domingo, 11 de mayo de 2014

SAN ISIDRO (III) VENTAS Y MAESTRANZA: DOS FILOSOFIAS.




Los toros de José Escolar no gustan en la Maestranza, un suponer que dicen en mi pueblo de Palencia  y la perspicacia lingüística de Umbral  integró enseguida en su vocabulario. En cambio estos toros gustan en  Las Ventas que desde ayer puede empezar a cuantificar sus  amores por los arrogantes albaserradas. Son dos filosofías sobre el toro y sobre el toreo,  la maestrante y la venteña; complementarias y no antagónicas. Robleño no es torero de Sevilla y, a veces, como ayer, tampoco de Madrid. El bajonazo innoble con que ejecutó al primero no puede gustar en ningún sitio, salvo en  un juzgado de guardia. No importa; Emilio Muñoz temía a las Ventas más que al fuego y las Ventas se soliviantaba con él. Como era diestro  de mi predilección,  una vez le invité a  dar una conferencia; se negó con  un pretexto tan perfecto como uno de sus naturales: “en Madrid me empiezan a pitar antes de bajarme del tren”.  

Por más que digan las  masas de aficionados de La Maestranza y de las Ventas, ambas plazas tienen mucho en común: son las dos primeras plazas del mudo. Y todo lo que en ellas pasa repercute en el orbe taurino.  Los maestrantes se la cogen con papel de fumar con eso de los silencios y el ritual; los venteños se la cogen con papel de fumar con eso del toro íntegro, verbi gratia los toros de Escolar que ayer fueron pura decepción. En todo. Ambas cosas son verdad y tienen su filosofía; pero lo cierto es que, nacionalismos sevillanos aparte, y nacionalismos  de la Metrópoli también aparte, ambos centros emiten unos impulsos  expansivos que sacuden los cimientos de la tauromaquia.

Estamos en Madrid y no podemos  prescindir de lo que ocurre en la Feria de Abril. Vi el Domingo de Resurrección, con miuras y un mano a mano  surrealista ente Duque y Escribano y pensé que algo empezaba a romperse en los cimientos del toreo. Unos días después, al ver los tendidos medio vacíos, me pareció que volvía la Corrida de Lunes de Resaca; desolación, resaca, pesadilla. En el toreo puede haber de todo menos pesadilla y surrealismo; y émulos de Bretón,  a lo bestia y menos fecundos para el toreo de lo que fue Breton para la poesía,  parecen ser el señor Canorea y las cinco figuras del autodenominado G5. Siguen los ecos de la faena de Ponce en Sevilla, convencidos ya todos, incluso los tomistas recalcitrantes,  de que Ponce sí pasa  “la línea roja del peligro”, cosa que con clarines y timbales, negó en México JT. Desconfiado de las impresiones de mis comunicantes el otro dia esperé a la crónica de Zabala de la Serna: “Ponce se reencuentra con Sevilla”. No me sorprendió; Zabala de la Serna lleva el poncismo en los genes; o lo llevaba hasta la deriva tomista, no sé si pasajera o perenne  del flautista.

Me escribe Manuel Grosso después de leer mi entrada en el  blog diario sobre la Soledad,  de San Lorenzo, junto al Gran Poder: “Cada dia entiendes mejor a esta tierra”. Pudiera ser, no lo sé; pero me halaga el cumplido. Soy más trianero que sevillano, eso es verdad. Y Andalucía siempre me fascinó, “que yo cantar no quería, que nadie sabe la pena que me causa esta alegría”. Empecé a  entenderla mejor a partir de un viejo libro de Antonio Burgos: Andalucía ¿Tercer mundo?. A la vista del expolio que viene perpetrándose en los últimos años se impone releer este libro.

Me distraigo con estas meditaciones y ya está el toro en el ruedo, un magnífico ejemplar de José Escolar, como toda la corrida. Apariencia y  fachada y poco temperamento,  nula  raza; y la nula casta, además, incómoda. Como algunos seres humanos/as  debuen ver que en cuanto abren la boca se estropean. Miguel Angel Delgado podría ser torero de Sevilla y de Madrid. O no. Y de cualquier otra parte. O no. Y lo mismo se puede decir de Pérez Mota;  no sé, no recuerdo haberlo visto nunca. Y lo de hoy tampoco es digno de recordación.  

Ultima reflexión sobre la naturaleza de las dos primeras plazas del mundo. Sevilla exagera con frecuencia el formalismo de la ceremonia y el rito; le pasa como a algunos directores de teatro convencidos de que  para el teatro ceremonial basta con que huela a cera y a incienso el escenario. Y  las Ventas confunde el teatro naturalista y mazorral con el teatro documento, que son, obviamente, dos cosas distintas.

 

 

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