martes, 27 de mayo de 2014

EL MARÍA GUERRERO FUE LAS VENTAS Y LA MAESTRANZA


Sevilla estuvo representada por María Távora, una bailaora de raza y belleza inusual y José Manuel Seda, hasta hace poco un gran Adolfo Suárez y ayer, Lorca en estado puro. Me recordaba en Salamanca su dúo con María Toledo,  juntos por primera vez grabando las canciones populares. El resto, o sea Santiago Sánchez, Villamor, Esplá, Enrique Ponce y demás, eran el Foro o sea Las Ventas del Espíritu Santo. Antorrín es Granada. Luego volveré con los demás. Este es un artículo puramente informativo porque, aunque Sánchez Mejías escribiera las crónicas de sus corridas, no está bien que un crítico de teatro haga la apología de su obra, escrita en collera con Diana de Paco: La Argentinita. Y para hablar mal de uno mismo, si ese fuera el caso, que no lo es, pues tampoco es cuestión ni sería inteligente. Eso que lo hagan los demás. Como en la gran noche de Pino Montano lo peor fue la madrugada con la Generación del 27, sin ser el 27, a la deriva. Pero esta conciencia tormentosa del final de la fiesta poética y de las otras no me va a impedir señalar gratitudes y admiraciones.

 Nunca pensamos que su transcripción escénica tuviese tal grandeza y suscitase tantas emociones. Culpable de esto, un director de la inmensa talla de Santiago Sánchez. Si alguna vez pasase de lectura dramatizada, como sugerían anoche algunos prohombres del teatro y el director de cine Díaz Yanes, otro director sería inimaginable. Luego el cartel: María Toledo, María Távora, Isabelle Stoffel, Esther Alvarado, Isabel Prinz… Antorrín Heredia, el Persa, Ángel Villamor, que no deja solo a su paciente Ponce ni siquiera en un escenario, José Manuel Seda, Yolanda Eyama, Sara Nieto; espacio escénico y luces de David de Loaysa y vídeos de David Bernués. Esta es la primera e inmensa gratitud a todos ellos. Y con ellos a todo el equipo del María Guerrero. Del María Guerrero yo tengo especial predilección por el equipo de prensa, siempre puntual, siempre en ese sitio raro del equilibrio entre la neutralidad y la pasión por un producto: Eduardo, Fernando, Belén.  La segunda es para las entidades que han ayudado con filantropía y desinterés al suceso: Ponce y Esplá sobre el escenario del María Guerrero: Café de Gijón que, al finalizar la función ofreció un austero ágape a todo el elenco y jubilosos añadidos. Y Fundación Caixa, Fundación Coca Cola, Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Teatro del Arte, NH hoteles. 

Y un abrazo para María Diaz, que como una tempestad generosa revolvió su gente de la prensa y  salió disparada hacia los Max para ver cómo premiaban a muchos de sus patrocinados, en especial a Juan Diego Boto.  De todo esto y de Un trozo invisible de este mundo hablaré otro día. En la farándula ha cundido la alarma sobre la posibilidad de que La Argentinita sea un serio competidor el próximo año; al menos así lo creen Enrique Ponce y Luis Francisco Esplá. Y hasta el propio Ernesto Caballero, director del CDN, lo teme. Se llenó el María Guerrero con el público puesto en pie y hasta con olés como si estuviéramos en Las Ventas o en La Maestranza. Esta es la principal y mayor gratitud que quiero manifestar en este saludo de urgencia: el público, los aficionados. Toreros y teatreros saben de qué hablo.

 San Isidro (XV). Dos toros de Puerta Grande.

Corrida con trapío, sin excesos de Fuente Ymbro.  Variada y con dos toros de Puerta Grande, primero y tercero, que les fueron vivos, vivos de apoteosis, a Uceda Leal y a Matias Tejela;  detalles torerísimos de diestros guadianescos, es decir que suben a la superficie y se esconden, asegún. Unas veces bien y otras regular. Grandes detalles de Uceda y de Matías Tejela, pero llenos de altibajos. Detalles también, pinturerías de Curro Diaz,  torero prohijado por las Ventas y que no acaba de definirse ni  de perfilarse con verdadero carácter.

Excelencia banderilleras: Montoliu y Jesús Romero y quizá alguno más que olvido.

Excelencias estoqueadores de Uceda Leal.  Sus estocadas, perfectas de ejecución y de eficacia, bien valen esa oreja que debieron ser dos de haber toreado mejor; o, por lo menos, con más continuidad.

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