Ramón Goméz de la Sena
escribió de Goya: "es
director de orquesta de la vida actual española con un gesto agrio para los
públicos aunque acucioso para la orquesta”. Ese hoy de hace muchos años sigue
siendo el hoy de ahora. Y acaso con más perentoria actualidad que nunca. Las pesadillas de Goya, los fantasmas de Goya majados en el mortero de España. Por eso España es así: maldita cuando le falla el soplo de la genialidad:
“el sueño de la razón produce monstruos”. Una
frase ambigua, polivalente que nunca acabaremos de descifrar. Goya
afrancesado, españolísimo, follador. Goya y la Inquisición.
A partir de los Caprichos, Rakel Camacho traza un
esperpento moderno, cáustico a veces,
melancólico, hiriente, lascivo, sentimental. Goya y los Caprichos son España; como lo es
el esperpento y don Ramón María del Valle Inclán. Como lo es Larra, Quevedo. Y
Cervantes en una línea menos abrupta que Quevedo y Valle. Goya es el anticipo del esperpento valleinclanesco. En Lucientes, Goya repite obsesivamente citando a Valle “sois almas en
pena o sois hijos de puta?”. Goya, como después quería Max Estrella en Luces de bohemia, pretende instalar la guillotina eléctrica en la Puerta
del Sol. Buen momento el de estos días: “urge instalar la guillotina en la
Puerta del Sol”. Sobran candidatos al
descabezamiento . Rakel Camacho juega con
el pasado, con el presente y con el porvenir. Utiliza sin pudor las intertextualidades. Un torrente
de ideas que lastra a veces la estructura dramática, demasiadas ideas un poco atropelladas; como si la autora
quisiera resumir en una función de hora y media toda la historia de España. La directora se apoya en un buen equipo de intérpretes
que doblan y multiplican papeles. No es
solo eficacia; es calidad actoral. Goya enlaza con otro liberal que bien podría
ser citado aquí, pero no lo es, Blanco White: los males de España son “religión
y mal gobierno”. Pues eso. Ayer igual
que hoy.
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