lunes, 19 de mayo de 2014

SAN ISIDRO. BELLOS MITOS EN FLOR: AVA, LUCIA, BACALL

Empezó a llover y me quedé en la plaza. No porque me guste especialmente la lluvia; pero el agua de ayer en las Ventas era apacible, de un gris que le robaba el azul velazqueño al cielo purísimo de Madrid. Cuando ese agua fantasmal e impoluta cae sobre la arena de Las Ventas del Espíritu Santo el espíritu se remansa y el alma vuela entre naturales y verónicas. La mañana habia sido perfecta con la inauguración de una exposición de fotografía (Maite Túrrez) y pintura (Malgorzata Zak y Joanna Stozek) en la sala Antoñete. Esperaba buena tarde de toros de los tres novilleros que, sabido es, en Madrid matan novillos que no matan los toreros de escalafón superior: Francisco Espada, Posada de Maravillas, Lama de Góngora. De la novillada de Montecillo embistieron tres,  lo cual no está  mal en tiempos de penuria. Ninguno de ellos le cupo en suerte a Posada de Maravillas, al que le tengo querencia, pues es nieto de mi difunto amigo Juan Posada torero y escritor por igual.


En realidad me quedé por si entre las brumas líricas de algún muletazo, el mismo Espada un suponer, -que toreó como los ángeles toreros y toda la corte celestial-  aparecía  Cristina Gaviría, la modelo de Maite Túrrez para ese Diálogo con el vestido de torear al que he tenido el privilegio de ponerle letra. Muchos muletazos de Lama de Góngora también sería dignos de la  cámara de la señora Túrrez.

 La gente no me cree, pero en las Ventas y en La Maestranza yo he tenido visiones de este tipo . Una vez ví, las ví palabra, a Lauren Bacall, Ava Gardner y Lucía Bosé,  las tres juntas  y en buena armonía en un barrera del 10.  Orson Wells y Ernest Hemingway les llevaban güisqui y manzanilla de Sanlúcar a mogollón. !Cómo soplaban las tres bellas!, sobre todo Ava Gardner. Tenían desplegados ante sí todos los capotes de paseo de Luis Miguel Dominguín y, de vez en cuando, bajaban al ruedo y pegaban algunos capotazos. Mientras, yo les cambiaba a Lucía Bosé y a Lauren Bacall, las copas de manzanilla resobadas  del calor, por unas más fresquitas y transparentes. Ava bebía a morro de las petacas de guïsqui y de coñac de Orson y Ernest. Juro que fue así, pero nadie me cree. Ni siquiera en Triana y mucho menos en la Puerta del Principe, territorio mágico: Antonio Burgos,  Romero de Solis, Manuel Grosso  y Salvador Tavora  que me escuchaban  una tarde, se quedaron pasmados; pero no me creyeron. Ayer no vi visiones en los tendidos de  Ventas, ni siquiera a la modelo de Diálogo con el vesido de torear. Pero en algun momento la imagen de mi amigo Posada, Juanito, se hizo carne y toreo en las verónicas y algun natural de su nieto.

A Antonio Chenel no le gustaba que las mujeres toreasen; pero nada dijo en cntra de las mujeres pintoras, fotógrafas o que posan, enamoradas de un vestido de torear. Por eso esta mañana, en la sala Antoñete las ovacioes y los aplausos por Malgorzata y Joanna, dos polacas de Polonia, no de Barecelona, y por Maite y Cristina, de Bilbao eran únánimes y de vuelta al ruedo. Aplaudía Carlos Abella, aplaudia el embajador de Polonia Tomaz Arabski y, aplaudían Gloria y Ángel Barutell, convalecientes de cornadas que duelen más que las físicas. Y aplaudía,  por supuesto, un servidor. Maite Turrez ha retratado un diálogo sensual, tórrido en ocasiones, adánico y frutal  y lírico  siempre, de una belleza insólita y fascinante que corresponde tanto  a la modelo, sino a la cámara manejada con pericia y sensibilidad.

La pintura a de Malgorzata Zak y de Joanna Slotek es también una pintura insólita, taurinamente hablando. Lejos del tópico y el costumbrismo habitual,  en Slotek prima un cierto expresionismo muy difuso y atenuado; en Malgorzata un expresionismo matérico más violento de intenso colorido. No sé si al señor embajador de Polonia le gustan los toros, pero se hizo fotos con todos, con las polacas de Polonia, no de Barcelona, con Maite Túrrez, con Cristina Gaviria. Ya puesto, hasta se retrató con Abella y conmigo. Algunos aficionados echan de menos al embajador frances que le gustaban los toros, Bruno Delaye. Pues ya tenemos un embajador polaco, Tomaz Arabski. Entre Abella y yo le enseñaremos lo que seguro no sabia monsieur Delaye  

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