina, que según la Piquer, cantaba “como una gallina clueca”