La derrota del Atlético de Madrid era necesaria. Es la mítica, la
estética del perdedor. ¿Qué sería de nosotros sin esa mítica?. E incluso sin
esa erótica?. Adiós al romanticismo, adiós a la resistencia. Sé que esto es de
difícil comprensión. Y que, acaso sólo lo entienda Sabina, su canción canalla y
con frecuencia triste.
Pero ¿qué sería de nosotros los románticos,
los perdedores, aquellos que cuando algo
nos va bien sopechamos que por algún lado nos van a pegar el ostiazo?. Consuelo para los atléticos esta
letra flamenca: “Estoy tan hecho a perder que, cuando gano, me asusto”. Veía yo
el minuto noventa y tres de un árbitro cabronamente generoso. Y temblaba, tenía
miedo. Decía esto se acaba, ganamos, estamos hundidos, es el fin; y ¿qué haremos nosotros los perdedores, los malditos
de siempre, encumbrados a la gloria?.
La contrapartida a este desánimo era la euforia de, a la mierda el poder,
que se jodan, estamos hasta los güevos….Más no era suficiente. Era imrescindible la derrota,
aunque medio mundo se derrumbe, para no acabar con la ética y la estética de
los perdedores. Todo sigue en su sitio; el poder de Florentino abrazándose a
Aznar y al Borbón, las lágrimas y la cantada de Iker Casillas, un héroe con los
pies de barro tremendamente humano. La ética y la estética del perdedor. La derrota era necesaria para que los
fundamentos del universo no se cuartearan.
Dedico estas líneas de urgencia a
Sabina, el mal profeta, a Emilio Martínez, periodista insumiso y a las Auroras y
José María Villán, mi hermano, a Diana Loaysa, mi ahijada, reconvertida por no sé qué razones, a la
grandeza carabanchelera.!!Salud, Atlético y República!!. En el fondo, yo quería que ganase el Atlhetic de Bilbao, como Juanjo, Maite y Cris; pero no estaba.
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