sábado, 3 de mayo de 2014

ODA AL 2 DE MAYO. Y DOS REAPARICIONES: PONCE Y TOMÁS

Cuando llega mayo, los españoles se visten de blanco y de campaña. Y, recordando, la carrera en pelo que les dieron a los franceses hace dos siglos, se ponen más agresivos y beligerantes.  Con un par. Mayo, el mes de las flores, de las primeras comuniones, los versos ante la virgen, las margaritas y la francesada:  "Venid y vamos todos con flores a porfía con flores a María que madre nuestra es". O algo más agitador: "Oigo patria tu aflicción y escucho el triste concierto que forman tocando a muerto la campana y el cañón. Sobre tu invicto pendón  (...) A tí soberbia matrona que libre de extraño yugo no has tenido más verdugo que el peso de tu corona".  Con dos pares.  Aunque  el patriotismo sea, no infrecuentemente,  el último reducto de los canallas (Kubrik, Senderos de gloria) quien da la vida por la patria, o se la roban, o quien comulga o reza, me inspiran un respeto imponente.. Y  si dan origen a un cuadro de un sordo cabreado, tan definitivamente genial como Los fusilamientos de la Moncloa,  todavía más.

Cierto y bien cierto es que la Fiesta de los toros es el más   fiel reflejo de la política española: está en nuestros genes un bipartidismo, torero o político, que nos lleva de vez en cuanda a la gresca y la barbarie. Hay que ver la que se ha montado entre la grey taurina por una comparación inócua, (que yo no hice, a mí que me registren) entre la reaparición de Enrique Ponce en La Real Maestranza de Sevilla y la   de  José Tomás  en un lugar de México, Juriquilla, Curitilla o algo así, en feliz, aunque no monumental, mano a mano con un amiguete. Lo que sí hice yo en mis últimos años de cronista del Mundo, fue quedarme sin voz  pidiendo un mano a mano entre Tosé Tomás y Enrique Ponce, con victorinos en Las Ventas. Victorino Martín  se lo tomaba a coña y tenía dudas sobre la disposición de Tomás para la aventura, no así de la de Ponce; los tomistas miraron la propuesta con desdén como si fuese una deshonra; y los poncistas advertían malvadas  intenciones insidiosas en mi inocencia: "el primer toro cogerá a Tomás y Enrique tendrá que matar seis. ¿Crees que nos chpamos el dedo?". Eran los tiempos en que a Tomás el toro le revolcaba todas las tardes y acaba en el hule; como si fuera un consigna del campo bravo.

 De México aún no se sabe nada y en La Maestranza se ha visto una juampedrada más deslucida que un trapo azul metido en  lejía; Enrique Ponce convalece con su elegante naturalidad habitual, del tabacazo de Fallas que demostró dos cosas: que Ponce no es invulnerable y que sí pasa "la línea roja del peligro".  En La Maestranza no se ha resentido  y más perjudicados estaban los toros que el torero convaleciente. A Enrique Ponce hay que esperarlo, ya totalmente recuperado de la cornada y del destrozo de la clavícula, en Madrid, que  parece plaza de más compromiso  que Granada. No creo que esto sea para llegar a otra Guerra que llamos Civil y fue la más Incivil de todas las guerras. Cada cual reaparece donde quiere  y cuando quiere. Incluso puede no reaparecer, si prefiere  evitar riesgos. Todos los toreros llevan cicatrices en el cuerpo y en el alma.

Y una aclaración cordial para el fervoroso tomismo militante; yo distingo entre el tomasismo subversivo  y apasionado de los primeros tiempos de Tomás  y el tomismo de filiación religiosa y financiera   de los últimos. Fui tomasista y a mucha honra; pero no he sido ni seré nunca  tomista. Cuestión de principios; y de finales.

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