Los toros de José Escolar no gustan en la Maestranza, un suponer que dicen en mi
pueblo de Palencia y la perspicacia
lingüística de Umbral integró enseguida en su vocabulario. En cambio estos toros gustan en Las Ventas que desde ayer puede empezar a
cuantificar sus amores por los arrogantes albaserradas. Son dos filosofías sobre el
toro y sobre el toreo, la maestrante y la
venteña; complementarias y no antagónicas. Robleño
no es torero de Sevilla y, a veces, como ayer, tampoco de Madrid. El
bajonazo innoble con que ejecutó al primero no puede gustar en ningún sitio, salvo
en un juzgado de guardia. No importa; Emilio Muñoz temía a las Ventas más que
al fuego y las Ventas se soliviantaba con él. Como era diestro de mi predilección, una vez le invité a dar una conferencia; se negó con un pretexto tan perfecto como uno de sus
naturales: “en Madrid me empiezan a pitar antes de bajarme del tren”.
Por más que digan las masas de aficionados de La Maestranza y de las
Ventas, ambas plazas tienen mucho en común: son las dos primeras plazas del
mudo. Y todo lo que en ellas pasa repercute en el orbe taurino. Los maestrantes se la cogen con papel de
fumar con eso de los silencios y el ritual; los venteños se la cogen con papel
de fumar con eso del toro íntegro, verbi
gratia los toros de Escolar que ayer fueron pura decepción. En todo. Ambas cosas son
verdad y tienen su filosofía; pero lo cierto es que, nacionalismos sevillanos
aparte, y nacionalismos de la Metrópoli
también aparte, ambos centros emiten unos impulsos expansivos que sacuden los cimientos de la
tauromaquia.
Estamos en Madrid y no podemos prescindir de lo que ocurre en la Feria de
Abril. Vi el Domingo de Resurrección, con miuras y un mano a mano surrealista ente Duque y Escribano y
pensé que algo empezaba a romperse en los cimientos del toreo. Unos días
después, al ver los tendidos medio vacíos, me pareció que volvía la Corrida de
Lunes de Resaca; desolación, resaca, pesadilla. En el toreo puede haber de todo
menos pesadilla y surrealismo; y émulos de Bretón,
a lo bestia y menos fecundos para el
toreo de lo que fue Breton para la poesía, parecen ser el señor Canorea y las cinco figuras del autodenominado G5. Siguen los ecos
de la faena de Ponce en Sevilla,
convencidos ya todos, incluso los tomistas recalcitrantes, de que Ponce sí pasa “la línea roja del peligro”, cosa que con
clarines y timbales, negó en México JT. Desconfiado de las impresiones de mis
comunicantes el otro dia esperé a la crónica de Zabala de la Serna: “Ponce se reencuentra con Sevilla”. No me
sorprendió; Zabala de la Serna lleva el poncismo en los genes; o lo llevaba
hasta la deriva tomista, no sé si pasajera o perenne del flautista.
Me escribe Manuel Grosso después de leer mi entrada en el blog diario sobre la Soledad, de San Lorenzo, junto al Gran Poder: “Cada dia
entiendes mejor a esta tierra”. Pudiera ser, no lo sé; pero me halaga el
cumplido. Soy más trianero que sevillano, eso es verdad. Y Andalucía siempre me
fascinó, “que yo cantar no quería, que nadie sabe la pena que me causa esta
alegría”. Empecé a entenderla mejor a
partir de un viejo libro de Antonio
Burgos: Andalucía ¿Tercer mundo?.
A la vista del expolio que viene perpetrándose en los últimos años se impone releer
este libro.
Me distraigo con estas meditaciones y
ya está el toro en el ruedo, un magnífico ejemplar de José Escolar, como toda
la corrida. Apariencia y fachada y poco temperamento, nula raza; y la nula casta, además, incómoda.
Como algunos seres humanos/as debuen ver que en
cuanto abren la boca se estropean. Miguel
Angel Delgado podría ser torero de Sevilla y de Madrid. O no. Y de
cualquier otra parte. O no. Y lo mismo se puede decir de Pérez Mota; no sé, no
recuerdo haberlo visto nunca. Y lo de hoy tampoco es digno de recordación.
Ultima reflexión sobre la naturaleza
de las dos primeras plazas del mundo. Sevilla exagera con frecuencia el
formalismo de la ceremonia y el rito; le pasa como a algunos directores de
teatro convencidos de que para el teatro
ceremonial basta con que huela a cera y a incienso el escenario. Y las Ventas confunde el teatro naturalista y
mazorral con el teatro documento, que son, obviamente, dos cosas distintas.
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