Empezó la Isidrada, la mayor Feria del mundo en la que dice ser y llamarse primera plaza del mundo: las Ventas. Pudiera ser. De momento la gente acude a los tendidos; más de dos tercios. No es la desolación de los tendidos de La Maestranza. Una corrida en todo el serial, además de la del Domingo de Resurreción, -casi lleno pese al temporal de lluvia y pese al cartel- y salir huyendo; aquello parecía la Corrida de Resaca, sin los guardiolas de María Luisa Domínguez y sin nada; corrida del cansancio y el desmadejamiento sin lugar para admirar un pase ni para la última botella de manzanilla y mucho menos para un olé: los cabales, pero sin ánimo ni energía. Una Feria de Abril que empieza en mayo y con miuras en Resurrección y un mano a mano entre dos toreros de todo respeto, pero sin fulgores, Daniel Luque y Escribano, no augura nada bueno; ni para Sevilla ni para la Fiesta.
Madrid empezó normal, toros de Valdefresno cornalones y descastados, normalidad, con pinta de toro y comportamiento de bueyes. Salieron con divisa negra in memoriam del ganadero; más bien divisa negra para la ganadería: toneladas de mansedumbre en una gran fachada. David Mora y Daniel Luque salieron al ruedo heridos e infiltrados. Casta y raza: más que los toros. Diego Silveti, esqueje de una gran dinastía mexicana no salía de una cornada, pero pudo llevársela. También derrochó raza y genio. Y el toro le partió la boca.
La isidrada empezó, pues, bajo la advocación de José y Juan, el ángel de luz y el ángel de sombra que decía José Bergamin. Clasicismo frente a romantismo. Y al final, neoclasicismo romántico que fue la gran fusión revolucionaria de los dos colosos. La modernidad. Mano a mano entre Gallito y Belmonte no en un ruedo imposible, sino en la sala Bienvenida y en las galerías de la plaza. La mejor historia del toreo está ahí , mano a mano. Un mano a mano inmortal, imperecedero: la rivalidad, la amistad de dos toreros; y las grescas entre los críticos, su rivalidad de grandes escritores; lo que ha sido siempre la crónica taurina: Peña y Goñi, Neira, don Modesto, don Pio, Sobaquillo, maestros de la crítica de Opera, de teatro, de la crónica política y de Cortes..... Un gozo releerlos, como es un gozo seguir la exposición de los dos grandes comisariada por José Miguel González Soriano. Aquellos eran manos a manos siempre aunque toreasen tres.
Bajonazo infame de David Mora en el cuarto y el toro le tira un navajazo de venganza y respuesta; naturaca. El quinto se llevó por delante a un banderillero y le tiró un viaje al testiculario a Daniel Luque y le dejó con los güevos al aire. Pudorosamente, Luque se embutió en un minivaquero inverosímil y posiblemente de dolorosas apreturas. O sea que fue peor el remedio que la enfermedad. Agonizaba lívida la tarde cuando el sexto se echó a los lomos a Diego Silveti, dos veces y las dos le perdonó la vida. Valentísimo, enrabietado el mexicano, puritito macho. Percances hubo; lo que no hubo fue toreo. Ni toros. !!Vivan José y Juan!!. En la Sala Bienvenida
No hay comentarios:
Publicar un comentario