jueves, 22 de mayo de 2014

SAN ISIDROS. POR FIN PEPE LUIS; CON PERMISO DE TALAVANTE


Hoy sí. Pase lo que pase, hoy hablaré de Pepe Luis Vázquez. Hagan lo que hagan el Fino, si será Juan Serrano o Finito de Sabadell; tiene guasa que llamándose Juan Serrano, lo apoden Finito de Córdoba. Me da  igual lo que imaginen o perpetren otras dos figuras como Morante de la Puebla o Alejandro Talavante, si serán figuras, que es lo fetén, o serán figurones que es lo grotesco, la "comedia de figurón". Y que conste que tengo temas si lo que ocurre en el ruedo no da para mucho. Ya veremos. El primer tema es el viento; advierto una campaña nada solapada, para cubrir la plaza de Madrid. Como si el toreo, a lo largo de los siglos hubiese dependido solo del viento. De una tarde de ventarrón y diluvio nace, precisamente, mi doméstica y entrañable historia de Pepe Luis. Yo creo que mi renuencia a contar  esta insignificante historia es el convencimiento de que, después  de lo escrito por Antonio Burgos, lo mejor es callarse.   

Fue una tarde bárbara y salvaje de las Ventas; una tarde de esas en las que uno piensa que, en vez  de la primera plaza del mundo, las Ventas del Espíritu Santo es el verdadero infierno del universo. Ni un muletazo, ni un toro digno. Viento, lluvia, frio. Los tendidos, una gresca contínua y colectiva y zafia: todos contra todos. En el tendido alto del 4, una gorda infame se levantaba las faldas y enseñaba unas bragas verdes y un culo inmenso que, sin pudor, enseñaba al resto de la plaza. Caían las almohadillas al ruedo como bombas. Y la señora gorda no dejaba de enseñar el culo e increpar a los toreros. De golpe, Pepe Luis Vázquez, hijo naturalmente, tomo la muleta, se fue al platillo y ligo tres soberbios naturales; los tendidos enmudecieron la señora de las bragas verdes se bajó la falda, hubo unos segundos de perplejidad y de desconcierto, ese silencio sorprendido que nada tiene con el silencio sacramental de la Maestranza. Y de golpe, como un trueno, una ovación literalmente estruendosa: tres naturales de Pepe Luis Vázquez, hijo. Con viento, con un viento de alta mar encrespada. Y con un ambiente de mil demonios desatados; y endemoniados, que no es lo mismo

A los pocos días, Cristobal Aguilar, el pintor de Estampa Popular, Juan Ortiz y su tropa celebraban no sé qué aniversario de Pepe Luis, el genuino,  el patriarca y me invitaron a echarle versos en los salones de La Maestranza. Acepté, claro. !Mis versos en  la Maestranza! . Y sentado al lado de Pepe Luis, del que Manolete decía que no tenía bragueta, que si la tuviera mandaría a todas la grandes figuras a trabajar con los albañiles. Ignoro si Pepe Luis tenía o no tenía bragueta; Luis Gómez el Estudiante, en el Gijón, con el que aprendí a ver toros en las Ventas:  "bragueta?. No sé; ¿lidiador?, el más grande. Gracia sevillana y técnica rondeña. A su lado, todos aprendices."
Antes de decir versos, me fui a portagayola dirigiéndome a Pepe Luis el  hijo: "dedico estos poemas a Pepe Luis padre; y a Pepe Luis hijo y los tres mejores naturales que se han visto últimamente en las Ventas".  El personal maestrante, en los vuelos de mi muleta. Y Pepe Luis, junior, luminoso, esclarecido y en éxtasis: "¿te das cuenta, papá?".  Rematé faena con mi poema a Ronda. Y fue Pepe Luis, creo, el que mejor lo entendió. No hizo caso al coloquio; leía y releía. Me dio un abrazo y me preguntó si se podia quedar con el pequeño libro; dedicado claro. Por ahí debe de andar una dedicatoria aproximada: "A Pepe Luis, Ronda y Sevilla". Y eso fue todo. Nada del otro mundo, como puedes comprobar, admirado Antonio Burgos.
Vengo de ver un ensayo de Ponce haciendo de Joselito el Gallo en La Argentinita (Próximo lunes en el María Guerrero).  Esplá es Sánchez Mejias.  Antorrín Heredia también ensaya: sombra de Belmonte. Es sorprendente cómo crece un personaje según quien lo interprete. Belmonte era, hasta ahora, en la obra de Diana de Paco y un servidor, un roll insignificante; tanto que iba a hacerlo yo. Con Antorrín, el pasmo de Triana crece y crece. Empieza de Belmonte y acaba como Manuel Torre en Pino Montano. Miro a Santiago Sánchez Imprebís; sonrie. Ponce y él se dan un abrazo. 
Los toreos de esta tarde;
Faenón de Talvante por la izquierda; faena de las que dejan huella: en el público y en el torero. Petardo de Morante de la Puebla. Petardo de toros de Montalvo y sobreros infames. El Fino, ni Juan Serrano ni Finito de Sabadell; entre dos aguas, Finito de Córdoba.
   

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