viernes, 23 de mayo de 2014

SAN ISIDRO. PERERA ROMPIÓ LA TARDE Y DON JUSTO SUCUMBIÓ

No es lo mismo; digan lo que digan no es igual una cosa que su contraria; el medio sigue siendo el mensaje. O no, pero vale como norma. Anteayer, en los ensayos de La Argentinita la réplica a Enrique Ponce, Joselito el Gallo en la ficción escénica de  Diana de Paco Serrano y un servidor, se la dábamos Santiago Sánchez y yo. Ponce estaba bien. Acostumbrado a sobar los toros, a inventárselos como dicen sus seguidores, se iba inventando  el personaje. Santiago Sánchez se ponía la peineta y la mantilla y yo la bata de cola. Pero no era igual; esta mañana apareció por fin María Toledo, la Encarnación López Júlvez que una tarde-noche empecé a inventarme   en Salamnca, mientras Santiago Martín, el Viti, empujaba atónito mi transitoria silla de ruedas. No es lo mismo, palabra. Las réplicas de la gran cantaora no eran las mismas que las de Santiago Sánchez, el director, ni las mias, el coautor y artífice de este invento descabellado. Delante de una María Toledo crecida, Ponce era más Gallito y Luis Francisco Esplá era mucho más Ignacio Sánchez Mejias. Cosas raras ocurren en esto de la farándula. Me hubiera gustado ver a Esther Alvarado e Isabell Stofell, porque a Maria  Tavora,  y la Prinz  ya las he visto. Y a Antorrín, la sombra de Belmonte y el Lorca de José Manuel Seda me los sé ya de memoria. El doctor Villamor es la gran incógnita; es un mago de los huesos con tres años  de interpretación antes de dedicarse al quirófano y el bisturí. No pierde de vista a Ponce ni siquiera en un escenario. Y abajo, en el patio de butacas, el doctor Rafael Durá,  por lo mismo: la clavicula de Ponce

Gran cartel en la monumental de las Ventas, aunque yo creo que lo mejor del coso de la calle de Alcalá siguen siendo las fotos de Maite Túrrez y su Diálogo con el vestido de torear, al que escoltan los óleos y acrílicos de  Malgorzata Zak y Joanna Stozek. Como premio revelación de la isidrada los jurados empiezan ya a pensar en Cristina Gaviría,  la modelazo que se ha sacado de la cámara Maite Túrrez. Gran cartel: el Juli, Manzanares, Perera. Toros de Victoriano del Rio, la ganadería que anhelan todas la figuras y que ayer, salvo el pastueño y bondadoso tercero, fue un desastre: en el fondo  y en la forma. Justos de trapio, de fuerzas y de raza.  El cuarto, un barrabás. Nuñez del Cuvillo, hierro de lujo, el  preferido de  José Tomás hasta que le puso bola negra, de sobrero como ayer. Sic transit gloria mundi.


Julián López  con autoridad incuestionable; y con algún que otro atragantón.  José María Manzanares con indiscutible división de opiniones: los que creen que el toreo es cuestión de terrenos y colocación y los que piensan qu es cosa de elegancia, pinturería y posturas. Manzanares se cuida mucho del espejo y  poco de los terrenos, de embraguetarse.  Miguel Ángel Perera  quieto, erguido como un cipres florido, como un surtidor de sombra y sueño que decía Gerardo Diego, el poeta de de la Generación del 27 que más sabía de toros. Por esa verticalidad con la  capa y la muleta, por esa despaciosidad  y temple Miguel Angel Perera rompió la plaza de las Ventas. Se resistió don Justo, el mismo que  el otro dia birló un trofeo  a Joselito  Adame,  a la segunda oreja a regañadientes. Buena faena y  defectuosa estocada. Sucumbió don Justo a la presión de los tendidos y yo creo que se equivocó. Para dos orejas también cuenta la  estocada. Y el toro. Torero y valiente en el difícil sexto.

Luego está la cosa del viento, el enemigo público número de los toreros; eso es cierto,  aunque sin exagerar. Por la mañana un taxista por poco me atropella y echó la culpa a la lluvia y al viento. Tanpoco es eso. Cierto que un remolino me volvió la capucha del chubasquero, pero el señor conductor arrancó a destiempo. No hay que echar siempre la culpa al empedrado.     Den ustedes por hecho que la plaza de las Ventas del Espíritu Santo acabará cubriéndose y lo de menos es el viento y la lluvia. La campaña está bien orquestada y hasta quizá intenten cubrir también la Maestranza.

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