Fatal es,
sin embargo, tener que irse al hule cuando se viene a la primera plaza del
mundo con ganas de comérsela; iba por el callejón como un boxeador noqueado y
agarrado a las cuerdas para tenerse en pie. Su
imagen de Cristo crucificado, azotado y coronado de espinas es la imagen de un
torero macho. Por prodigiosas que sean las manos del doctor García Padrós, la
paliza, los pisotones, las patadas y los tornillazos del toro de Montecillo, deslucido y desrazado como toda la corrida, no se los quita ni dios;
libró limpiamente dos largas cambiadas de rodillas, un lance habitualmente estrafalario e innecesario,
esta vez dibujado limpiamente. La cogida vino al destaparse en un muletazo y conste que no fue culpa del viento.
Abellán se fue
al hule y se levantó de él huyendo de las manos de los doctores. Salir de la enfermería para enfrentarse a una
mole de 600 kilos es un gesto de vergüenza torera; bordó el toreo de capa
y con la muleta aguantó el chaparrón de un toro hosco y sin la mínima educación, que lo quería coger como lo había cogido su compañero de encierro. Tarde aciaga que Abellán convirtió en gloriosa y
Paco Ureña remató en la enfermería.
En el mismo lugar pudo terminar Joselito Adame, al que, pese a sus dotes lidiadoras, el tercero lo llevó por la calle
de la amargura y a la cuadrilla también. Un barrabás asesino que se arrancaba
contra todo lo que se movía menos al toque de la muleta.
Y sin embargo fue el noble, pastueño y aparentemente inofensivo cuarto,
el que se la pegó a Paco Ureña. Tampoco fue culpa del viento. Ureña, el
estilista y clásico Ureña, perdió el sitio y cuando un torero pierde el sitio en la lidia, ese lugar
lo ocupa el toro y lo que es peor la cornada.
Paco Ureña, un estilista, ausente de muchas plazas y de muchas ferias; y yo confieso que es un torero que merece mucha atención. Al menos tiene la mia, que no vale de mucho; pero a mí me conforta. La cornada le llega a dos dias de su segundo ajuste en San Isidro, el domingo. Adiós a la ilusiones de todo un año. Los dioses son así de vengativos. Auguro que, contra sus muletazos de alta escuela, los dioses no han de poder siempre. Como no pueden contra el guerrero azteca Joselito Adame
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